Capítulo cinco.

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La intensidad de la quedada hizo que los siguientes días silenciosos fueran tristemente grises. Entre clases, buscaba por mi taquilla, por los bolsillos de mi chaqueta, entre las páginas de mis libros.

Ninguna nota. Nada.

De vuelta a la clase de ensayo de orquesta durante el almuerzo, enfrenté un Paganini. Pensamientos de Justin y la Liga navegaban por la parte menos demandante, causando que mis manos apretaran tanto las cuerdas como para dejar marcas.

Al cuarto día de espera, yo estaba con un humor de perros. Estaba de camino a mi clase de lectura cuando alguien me estiró de la capucha de mi chaqueta. Di una vuelta sobre mí misma, preparada para encargarme del culpable.

Nora apareció de la clase de lengua.

-Hola, Ariana.

Me sorprendió lo feliz que estaba de verla.

-Hello, bonjour y guten tag.

-Me preguntaba si, bueno, ¿has recibido alguna... ya sabes, correspondencia?

-¿Te refieres a alguna nota? No, ¿y tú?

Sacudió su cabeza.

-Nothing. Vale, bueno, podrías avisarme si recibes algo.

-Por supuesto.

Una mano se reposó en mi mano. Justin se puso entre nosotras.

-Está bien mandarse e-mails entre vosotras o quedar después de la escuela, pero, por favor, no habléis en la escuela.

-¿Por qué no? -pregunté. ¿Amigos que no podían hablarse en la escuela? En la escuela era cuando más los necesitabas.

-Lo explicaré después. Solo confía en mí.

Todo lo que escuché fue "después". ¿Cuándo? Le quería preguntar que cuándo era "después".

Dejó de apretarme, pero su mano siguió en mi hombro.

-Nos encontraremos en las gradas descubiertas a las cinco menos cuarto.

Mi corazón comenzó a acelerarse, incluso aún faltando más de cuatro horas. Sentí que mi mal humor se iba como agua sucia en un desagüe.

-En realidad, tengo que estudiar para dos exámenes, treinta y cinco páginas por leer y un escrito profundo sobre el valor de los toques de queda en los adolescentes en zonas urbanas por hacer -dijo Nora-. Pero puedo encontrar tiempo.

Oh, no, pensé mientras revisaba mi horario. Los viernes por la tarde tenía mis clases de viola con el Sr. Watson.

-No creo que pueda ir hoy -le dije-. Tengo clase particular.

Las cejas de Justin se elevaron. Parecía como si nunca hubiera escuchado sobre clases privadas antes. Estaba a punto de aclararle que era para mi viola cuando dijo:

-Vale, Ariana, tendremos que quedar sin ti.

¿Quedar sin mí?

-¿No podríamos quedar el sábado o el domingo? Estoy libre en cualquier momento... -Me sonrojé, dándome cuenta de que acababa de admitir que no tenía planes este fin de semana.

Justin recogió su mochila del suelo.

-Nunca será fácil quedar todos juntos si no lo hacemos una prioridad. -Empezó a irse.

-No, espera. Tal vez... tal vez pueda llamarle y decir que estoy enferma solo esta vez. -No me había saltado ni una sola sesión con el Sr. Watson en meses. Y la gente se ponía enferma en febrero.

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