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—No puedo creer todo lo que me has contado. Qué dura debió haber sido la vida de la tía... lo de mi papá lo sabía... pero no imaginé todo aquello. Además qué amor tan grande se tuvieron tus padres, ¿no?, cuantas cosas que atravesaron juntos —dijo Adler luego de haber escuchado atento todo el resumen de la historia. Al principio solo le iba a contar las partes apasionadas de la relación de sus padres, pero luego terminó contándole toda la historia.

Lo cierto era que Frieda adoraba a sus padres y tenía una gran admiración por la mujer que tenía por madre, sabía todo lo que había tenido que atravesar en su adolescencia y juventud y le parecía increíble que estuviera tan entera después de todo aquello.

—¿Sabes cuál es el mayor de mis miedos, Adler? —inquirió Frieda mirando al chico que negó con la cabeza—. Temo decepcionarlos... sobre todo a mamá. Ella ha luchado tan duro para salir a flote tras sus problemas de bulimia, el abuso al que fue sometida, el abandono, la depresión... y aun así fue capaz de juntar todas las piezas de su persona y volverlas a armar para darnos a nosotros lo mejor de ella... ha invertido tanto de su vida en enseñarme a ser una buena persona, que temo equivocarme, fracasar, hacerla sentir decepcionada de mí. Veo como mira a Taís, como la adora... pero Taís siempre ha sido perfecta, a veces siento que es la niña que mamá siempre quiso tener. Lo mismo solía pasarme contigo, eres como el hijo que ella adora, el perfecto que nunca se equivoca, el que es cariñoso, el que es educado... sin embargo yo siempre he sido la niña que no encaja, la que no es femenina, la que no es cariñosa, la que siempre se mete en problemas, la que de niña ensuciaba la ropa linda que me compraba o terminaba toda despeinada...

—¿Por eso es que siempre fuiste así conmigo? ¿Por celos? ¿Pensabas que la tía me quería más a mí que a ti o algo por el estilo? —preguntó Adler mirando a Frieda que en ese momento se dio cuenta de aquello que acababa de descubrir.

—La verdad, no lo sé... me molestaba tu perfección, sí... y oír a mamá y a papá siempre pedirme que me comportara contigo, que pusiera de mi parte... siempre era yo la que hacía todo mal y tú el niño bueno y perfecto —suspiró.

—Frieda, la tía Caro te adora... respira por ti, eres la luz de sus ojos. No deberías sentirte de ese modo, además, mi madre siempre dijo que el amor no pone etiquetas, queremos a las personas por lo que son, por cómo son... si alguien intenta cambiarte no te quiere, el amor es aceptar al otro como es, Fri. Estoy seguro que tía Caro y tío Rafa aman tu forma de ser, ¿quién podría no hacerlo? Eres única, original, espontánea, diferente... alocada y valiente.

—¿De veras piensas que soy todo eso? —preguntó la muchacha observándolo a los ojos, nunca había hablado con Adler de esa manera, nunca había hablado con nadie así... de hecho no sabía que sentía de esa forma con respecto a su madre hasta que simplemente lo exteriorizó.

—Por supuesto, y no deberías pensar así de la tía... ella está super orgullosa de ti... No te exijas de más tampoco, simplemente sé quién quieras ser. Eres la mujer anti estereotipos, recuérdalo —bromeó.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora