Capítulo 31

2.7K 236 13
                                    

Me dejó caer sobre un sillón de piel blanco y destenso mis piernas y brazos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me dejó caer sobre un sillón de piel blanco y destenso mis piernas y brazos. Tantas tiendas me van a volver loca, hemos recorrido más de cinco tiendas buscando el vestido perfecto, que por cierto no hemos encontrado, y si a eso le sumamos el infernal calor y la constante insistencia de mi madre, el resultado es que estoy a punto de arrancarme el pelo, hasta la última hebra.

Soy una gallina y al final no pude decirle nada a Brad. Nunca he podido discutirle nada y hoy no iba a ser la excepción. En cambio me vine con mi madre a hacer las compras para mi estúpido matrimonio.

Las tiendas están en una de las zonas más cara de la ciudad y todo porqué Brad insistió en que así fuera y mi madre no se opuso a pesar de todas las miradas de "¡no aceptes!" que le envíe. Al parecer mis súplicas son estúpidamente obviadas  por todos a mí alrededor.

—Sara, ven a ver —Llama mi madre por ochontecima vez.

Lelo, lelo soy de palo tengo orejas de pescado. Canto para mis adentros y me hago de oídos sordos, no voy a pararme de aquí por mucho, mucho rato. Daría lo que fuera por estar bajo el gran árbol de la finca Krieger.

—¿Te están volviendo loca, eh? —Enrique se sienta a mí lado.

¡Así!  ya se me había olvidado. Brenda y Enrique también están en el combó, "su opinión es importante querida".

—No tienes ni idea —digo entre suspiros—, estoy a punto de volverme loca. —Enrique esta algo raro y me mira fijo.

Su presencia no me molesta del todo, es como volver al pasado y  sentir lo bueno que era estar juntos, compartir la camaradería de estar en el mismo espacio y poder comunicarnos sin tener que hablar, a pesar de que los últimos días fueron los peores, no siempre fue así, no siempre me molestaba que me tocará y a decir verdad fue mi culpa, estaba con él mientras pensaba en Brad y eso me hacía sentir sucia y lo rechazaba por mi cabezonería.

—¿En qué piensas Sara? —Toma mi mano en una tímida caricia.

—En lo mala —y estúpida—, persona que soy. —Un nudo se forma en mí garganta y siento mis ojos arder.

—No eres mala Sara —Se queda en silencio unos segundo—, sólo que a veces no sabemos como dirigirnos a los demás y terminamos hiriendo a quienes queremos. —Me toma de la barbilla y hace que lo mire a los ojos —Me he lamentado cada hora de mi vida después de esa noche, esperó que algún día puedas perdonarme. —Se levanta del sillón y sale de la tienda dejándome impresionada y boquiabierta.

Siempre creí que lo odiaría mi vida entera, él me hizo daño, pero yo le hice mucho más, aunque no se note de buenas a primeras.

Secó las lágrimas, que prometí no derramar, que empiezan a caer por mis ojos y voy al baño.

¡¿En que monstruo me he convertido?!

¿Desde cuando engaño a los demás? Mas importante aún ¿desde en cuando me engaño a mi misma? Y de esta forma tan malditamente estúpida y sin escrúpulos.

La prometida del GayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora