Capitulo 17

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La habitación era inmensa, gigante.
Silbó pensando que era preciosa y también lujosa.
Nunca imaginó tener una igual, ni siquiera en su vida humana.
¡Con que así es cómo viven aquellos de las profundidades, eh!– pensaba que eran algo exagerados y no era raro de pensarse, tomando en cuenta que llevaban andando en la tierra desde hace muchísimos años, décadas, y algunos, siglos atrás.
  Suponía que si no podrían aferrarse al pasar del tiempo, a las viejas calles y a la gente, como menos podían aferrarse a sus viejos muebles y decoraciones. Por ello ninguno se desprendía de su época al cien, quizá nadie lo hacía.
Así eran la mayoría de los  vampiros, podían actualizar su andar y vestimenta, y su forma de hablar para encajar en la actualidad y conseguir presas, pero en el fondo jamás cambiaban su casa, y en sus nidos, donde nadie podía verlos, seguían viviendo en la época en la que nacieron. 
Se miró en el espejo con guirnaldas de oro, que yacía en la habitación que les asignaron, pensando que el puro espejo debía de valer muchísimo dinero.
Comenzó a pensar en su antiguo hogar. ¿Cómo era su casa? ¿De qué color eran las paredes entre las que creció? ¿Habría en la pared marcas conforme fue creciendo de tamaño?
Sorprendido se dio cuenta de que ni siquiera lo recordaba.
Tenía poco tiempo de haber sido convertido en "eso" que ahora era, o mejor dicho, ese intento de inmortal y a la vez humano.
Miró su rostro, aún joven, preguntándose si tardaría en envejecer o algo distinto a los mortales tomando en cuenta que tenía órganos de vampiro en su cuerpo y que su sangre fue drenada y mezclada, pero seguía respirando y su corazón palpitando. Estaba claro que no era inmortal como ellos. Por otro lado, su metabolismo había sido drásticamente acelerado, así como sus sentidos al probar la sangre, podría ser que su cuerpo también se estuviera desgastando más rápido tomando en cuenta la aceleración con la que vivía y el esfuerzo que hacían sus huesos aún humanos, con los sentidos de aquellos seres.
Suspiró cansado. No tenía idea si con todo lo que le hicieron a su cuerpo viviría más o menos que los demás humanos. Y últimamente tampoco le importaba mucho. La mayoría del tiempo hubiera deseado morir y de no seguir teniendo alguien a quien salvar, ya lo habría hecho hace semanas.
Era confusa su situación. Los cazadores que conocía lo veían como una útil y funcional herramienta, algunos como otra amenaza; los vampiros como una abominación. ¿Cómo lo verían los humanos allá afuera?

—¡Yo pido la cama derecha!– dijo Darío  dando un brinco en esta.
—Ah está bien.– dijo despreocupado recordando que no estaba solo.
Puso los ojos en blanco. ¿Quién diría que para sobrevivir un poco más ahí tendría que jugarla de niñero?
El Niño bostezó. Luca suavizó la mirada preocupado. ¿Qué sería de él?
Tomó asiento en la otra cama rebotando un poco y luego volviéndolo a hacer.
Rió de lado. No recordaba la última vez que descansó en un colchón.
Darío lo observaba. Soltó una suave y angelical risa.
—Pareces un niño tonto.
Luca enarcó una ceja. Se lo imaginaba.
—¿Lo dice el más pequeño del nido entero?– se recostó intentado ocultar lo bien que se sentía.—¿Te puedo preguntar algo niño? ¿Cómo fue que acabaste aquí?
—Me encontré a ese señor de cabello blanco en una calle cercana a mi escuela. Cuando me di cuenta ya estaba aquí.
Parecía tan tranquilo.
—¿Y cuánto tiempo te dijeron que estarías en este lugar?– ¿cuánto tiempo le quedaba a aquella criatura?
Darío sonrió enteramente.
—Hasta que llegue Annete, mi hermana.– de pronto al recordar su último encuentro dio un respingo tornándose melancólico.
Aquel nombre tildó en medio de su pecho. Era el mismo que Lisa le había mencionado aquella noche.
"Búscala, ella te ayudará a matar a Martin..."
—¿Annete? ¿La hija de Carmen y del cazador, Logan?
Darío se paró de un salto volviendo a reír.
—¡Sí! ¿La conoces?– ¿quién diría que la chica sería tan popular? Siempre era tan fría y seria que costaba trabajo creer que tanta gente la ubicara.
Luca se acercó interesado.
—No aún, pero ansío hacerlo.
En ese momento y repentinamente lo decidió. Debía buscar la manera de huir y sacar al niño consigo, así aquella con el nombre de Annete, estaría en deuda con él y lo ayudaría a acabar con aquel infierno y con todos sus diablos.
—Mucho gusto, yo soy Luca y me encargaré de que nuestra estancia aquí sea tan entretenida que se pase volando.– le tendió la mano.

Ocaso EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora