Capítulo 18

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Nota de la autora:

¡Buenas! Os traigo el capítulo 18, espero que os guste, ¡qué lo disfrutéis! 

¡Buenas! Os traigo el capítulo 18, espero que os guste, ¡qué lo disfrutéis! 

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Había ido a comprar varias cosas para poder hacer la cena en casa de Marco, quería cocinar a su lado y que me enseñase algunas cosas para cuando estuviese solo en casa.

-Ya estoy aquí, Woody.

Entré bastante feliz en casa deseando encontrármele esperándome en la cocina con una gran sonrisa, pero la escena con la que me topé me rompió completamente el corazón.

-¿Qué es esto, Marco?

Mi expresión de máxima felicidad que traía se tornó a una totalmente seria.

-¿Qué hace él aquí y besándote?

Mi vista se fijó rápidamente en Aubameyang, el hombre que amenazaba con romper mi relación y que en este mismo momento lo acababa de hacer.

-No es lo que parece Mario.

-Oh, claro que si es lo que parece, Marco Reus.

No había cerrado la puerta del piso así que en este momento di un portazo que seguro que asustó a más de un vecino y dejé las bolsas de la compra en el suelo.

-Creo que cogeré mis cosas y me largaré a mi casa.

Estaba intentando parecer calmado, pero la rabia me consumía, quería pegarle una hostia a Pierre y gritarle cuatro cosas a Marco.

-Vamos a hablar, Mario. Las cosas se han puesto un poco tensas, pero puedo explicártelo.

-No quiero hablar, Reus. Ahora mismo estoy entendiendo lo que tú sentiste cuando yo me marché a Münich. Es tal la traición que me quema el pecho del dolor y las lágrimas están amenazando con salir, pero no permitiré que lo hagan, no voy a parecer débil delante de vosotros dos.

Me marché de casa de Marco con un gran dolor en el pecho y en cuanto llegué a casa me derrumbé, no podía parar de llorar y Ann salió a mi encuentro.

-¿Has discutido con Marco?- Preguntó ella ayudándome a levantarme y llegar hasta el sillón donde me tendió un vaso de agua.

Estaba temblando y se me notaba en como el vaso se movía entre mis manos.

-No hemos discutido, hemos roto.

Ann se puso pálida y le costó preguntarme, pero lo hizo:

-¿Qué es lo que ha pasado?

-He llegado a casa de la compra y me le he encontrado besándose con Aubameyang. Seguro que no es la primera vez, seguro que ha estado engañándome todo este tiempo, Ann.

-Lo siento, Mario... Lo siento mucho. Sé que no debes estar nada bien ahora mismo.

Ann me quitó el vaso de las manos y lo posó en la mesa, me dio un fuerte abrazo que me trasmitió algo de paz. Sin embargo, no pudo calmar mi sufrimiento.

-Mario...

-Dime Ann.

-¿Vamos a volver a Münich?- Cuestionó ella con algo de miedo en la voz.

-No, para nada. Nunca volveré a Münich y ahora tengo un largo contrato con el Borussia así que tendré que aguantar como sea convivir con ellos dos, se me pasará, supongo.

-Voy a estar apoyándote, Mario. Cuenta conmigo para lo que necesites.

-Gracias, Ann. Pocas veces te lo digo, pero eres una gran amiga.

Narra Marco:

-¡Lárgate de aquí, Auba! Lo único que has hecho es joder mi relación con Mario.

-Marco yo te amo.

-¡Deberías respetar que yo no lo hago! ¡Yo no te correspondo! Y lo único que acabas de provocar es que yo sea infeliz. Cuando amas a alguien, no quieres que sea infeliz. Tú realmente no me amas, Pierre.

-Yo solo quiero que seas feliz conmigo, Woody.

-¡Jamás me llames así! ¡Jamás! ¿Me oyes?- Grité histérico.- ¡Mi felicidad no está contigo, asúmelo ya!

Empujé a Pierre fuera de mi casa y dio un gran portazo. Me tiré al suelo y comencé a llorar. Pronto llegó Scarlett, había salido a pasear al perro que ella tenía porque no quería molestarnos a Mario y a mí. Pensó que ya estaríamos cenando así que había vuelto para cenar ella también y luego irse con Ann al piso de Mario, pero nada había salido bien hoy.

-Marco, ¿puedes contarme lo que ha pasado realmente?

-Sí, Scarlett.- Hice una pequeña pausa para secar mis lágrimas y así poder continuar.- Sunny...- Me detuve al ver cómo le había llamado.- Quiero decir, Mario. Se fue a hacer unas compras, a por algo de cenar para que pudiésemos cocinar juntos. Él quería que yo le enseñase un poco a cocinar, para cuando estuviese solo en casa, pero...- Mi voz se quebró.

-Tómate el tiempo que necesites, Marco. No te estoy presionando.

La rubia se levantó del suelo donde estábamos los dos tirados y buscó unos pañuelos para que yo limpiase mis lágrimas y pudiese seguir hablando. 


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