Camino deprisa, siento mis ojos arder y por la maldición que sea, no lloraré. No por Brad y no por sus palabras. No puedo entenderlo, ¿por qué decirme esas cosas a mí? que solamente estoy tratando de ayudarle.
Respiro profundo varias veces antes de abrir la puerta de mi casa y encontrarla vacía, el silencio esta por todos lados y por primera vez en mucho tiempo, me gusta esta soledad. Voy directamente a la cocina y busco un tarro de helado.
Hacerle bien a otra persona es hacerte mal tú. Es como un círculo vicioso en el que uno de los involucrados tiene que salir dañado, no importa quien, mientras salga dañado, no importa nada. Ya estoy bastante destruida para saber de lo que habló. Me desprendo de mis tenis y dejo caer mi cuerpo sobre el sillón, presiono uno de los botones del control y pongo uno de mis programas de criminología.
El amor nace de lo que nunca podremos ver, no podremos tocar o nunca podremos tener. Mi situación con Brad es la última, nunca podre tenerlo. Por el simple hecho de que es mi mejor amigo, también es gay, pero aunque no lo fuera. Un amorío con tu mejor amigo nunca termina en nada bueno. Luego estaría sin amigo y sin amor.
La puerta principal de la casa se abre de repente dando paso a un Brad con la respiración alterada por el esfuerzo.
—Eres la persona más sofocante que conozco —dice entre dientes mientras intenta tomar aire.
Su presencia invade toda la sala, que este aquí es tan normal, que mis instintos de supervivencia apenas se activaron cuando entro. Esta todo muy mal. Esto es muy malo para mí que no puedo alejarlo aunque quiera.
—¿Te puedes quitar del medio?—pregunto indiferente. Él está de pie en medio de la sala obstaculizándome la vista al televisor, entierro con fuerza la cuchara en el tarro de helado para después llevármela a la boca.
—¿Podrías escucharme? —Su rostro esta indescifrable. ¿Qué le escuche?, eso es justamente lo que yo quiero, que él me escuche—. Bien no me dejas otra opción. —Toma el tarro de helado de mis manos y lo deja en la mesita del centro.
—Pero...¿qué? —Todas mis ideas se evaporan cuando me toma de las manos, me pone de pie mientras él se arrodilla y toma mi mano izquierda entre las de suyas. Con una de sus manos saca un cajita negra de su chaqueta, dentro hay un bonito anillo de compromiso.
—¿Sara Mayer te casarías conmigo? —Brad esta arrodillado frente a mí, pidiéndome matrimonio y yo no puedo articular ni una palabra.
¿Será que ya se me cumplió el deseo?
¿Será que yo no me he levantado de la cama y esto es un sueño?
Varios sollozos se escuchan detrás de mí, volteo la cabeza y ahí están mis padres. Como unos fieles espectadores a la espera de mi respuesta.
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La prometida del Gay
Roman pour AdolescentsTodos los sueños e ilusiones son frutos de nuestros subconsciente hasta que las circunstancias se interponen y nos llevan a nuestro punto más frágil. Sara Mayer se verá entre el cielo y el infierno cuando acepte la proposición de su mejor amigo...