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Luego de aquel beso fallido, Frieda y Adler tomaron distancia de nuevo. Ella decidió alejarse enfocándose en la escuela y él hizo lo mismo con sus clases. Lo que sea que les estaba sucediendo se volvía peligroso y los hacía sentir inseguros, sin embargo, en los almuerzos o las cenas, o cuando se cruzaban por los pasillos, ambos eran capaces de experimentar toda esa tensión entre ellos, aquellas chispas que parecían explotar en el aire. A veces —y delante de sus padres—, Frieda hacía comentarios despectivos o irónicos hacia Adler, lo que la ayudaba a mantener a raya aquella emoción que la embargaba cada vez que lo veía llegar a la casa. Él por su parte, en ocasiones solo reía o en otras, le contestaba de la misma manera.

Mauricio consiguió el teléfono de Frieda y empezó a escribirle o llamarle, la invitaba a salir y aunque en un principio le pareció una mala idea, tras una noche en la que Adler dijo que saldría con Renée, aquello no le pareció tan descabellado. Después de todo si él podía divertirse con la chica, ¿por qué ella no podía hacer lo mismo?

—Deberíamos organizar una salida doble un día —añadió ella cuando lo vio listo para salir. Estaba guapísimo y tuvo que contenerse para no derramarle algo encima y frustrar su salida, la sola idea de él besando a Renée le revolvía el estómago.

—Eso sería una buenísima idea —respondió Adler observándola mirarlo desde la escalera. Llevaba un vestido de algodón negro, holgado y corto. Traía el pelo oscuro desparramado por los hombros y sus ojos verdes más enormes que nunca. Adler se sintió invadido por el deseo y las ganas de acariciar su cuerpo completo. Frieda lo volvía loco y él tenía que contenerse.

Cuando lo vio partir, frustrada se fue a su habitación. Se sentó en la cama y llamó a su amiga.

—Se va con la tipa esa, ¡no la soporto! —exclamó enfadada.

—Hola Frieda, ¿cómo estás? Yo muy bien, gracias —respondió la muchacha con ironía.

—Ya hemos hablado más temprano, Marcia. No necesito saludar cada vez que lo hacemos —respondió molesta.

—Si estás tan celosa y molesta, ¿por qué no se lo dices de una vez? ¡Dile que te gusta y le tienes ganas! —respondió Marcia riendo.

—¿Estás loca? ¡No puedo decirle eso!

—¿Por qué? ¿Por qué eres la chica y el chico debe iniciar la conquista? ¿No que te molestaban los estereotipos? ¡Pues anda y rompe con este, inicia tú el flirteo! —añadió emocionada, Marcia dando pequeños saltitos en su cama, donde estaba sentada conversando con su amiga.

—No es eso, es mi primo, Marcia. Además, ¿qué le digo? Oye... Adler, ¿qué tal si me besas de una buena vez por todas? —Marcia rio.

—Me parece increíble que de verdad quieras besar al sapo. Quién sabe y luego se convierte en un príncipe como en el cuento —añadió—. Ahhh, y por cierto, no es tu primo.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora