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Parece que hemos tenido problemas con la actualización del capítulo número 10, no les ha llegado a varios y muchos no lo pueden ver. Si ese es tu caso prueba a borrar la historia de tu biblioteca y luego agregarla de nuevo... O en todo caso me dejas tu usario y te etiqueto en los comentarios, eso ha funcionado con algunos... 

Si ya lo has leído pues... continuamos por aquí.


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La semana pasó muy rápido para Frieda que aprovechó para ir con su madre de compras y visitar antiguas amistades. De vez en cuando se preguntaba cómo la estaría pasando Adler en su campamento con sus amigos, ¿habría hablado con Ava?, ¿y si lo arreglaban? ¿Y si luego de arreglarlo decidía no viajar?

«¡Detén tus ideas, Frieda! ¡Si no viaja, mejor para ti! No queremos a ese sapo molestoso en la casa». Se decía a sí misma para evitar liberar el rumbo que querían tomar sus pensamientos.

Aun así su curiosidad era mayor y se había encontrado un par de veces espiando a Berta cuando le hablaba por teléfono e intentando descubrir qué le estaría contando. De hecho en ese mismo momento lo estaba haciendo, estaba escondida atrás de una puerta con la oreja pegada a la misma intentando descifrar la conversación.

—¿Qué escuchamos? —La voz de su padre y luego su figura colocándose en su misma pose al lado de la puerta la hizo saltar del susto.

—¿Yo? ¡Nada! —Se excusó, Rafael sonrió, conocía demasiado bien a su hija, más de lo que ella pensaba y sabía que algo estaba sucediendo.

Abrió la puerta e ingresó decidido, no sin antes tomarla de la mano para que entrara a su lado. Se sentaron en la barra de la cocina mientras Berta seguía hablando y ambos escuchaban la conversación.

—Lo sé, cariño. ¿Y hay chicas o son solo chicos? —Frieda se tensó, Rafael lo notó—. Ah... ok, pero no hagan locuras, Adler... ¿entiendes? Sí, también te amo. Cuídate, hijo.

Cuando Berta cortó se giró a ver a los recién llegados a su cocina. Rafael tomó una fruta de la mesada y fingió leer un periódico que allí se hallaba. Frieda solo sonrió incómoda.

—Era Adler —explicó Berta y Rafael sonrió.

—¿Sí? ¿Y qué dice? ¿Cómo anda todo por allí? —inquirió.

—Bien, se divierten. Esperaba que hubieran solo chicos, pero un grupo de compañeras también apareció por allá... espero no hagan locuras —suspiró Berta.

—Déjalos, son jóvenes —respondió Rafael sonriendo. Berta asintió y les pidió que observaran la comida que había dejado en el fuego mientras ella se iba un rato al baño. Rafael asintió y se levantó a mirar lo que se cocinaba en aquella olla.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora