Capítulo once.

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El novio más reciente de Tiffany Miller, un chico de París de intercambio, la presionó contra la pared de la cafetería, devorándola con su boca hambrienta. Cada pocos segundos, Tiffany se tiraba para atrás para coger aire. Por supuesto, esos actos de lujuria eran para el beneficio del cuerpo de los estudiantes. Tiffany era la chica más deseada en Kennedy, y todos tenían que saberlo. Yo esperaba que se ahogara por falta de oxígeno.

Encontré a Zoe sentada sola en una mesa cerca de la entrada arqueada de la cafetería. Ella también estaba mirando a Tiffany, quien intentaba escurrirse del agarre de su novio. La situación parecía que encendía cada vez más al chico. Libre al fin, Tiffany caminó por la cafetería, recolectando más votos para ser la reina de la promoción.

Zoe me vio. Ella se cantoneó hasta la cola, imitando la caminata de Tiffany. Parecía que estuviera modelando para la última colección de Third Infantry Division. Reí ante mi propia broma.

Cuando la hora de comer terminó, seguí a Tiffany y al señor París mientras caminaban por el pasillo, ocasionalmente apartándome para dejar pasar a la gente. Me giré hacia una taquilla que estaba a mi lado y pretendí que era mía. No importaba tampoco porque ellos no sabían que yo vivía. El señor París metió su mano debajo de la camiseta de Tiffany, y ella tiró su cabeza hacia atrás, riendo.

Con una seductiva sonrisa, él se marchó. Tiffany esperó que girara la esquina para pasar por mi lado y entrar en su clase. Unos años atrás, ella me hubiera golpeado con el hombro mientras pasaba por mi lado, pero ahora me había vuelto invisible. Podía vivir con eso.

Yo me quedé ahí plantada pensando en Justin -imaginándome sus labios, tan suaves como terciopelo, buscando los míos...

-¿Señorita Grande? La campana es para clase, no para la siesta. -Mi profesor de cálculo, el Sr. Furino, se plantó delante de mí, vistiendo su ropa del entrenamiento de su hora de la comida. Presioné mi mochila en mi estómago y pasé por su lado.

...

El ruido de algo golpeando fuertemente un metal me sacó de mi aturdimiento producido por la lujuria.

-¿Qué está pasando? -preguntó Jill Bengley delante mío.

-Alguien le está pegando a Morris -alguien respondió.

Otra voz dijo:

-Era cuestión de tiempo que alguien le pegara.

Un libro se me escapó de las manos. No me molesté en cogerlo. Fui hasta la esquina, chocándome con gente.

Al lado de las escaleras, Richie estaba en el suelo, sus hombros temblando y sollozaba silenciosamente. Sangre chorreaba de su barbilla.

Dave Harper estaba por encima de él.

-Sé que estás detrás de esto. Estabas en la oficina de correos, ¿no? Sabía que había escuchado algo ahí. -Se acercó más, dándole a Richie una visión amplificada de su brazo roto-. El doctor ha dicho que nada de deportes por meses. ¿Qué si te rompo ambas piernas como cambio?

Richie cerró sus ojos.

-¿Has perdido la voz, homo? ¿Quieres pensar? -Dave le movió con su brazo sano. Richie dio vueltas hasta llegar a él, recogiendo sus piernas hasta su pecho como una tortuga sin caparazón.

Yo no podía aguantarlo más. Solo había dado un paso cuando alguien me cogió la camiseta y me tiró hacia atrás. Me giré enfadada, con los puños apretados.

Los ojos de Justin eran navajas.

-Está bajo control, Ari.

Su agarre en mi muñeca era tan fuerte que el mínimo movimiento dolía. Miré a Richie, impotente.

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