Capítulo 20

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Esperaron. Llevaban tres horas cosiendo los tejidos y haciéndole varias transfusiones de sangre inmortal para acelerar el proceso de recuperación.
Lo había atendido el anciano de la barra del bar, que era quien les daba el acceso a aquel mundo subterráneo y cuidaba la entrada. Todos los demás tenían manos de carniceros por lo que él era la persona ideal.
Varios la miraban con desconcierto pero no le importaba, pues su única preocupación era lo que pasara con el que estaba dentro.  Todos la conocían y no paraban de preguntarse qué había sido de ella y la vida que había llevado estando bajo el mismo techo que su enemigo potencial.
Algunos no podían evitar mirarla con desprecio pues la traición estaba escrita en su rostro.
Aún tenía sangre en el pecho y ropas y su cabello lucia enmarañado.
Anthony la miraba desde el otro extremo de la habitación. Se veía  sumamente preocupada, incluso asustada.
Aún la odiaba un poco aún cuando sabía que aquella noche si hubiera querido matarlo lo habría hecho, sin embargo había decidido dejarlo vivir. Lo cierto es que nunca la había visto de aquella manera.
Se acercó, extendiéndole ropa limpia.
—Creo que necesitas esto.
Levantó la vista después de un rato, bastante distraída.
No sabía qué decirle. Después de todo lo que había pasado en los últimos años costaba trabajo recordar la época en la que pelearon de lado a lado como compañeros defendiendo al mismo nido y a la misma líder como uno.
—No lo entiendo ¿qué significa ese humano para ti?
—Nada...
Sabía que lo negaría y que sería difícil hablar con ella, aún en el pasado lo fue, pero se lo debía después de haberles ayudado.
—Y sin embargo, te quedaste toda la noche velando por él...
Se mordió los labios.
—No se lo que piensas, pero no puedes huir y llevártelo de aquí. Luca es esencial en esta guerra, llevábamos semanas buscándolo. Lo necesitamos para tirar de la cima a Horace y exponer todo lo que ha hecho. ¿Lo entiendes, verdad?
Ella parecía en otro planeta. Costaba trabajo que pusiera atención.
Ahora miraba hacia todos lados como un animal temeroso; y es que así era, pues temía que en cualquier momento apareciera el vampiro ancestral para matarlos a todos, para matarlo a él...

El cantinero salió dando por finalizado el tratamiento, limpiándose la sangre en las manos y rostro.
En seguida la chica brincó apresurada.
—¿Puedo verle?
El hombre la miró sorprendido al notar su exagerada preocupación por aquél ser.
Asintió.

El joven aún yacía inconsciente, tenía varias cocidas y profundas heridas, muchas gasas y un pañuelo húmedo sobre la frente para bajarle la fiebre por la infección.
Ya lo habían cambiado y ahora usaba una ligera bata que dejaba al descubierto las demás suturas que aún se secaban.
Acarició su rostro aliviada de al menos verle respirar, más su alma no estaría en paz, no hasta verle reaccionar y caminar.
—Debes de recuperarte ¿vale?  Pues nos hemos metido en un lío.– susurró en voz baja, ¡cómo si pudiera oírle! Miró su fino rostro, era bastante atractivo, sobre todo cuando sonreía, aunque en este momento no era el caso. —¿Es irónico, sabes? Pensabas que al escapar del nido encontrarías paz, pero aquí y en todas partes también te buscaban. Al menos aquí estaremos más seguros, yo me encargaré de ello, lo prometo...
Aún si no podía responder ni escucharla, tenía la necesidad de hablarle, de no callar lo que llevaba meses sintiendo.
Desde que escuchó el daño que los cazadores le hicieron, una inmensa furia y necesidad de protegerlo habían crecido en su cuerpo.
Nadie entendía lo que sentía, a veces ni siquiera ella lo hacía, pero una cosa era cierta.  "Al ver tus cicatrices fue cuando te amé".
—Me he vuelto débil, tú me has vuelto débil.— dijo sonriendo de lado sintiéndose algo tonta. No podía reconocerse, ya no sabía ni quién era. —¿Cómo te salvo de las cosas que he sido?  ¿Cómo te saco de este tortuoso camino?
Se limpió los ojos, que volvían a llover por verle así, tan débil, tan indefenso, tan Luca. Mientras que tomaba su débil mano.
—  Y si pudiera cambiar de lugar contigo lo haría sin pensarlo, porque duele más estar aquí, duele más saber que puedo estar sin ti y saber que el día en que no estés, aquí me quedaré, sola encadenada al tiempo, enfrentando a tus fantasmas.
Besó con sus fríos labios su frente, cálida, siempre cálida a comparación de la suya. —No quiero vivir una vida en la que no estés. ¡Vuelve! vuelve por favor que alguien te espera...Y esa es Soraya.

Ocaso EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora