CAPÍTULO 7

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Natsu y Lucy se quedaron paralizados ante esas palabras. No pasaría nada bueno después de eso.

-Rey Zeref, nosotros...- más Lucy no pudo continuar.

-¡Silencio!- dijo Zeref mientras un aura oscura empezaba a rodeándolo- Yo os lo he dado todo. Os he dado lo que nadie os dará nunca y, así me lo pagáis. Solo tenía y una condición y la habéis roto.

-Hemos luchado en tus guerras, hemos ganado tus batallas- dijo Natsu- Ya hemos hecho suficiente. Déjanos ir.

Zeref lanzo una sonrisa que dejo helados a Natsu y a Lucy.

-Bien, os dejare ir. Juntaros...- dijo con una pequeña sonrisa.

Tanto Natsu como Lucy compartieron una mirada, pero antes de si quiera dar un paso los guerreros se acercaron a ellos y los empujaban a diferentes partes del patio del castillo.

-...si podéis- dijo con suficiencia Zeref que, con ironía y sarcasmo, continuó:- pero no os será difícil ya que el amor lo puede todo...

Natsu miro a su alrededor.

Estaba rodeado por unos de los mejores guerreros de todo el castillo, y encima jugaban con ventaja. Ellos estaban armados mientras él y Lucy tenían que luchar a mano descubierta.

-...o eso dicen- termino por decir Zeref viendo como la pelea comenzaba.

Los dos iban en clara desventaja, pero no por nada eran los mejores guerreros del reino.

Poco a poco se iban haciendo con las armas de los soldados y guerreros que dejaban en el suelo.

Zeref al ver esto se enfureció.

¿Cómo se atrevían a traicionarlo?

Ellos dos eran sus mejores guerreros. La cabeza de sus tropas. El orgullo de su reino La batalla no iba a ser tan fácil.

En su mano acumulo un poco de magia oscura, solo la emplearía si las cosas no salían como él quería.

Después de un tiempo los únicos en pie en el patio del castillo eran Natsu, Lucy y Zeref que veía la escena con rabia.

Cuando ya todos estaban en el suelo incapaces de seguir, Natsu y Lucy se miraron y se sonrieron.

Habían ganado.

Eran libres.

Cuando iban a juntarse una pared oscura creció entre ellos una gran pared de magia oscura parecido a cristal creada por Zeref, que en ese momento tenía los ojos más rojos que la propia sangre.

Natsu y Lucy se veían a través del este, pero no todo es lo que parece.

Natsu pudo ver como poco a poco por detrás de Lucy se acercaba uno de los soldados que se había recuperado de los golpes recibidos.

Quería avisarla, le grito que se apartara, que se girara, pero no lo escuchaba.

Lucy solo tenía ojos para él.

El soldado saco la espada de su funda y se la clavó a Lucy en el pecho matándola al instante ante la mirada perpleja y furiosa de Natsu.

Este comenzó a golpear el cristal, agrietándolo severamente.

Solo se detuvo cuando sus nudillos empezasen a derramar sangre y se dio cuenta de que ya no podía hacer nada por ella ni por el mismo.

De pura impotencia, se dejó caer de rodillas al suelo dejando escapar algunas lágrimas por su amor ido.

El cazador de demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora