Capítulo 7

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El vampiro de brillante cabello rubio suspiró y se talló los ojos agotado. Bajo ellos descansaban unas profundas ojeras moradas y lucía más pálido que de costumbre. Estaba sediento.
Ser un líder era un trabajo difícil, jamás pensó que tanto, pero no sabía de nadie más que quisiera unificar a lo que fue del nido. Alguien tenía que hacerlo.
Miró el escritorio lleno de papeles que llevaba estudiando todo el día. La cabeza le daba vueltas, seguía pensando en aquella noche en la que vio a Annete, en el encuentro con Isadora, la traición de Idris y lo que sería de ellos. Nada pintaba bien.
Gritó y en un arranque de furia aventó el escritorio de cedro con brusquedad. Con enfado, hizo volar todo el papeleo. Llevaba mucho tiempo buscando estúpidamente a antiguos integrantes del nido y todo sin sentido. Cada uno había tomado un camino distinto. Isadora era la prueba. Parecía que los antiguos inmortales no querían ser encontrados. ¿En qué momento se convirtieron en temerosas ratas?
Rugió lleno de rabia y golpeó una de las paredes de la cabaña hasta romperla. Su brazo, lleno de astillas y arañazos comenzó a sangrar. Miró el líquido carmín y lamió su propia mano.
Su bello rostro se contrajo, sus filosos y cortantes dientes resplandecieron con furia y el deseo de morder. Sus ojos turquesa cambiaron, la esclerótica se oscureció hasta quedar completamente negra, el iris se volvió escarlata y su pupila se contrajo. Comenzó a hacer extraños ruidos bestiales y siguió destruyendo todo a su paso.
Volvió a rugir. Jadeó lleno de rabia.
La inmortal apareció frente a su puerta. Se acercó a él tan sigilosa como siempre.
-¿Te encuentras bien?-preguntó preocupada sin detenerse aún cuando estaba en ese estado.
Anthony levantó la mirada. Su duro rostro lucía deformado con un grotesco gesto en él.
El eterno joven rostro de Zareen lo miró indecisa.
Desvió la mirada apenado.
-Escuché ruidos...-explicó la joven y observó toda la habitación. Era un caos.
-Vete...-susurró con voz muy ronca. Con rabia volvió a golpear la pared hasta sangrar sus puños y dejar rastros de piel en ella.
Ella dio apresurados pasos hacia él.
-No...
-¡Largo he dicho! ¡Ya no soy tu líder! ¡Vete!
-Eso no importa, para mí sigues siendo...-dudó ocultando el rostro. -, la persona a la que quiero seguir. -la joven de larga trenza negra y ojos azul muy claro como los de un cadáver, lo miró y tomó su gran mano con fuerza.-¡Estás sangrando!
Él la aventó con fuerza evitando que lo tocara, haciendo que chocara contra una vitrina.
-¡No me toques!-bramó.
-Te quitare las astillas.- con la frente manchada de sangre y arañazos en los brazos, la chica se reincorporó insistente en tono tranquilo y se acercó despacio para que éste no la rechazara.
El inmortal la vio un segundo con insignificancia y asintió.
Con agilidad, Zareen limpió su brazo y mientras lo hacía olfateó su sangre. Olía bien, demasiado. Miró su desnudo abdomen con detenimiento, sus heridas fueron profundas y aún no se recobraban, e incluso sospechaba que jamás lo harían del todo.
Él también podía oler la sangre descender por su frente. No era la más deliciosa que había percibido, pero tampoco estaba mal.
En un impulso acercó una mano hacia su pálido y eterno joven rostro. Se acercó. La chica se sobresaltó y como poseída permaneció contemplándolo.
Anthony jaló de su larga trenza oscura hacia atrás. Podría aprovecharse, alimentarse de ella ya que ésta parecía anhelar morir, y recordó los sucesos de la noche pasada. "Todos son simples piezas, es mejor verlos como simples objetos, desechables y reemplazables.", había dicho Idris.
La soltó con brusquedad y apartó la mirada. No sería igual. Al menos no con quien demostrada verdadera lealtad. Recordando que si llegó hasta el campamento donde se ocultaban era gracias a Zareen.
La joven tampoco tenía tan buen aspecto, aunque sus heridas se habían cerrado, su lastimosa expresión y su trenza medio deshecha daba a entender el mal estado en el que estaba. Apenas y parpadeaba.
Anthony miró a la chica que estaba quitando las astillas y limpiando sus heridas de reojo. Se frotó el abdomen, aún dolía.
-¿Por qué?- no lo entendía.
-¿Cómo dices?- Zareen levantó los ojos hacia él.
-¿Por qué sigues aquí? Esta noche murieron quince de nuestros integrantes por mi culpa e Idris se hizo a un lado. Estuve a punto de morir, pudiste haberte ido.
La chica bajó la mirada sobrecogiéndose.
-No seguiré a nadie que no seas tú.
Anthony permaneció pensativo, como si lo dudara.
-Siguiéndome no puedo garantizarte nada. Podrías morir.
La joven rió de lado.
-Hace mucho que debí haber muerto. No pasa nada si de pronto lo hago, al menos no si tengo un propósito.
El vampiro pensaba que era estúpida. Parecía anhelar terminar con su inmortalidad.
Un crujido rompió la calma.
Se voltearon a ver alerta.
La joven se preparó y salió de la cabaña con sigilo preparándose para matar a los intrusos, temiendo volver a encontrarse con Isadora y que ésta dañara a su líder.
-Iré a echar un vistazo.
La noche enmudeció con ellos y justo cuando creían que había pasado, una oscura sombra cayó del tejado y apartó con una increíble fuerza a la chica.
El viento se incrementó.
-¡Zareen!
Anthony se reincorporó en seguida y corrió hasta la entrada. Ya había perdido demasiada gente en una noche.
Miró a su alrededor agitado.
Silencio total.
Había alguien, podía sentirlo.
-¡Detrás de ti!- jadeó la chica con la boca rota y el pecho ensangrentado temiendo lo peor.
Anthony se volvió pero no había nadie.
Una oscura sombra corrió a extrema velocidad, más rápida que su vista.
-Tienes que irte. Ellos vendrán por ti.- susurró la voz intrusa.
Como maldición, aquella voz retumbó más fuerte que los ruidos de la noche.
Petrificado, Anthony sintió sus helados huesos temblar.
Aquella voz fantasmal no podía confundirse, no podía pertenecer a nadie más que no fuera aquél ser.
Se volvió.
-¿Dan?
Sus brillantes y maliciosos ojos entre gris y verde, con un toque de ámbar, resplandecieron con perversidad.

Ocaso EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora