Habían pasado dos semanas desde nuestro primer beso y habíamos estado saliendo casi cada día desde entonces. Era tanto asombroso como terrible, lo último porque Justin no quería que nadie supiese que nos estábamos viendo el uno al otro.
Nuestra relación necesita privacidad, reivindicó. Si dices algo, las cosas cambiarán.
¿Cómo?, yo había preguntado.
En mil diferentes formas.
Está bien por mí, pensé. No es tan malo tenerle a él para mí misma.
Un domingo por la mañana, mientras estaba concentrándome en la pieza que tenía que saberme para la sesión de la siguiente semana con el Sr. Watson, Justin apareció. La forma habitual, vía mi porche. Yo había estado inmersa en el mundo de Paganini, mis dedos trabajando duramente para seguir el ritmo. Di un salto seco hasta la puerta, el arco saltando por los aires. Rebotó con el borde de la cama y cayó al suelo. Me agaché para cogerlo.
Justin rió mientras abría mi puerta.
—Esa canción da miedo. Podía escucharla desde que crucé vuestras vallas.
¿De miedo? Nunca la había imaginado así. Era, de forma definitiva, una pieza rápida, aunque yo no estaba ni cerca de poderla tocar en su tempo.
Justin me quitó el arco y lo puso en mi escritorio. Cogió mi viola, quitándomela de mi pecho. Sostuve mi respiración hasta que el instrumento llegó a salvo a su funda.
—No más práctica —dijo, cogiéndome de la mano—. Los domingos aburridos son algo del pasado.
—¡Espera! —Resistí su fuerza lo suficiente para poder escribir en un post-it "He quedado, más tarde vuelvo". Lo enganché en la pantalla de mi ordenador antes de dejarme llevar por su fuerza.
Fuera en la calle, Justin me enseñó su nueva motocicleta Yamaha —un regalo de cumpleaños retrasado de parte de sus padres. Yo no había montado en moto antes. Mantuve mis ojos cerrados el camino entero.
Llegamos a la entrada de su lugar favorito, y entonces cogimos un camino hasta la cima de la colina, detrás del edificio de su apartamento. El cementerio de Lowell, con un montón de yerbajos y yerba seca, parecía más un campo que un cementerio. Era casi difícil de creer que treinta y ocho personas de ocho familias diferentes estuvieran enterradas bajo nuestros pies, pero es lo que Justin había dicho.
—Deberíamos convocar una quedada aquí algún día —le dije—. Es muy silencioso.
Él negó con la cabeza.
—No quiero que nadie sepa de este sitio. Solo tú.
Cerré un poco mis ojos, asombrada por lo feliz que me hacían sus palabras.
Justin me tocó la barbilla con su dedo, dejando un beso que hizo que mi corazón resonara en mi pecho como una tormenta.
Cuando cogí aire, él dijo:
—Vengo aquí cuando me estreso. Me relaja.
Yo reí.
—¿Tú te estresas?
—Ciertas personas me estresan. Aquí arriba, puedo chillar todo lo que quiera y nadie puede escucharme.
Me acercó a él, sus labios entre mi cuello, mi mejilla y mi oreja. Cualquier pregunta que yo estaba por formular se fue volando, fuera de mi alcance.
...
A mitad de la pieza de Mozart "Eine Kleine Nachtmusik", el Sr. Watson elevó una mano.
—Empieza otra vez desde la medida tres. Y recuerda, es un allegro. Animadamente, Ariana, no es una procesión de funeral.
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The League → j.b → spanish version
Fanfiction"Querida Ariana, Has sido escogida para unirte a la Liga. Una reunión secreta tendrá lugar en el estanque de Stafford, cuarta mesa de pícnic a la derecha, a las diez de la noche. Noche del miércoles. Ven sola y asegúrate de que nadie te siga o no vo...