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"Tu actitud con esa criatura me parece bastante... Inquietante"
"¿Es que deseas conversarlo?"Las palabras de Carlo resonaron en su cabeza una y otra vez.
¿Conservarlo? ¿No tendría nada de malo, cierto?
Convertirlo no era una opción pero podría tenerlo ahí por siempre como un trofeo. ¿O no?
—¿Lo hice bien?– preguntó Dario tras tocar una pieza simple, sintiendo que se había equivocado muchas más veces.
—Sí, vas bien...– dijo Martín volviendo a poner atención.
Los últimos días había prometido enseñarle y asesorarlo, siempre y cuando leyera y estudiara el libro que le otorgó. Promesa con la que cumplió.
Su empeño y esmero le llamaban la atención.
La juventud era preciosa y los niños seres muy peculiares. Vivían en un mundo mortífero y ni siquiera lo sabían. Eran fáciles de complacer, a diferencia de los adultos que parecían jamás tener llenadera. Eran ambiciosos pero con gustos simples e inocentes y su alma era sincera, transparente.
Ellos eran todo lo contrario.
—Darío ¿te gusta estar aquí?
El Niño se volvió con una gran y dulce sonrisa que creaba dos hoyuelos en sus coloradas mejillas.
—Claro, me agradas Martín, tanto como tu música,
Lo vio durante un rato sintiéndose ¿feliz?
Los niños eran increíbles. El crecer traía muchos problemas que si los niños lo supieran jamás desearían ser mayores. Claro que el ser inmortal y a la vez un niño era un lujo que no podría existir. Eran insensatos, impulsivos y de decisiones poco firmes; el mundo sería un caos con líderes como ellos, y sobre todo eran frágiles, tanto que no sobrevivían el poder de la mordida.
De reojo volvió a ver al pequeño, que desde niño había crecido con la idea innata de asesinar.
Así como los inmortales tenían la ventaja de la eternidad que al final cambiaba su forma de pensar, en un principio nacieron y crecieron teniendo una vida normal y no era hasta que eran convertidos cuando se tenían que acoplar a la idea de asesinar para vivir. A los cazadores en cambio, desde pequeños se les sembraba la idea de que vivirían en las sombras y que matar era algo normal.
¡Vaya que era curioso!
Carlo irrumpió en la habitación, acompañado de dos altos y sombríos sujetos con extrema velocidad y una hermosa sonrisa triunfante.
—¡Señor, sobrevivientes prisioneros de Horace están aquí!
Dejó de tocar y se volvió.
—¿A qué te refieres?
—Sobrevivientes del laboratorio donde crearon a Luca están aquí.
Sus ojos brillaron con perversidad y se levantó con rapidez, incluso exaltando al niño.
—Manda a llamar a Isadora, a Ferra, y a Idris ahora.
Carlo asintió.
Dos mujeres, que solían ser las acompañantes de Martin, y que normalmente estaban en la habitación cumpliendo sus caprichos físicos, en silencio se acercaron y éste les ordenó que llevaran a Darío a su habitación.
Darío lo miró sobresaltado, y sin decir nada, creyendo ver un resplandor rojizo en los ojos del hombre y la orilla de sus colmillos, que de pronto lo pusieron alerta, como si estuviera viendo a otra persona.Un joven hombre de unos veinticinco años yacía sentado en un gran sillón.
Ya le habían acercado una jarra de sangre y bebía sin control desgarrando lo pedazos de piel que se habían filtrado, pero su mirar seguía sin perder un intenso tono escarlata.
Su pelo estaba largo y desaliñado con largas y gruesas rastas, su rostro estaba quemado en varias partes. Sus ojos eran enormes y negros, y uno de ellos lucia caído por los muchos golpes que había recibido. Su cuerpo estaba chupado de lo delgado y las múltiples marcas y cortadas ahora eran eternas cicatrices y hoyos que la falta de alimento le impidió curar a tiempo. A falta de sangre, su cuerpo dejó de curar con rapidez sobrenatural, como lo hacía su especie, y ahora tendría aquellas horribles marcas de por vida.
Suplicó otra jarra más, y cuando se la otorgaron, la bebió en apenas dos segundos, como si fuera la ultima gota en el desierto.
A los pocos minutos llegaron aquellos a los que mandó llamar, que francamente eran los más fuertes de su comunidad.
Una vez que terminó, se limpió el rostro y los miró, especialmente a Martín, con gran devoción.
—¡Mi señor! Creí que no lo volvería a ver.
—¡Zefo!
El líder lo reconoció. Setenta años atrás él mismo lo convirtió. Con razón los cazadores lo habían capturado, era relativamente joven.
—Dime ¿qué viste ahí?
Su mirada se llenó de dolor.
—Los cazadores tienen una especie de laboratorio y cuartos de tortura donde experimentan debajo de una de las casas de Horace. Pero eso no es lo peor, también lo hacen con humanos, hay decenas de jaulas con ellos. Y otra sala con decenas de nuestra especie.
Martín se acercó y sobó su cabeza compasivo, mientras le acercaba una jarra más.
—Dime más.
Sorbió a prisa.
—¡Incluso hace unos meses experimentaron con uno! Lo drenaron y rellenaron con transfusiones de nuestra sangre, al que después abrieron como animal y le implantaron un par de órganos de unos de los nuestros. Su nombre es Luca.– dijo riéndose. Todos se voltearon a ver.—Un simple humano que se ofreció como conejillo en lugar de su patética novia. ¡Pobre idiota! Hace un par de meses interrogaron a la chica, Soraya, creo que se llama. ¡Ella ni siquiera se acuerda de él! Con tantas drogas que le han dado y tantas pruebas e inyecciones de Paranesis le han atrofiado el cerebro.
Al parecer Luca ha sido el único espécimen que les ha salido bien, aunque tengo entendido que ya están recreando un suero similar para hacer más como él. – soltó una carcajada. Absorta, Isadora escuchó sintiendo un vuelco en medio del pecho.—Ese humano ha de odiar la hora en la que nació. Durante meses vivió encerrado en las jaulas de los vampiros, siendo torturado día tras día para probar la velocidad de sus habilidades de curación. Probaron con él todas y cada una de las armas creadas para nosotros, tan sólo para ver los efectos en su cuerpo, una y otra vez. Lo obligaron a vivir como animal y a alimentarse de carne y sangre humana. Incluso la primer sangre que le hicieron beber fue la de su propio padre, y probablemente él ni siquiera lo sepa. Y así fue hasta que éste aceptó cooperar con ellos y fue liberado. — volvió a reír con desdén, Carlo lo acompañó al igual que Idris, incluso sintiendo lástima por él.
Isadora permaneció petrificada. No tenía ni idea por todo lo que había pasado ni todo lo que le habían hecho. Aquello era ruin.
—¿Qué hay de Lisa? ¿Cómo lograste escapar?
Su expresión cambió.
—Fuimos siete, uno más pertenecía a nuestro nido, pero en el camino murió, así como la mayoría.
Nuestro escape se lo debemos a la hija de Carmen, al parecer esa fenómeno también está anotada en la lista de experimentos de Horace. Los cazadores quieren hacerla reproducirse con Joel, siendo que el mocoso no está, necesitan un nuevo sucesor, y ahora tienen la idea de que un niño con la sangre de ambos es el futuro de su especie. Al final, tras la intervención de Adolfo, lograron escapar, no sin antes crear un caos y abrir varias jaulas. Y al final, la misma chica fue quien mató a Lisa.
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Ocaso Escarlata
VampireLos años han pasado, las cosas han cambiado, al igual que las reglas. Ella ya no es la misma. Las calles se han vuelto peligrosas. La caída del nido ancestral trajo como consecuencia que muchos de los deambulantes se quedaran sin hogar y ahora va...