Capitulo 21

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∽∵∽
Tras tres Aves Marias su esposa le dio un codazo.
Ya todos se habían parado.
Volviendo en sí se levantó. Ni siquiera parpadeaba. Su mundo se había desmoronado y perdido en un segundo. Y ahora despertar resultaba una verdadera tortura.
¿Cuándo terminaría? ¿Cuándo dejaría de doler el amanecer?
German y Joule se acercaron a darle sus condolencias. Parecían sinceros.
Perder a un miembro como Adolfo le  pegaba a toda la comunidad. Recordándoles lo frágiles que todavía eran y lo fácil que era arrebatarles la vida.
Horace se acercó a darle un par de palmadas en el hombro.
—Atraparemos al canalla de Derek. Ese desgraciado lo pagará muy caro ¡lo juro!– amenazó tras maldecir unas diez veces.
Odio, rabia, dolor. Logan aún no podía ordenar sus ideas.
Ni siquiera tenía idea de lo que había pasado.
Le habían dicho que Derek, el cazador de la comunidad de Oriente y que era compañero de Annete, había matado a su padre y secuestrado a su hija.
Sus hijos... A los dos los había perdido. Y no había ninguna señal que indicara que iban a volver.
Se limpió los ojos.
Lo llamaron al frente. Ahora todos lo miraban, esperando que avanzara y dijera unas palabras en honor a su padre.
Miró al frente, ahí estaba en gran tamaño la imagen de su padre, con el duro gesto que solía hacer, tan firme y respetable.
Se paró delante de todos y contempló a los presentes.
Joel olía a alcohol y yacía arrumbado en la primera butaca sin hablar ni querer tratar con nadie.
¡Quién sabe cuántos días había estado tomando!
Dante rehusó mirarle en toda la noche.
Todos eran caras conocidas pero ninguna la que le gustaría.
—Alfo era...Adolfo era...
Las palabras no podían salir de su boca, en cambio se atoraban en su garganta doliendo.
Bajó la mirada y luego miró a su esposa.
El gesto de Amelia ahora era uno irritado, como si le avergonzara que no pudiera completar la frase.
¿En qué momento comenzó a verlo con tanto odio? Últimamente parecía que lo único que quería era una posición social en aquél círculo. Y no le importaba vender a su propio hijo ni a él con tal de conseguirlo.
La desconocía, Carmen nunca fue así...
Al pensar en su nombre, miró al frente y encontró, sentada en la segunda fila, a la hermosa eterna mujer de brillante mirada gris, pálida piel y largo cabello rizado y negro, con intensos labios carmín, sonriendo, mientras le susurraba que él podía hacerlo, con aquella mirada que le daba tanta paz. Con ella siempre sintió que lo podía todo. Le daba fuerza, le daba seguridad.
Sus ojos se humedecieron, mientras se decía a sí mismo que era un tonto.
—Me da fuerza imaginar que sigues aquí, aunque no te pueda ver...– dijo en voz baja, mirando hacia la misma dirección, solo para encontrar la butaca vacía, como siempre estuvo.  Hecho que sólo algunos de los presentes pudieron escuchar, incluyendo a Amelia, quien torció la boca con desprecio.
Tragó saliva y volvió a mirar a la audiencia sintiéndose más fuerte.
Se aclaró la garganta.
—Adolfo fue un gran hombre. El mejor ejemplo. El mejor padre. Un abrazo en la fría noche. Siempre creyó en mí aún cuando ni yo podía hacerlo. Y vio una bondad en este roto corazón que la mayoría jamás logró. Pero sobre todo, siempre aceptó la verdad que hay en mi.– la verdad siempre había sido difícil, pero más difícil era tener que callar la tristeza que la mentira provocaba. —No soy el padre que prometí, tampoco soy el hombre ni mucho menos la pareja a seguir. Tampoco fui el hijo perfecto ni el hermano que todo el mundo querría tener. He vivido todos estos años mintiendo, mintiéndome a mí mismo ignorando lo que realmente importaba, que eran los brazos de un hogar, de mi familia.
Nerviosa, Amelia comenzó a rascarse las manos y cabeza como si tuviera alergia con desesperación.  El canalla estaba a punto de decir la verdad que habían ocultado durante años.
Se levantó a prisa intentado llegar hasta él y detenerlo. Si el resto de la comunidad lo sabía ¿dónde quedaría su posición social? ¡Todo lo que había hecho sería tirado por la borda!
De igual forma, Horace se paró más derecho, nervioso de lo que fuera a decir, porque al hacerlo, no podrían llevar a cabo el plan de reproducción de Annete con Joel.
—Adolfo siempre apoyó mis decisiones. Pensé que lo hacía por lo necio que sabía que era, pero no. Lo hizo porque sabía que me hacía feliz.
Ahora tenía la atención de la sala entera, que parecía conmovida y también cerca de romper a llorar, comenzando a pensar lo que harían sin aquél gran hombre que se fue y que no iba a volver.
—Aquellos seres de la noche, enemigos, asesinos, han destrozado vidas enteras, familias. Su instinto los ha hecho enemigos de la humanidad desde su existencia, tan antigua como desconocida. Destruyeron muchas vidas, pero también salvaron otras. La mía, por ejemplo...
Los susurros comenzaron a sonar pensando que se había vuelto loco.
German bufó. ¿Había enloquecido?
—¿Pero qué es lo que dices? Uno de ellos fue el que secuestró a tu hijo, el mismo que asesinó a Denisse.
Los demás comenzaron a apoyarlo.
Logan sabía lo difícil que era hacerlos entender. No entendían porque no eran él, y jamás lo harían.
—Eso pensé,  hasta que me enamoré de uno.
La vergüenza comenzó a consumir a Amelia quien ahora no podía dejar de sentir las miradas sobre ella. 
—Carmen. Yo amé tanto como se puede a Carmen. Nos amamos como pocos creerían, ignorando lo que éramos, ignorando el mundo que nos dividía. Sus ojos, sus manos, ¡nunca había sentido algo tan cálido!  Eran mi refugio, ella era mi hogar. Hasta que tuvimos una hija.
Joule empalideció.
—Anette...– susurró Germán.
Todos comenzaron a reaccionar y a discutir entre ellos. Muchos mirándolo con odio, otros con curiosidad, y hubo algunos incluso con asombro, entendiendo ahora de dónde habían salido las magníficas cualidades de su hija y el por qué también tenía habilidades para cazar.
Horace se tornó más serio y apretó los puños con rabia.
Amelia gritó con odio y salió de la habitación a grandes zancadas sin mirar atrás. Esto no se lo perdonaría.
Logan la vio salir enfurecida, sabía que aquello le había causado daño, pero ya no podía ni quería seguir ocultándolo. No... Annete merecía tener una vida normal, merecía un hogar en el que no tuviera que seguir ocultándose. Y si cualquiera de los cazadores no lo admitía, entonces él también se iría, y empezarían una nueva vida, lejos de todos, lejos de las mentiras, lejos de ellos, le pareciera a quien le pareciera. Pero para ello, primero tenía que recuperarla.
—En su cuerpo corre nuestra sangre. Ella ya eligió un bando, y es el nuestro. Tomaré el lugar de mi padre, el lugar de nuestro linaje, y me encargaré de vengarlo.– su mirada comenzó a llenarse de decisión. Aún cuando a su alrededor sólo veía la duda.—No importa si deciden exiliarme de la comunidad después. – bajó la cabeza.—Yo... Necesita su ayuda. Quiero recuperar a mis hijos. Y no importa a cuántos vampiros  ni cazadores de Oriente tenga que matar para conseguirlo. Ahora díganme, ¿Cuento con su apoyo?
La gente lucia confundida. El concepto que tenían de aquel gran guerrero ahora estaba en duda.  Y aunque su discurso era inspirador, era su líder quien tenía la última palabra.
Lo buscaron con la mirada, esperando que aceptara apoyarlo o lo rechazara. Horace no reaccionaba, aún seguía pensando en lo que haría ahora que todos sabían que Annete y Joel estaban relacionados.
Estaba claro lo que seguía. Logan nunca dejaría que su hija estuviera con el tío, exiliarlo no sería suficiente, debía matarlo. Y que mejor manera de hacerlo discreto, que en plena guerra.
Aún esperaban su respuesta.

Ocaso EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora