Violacion

60 5 0
                                    


El periodo es una de las grandes molestias que sufrimos las mujeres. En algunas ocasiones, puede ser el desencadenante de un drama.

Todavía estaba fresca en nuestra memoria la aventura pasada en Sierra Morena. Yolanda nos había llevado en su coche hasta "JS", aprovechando el viaje para quedarse de fiesta en el pueblo. Desde nuestra privilegiada posición, pudimos comprobar como su belleza atraía a un sinfín de intrépidos galanes, a los que despachaba siempre con una sonrisa. En algún momento de la noche, cuando nos juntamos las cinco en la barra de la disco, se unió a nosotros Julián, invitado al parecer por nuestra compañera de juerga, no separándose ambos en toda la noche.

El domingo de madrugada, regresamos de vuelta a Almaden, repartidas entre los coches de Julián y de Yolanda. Las calles prácticamente vacías, excepto algún trasnochador que todavía no se había recogido, o algún madrugador que no sabia apreciar lo bien que se podía disfrutar de la cama, recibieron nuestros cuerpos muertos de cansancio. Una ducha en casa de Martín y un sueño reparador dieron paso a un domingo que iniciamos pasadas unas cuantas horas del mediodía,

Cuando me levanté, pude percatarme que solo quedábamos en la vivienda mi compañera de cama y yo, o sea Arantxa, habiendo desaparecido de la vivienda el resto de los moradores. Una nota escrita a rotulador con la pulcra caligrafía de Laura Dos, nos aclaró donde estaba el resto de habitantes de la casa.

- Nos esperan a comer en Casa Concha – Informé a Arantxa – Dicen que nos espabilemos si queremos pillar la cocina todavía abierta.

Otra anotación, debajo de la de nuestra compañera, y en esta ocasión de Yolanda, nos abría las puertas de su armario para que dispusiéramos de lo que nos fuera de menester. Aprovechando la oportunidad para cambiar la indumentaria – No era plan ir siempre vestidas con los vaqueros y las dos o tres camisetas que echábamos en la maleta – estuvimos demorando más nuestra llegada mientras Arantxa se probaba algo de ropa y yo trataba, no sin esfuerzo, de meter mi trasero en una falda de la aludida.

Eran casi las cuatro de la tarde cuando abrimos la puerta del restaurante en busca de nuestra comida. Vestidas y maquilladas, con una buena ración de plancha en nuestro pelo, no teníamos nada que ver con las dos individuas que habían llegado al pueblo la noche anterior. Una falda que malamente contenía en su interior mis glúteos, una camisa blanca a la que había dado un par de vueltas a los puños para que nos se me viera tan enorme, ambas de Yolanda y por lo tanto unas tallas más grandes de la mía, y las botas de mosquetera del trabajo, me daban un aspecto totalmente diferente. Arantxa, con un entallado vestido negro, ceñido por la cintura con un cinturón y una cazadora de piel del mismo color, unos zapatos que le pasarían factura, porque, por mucho que se empeñara, sus enormes pies no eran los diminutos pies de Yolanda, hizo que todas las miradas del local se clavaran en su esplendorosa figura de diosa.

Localizamos al grupo sentado en una larga mesa, con Julián incluido.

- Nos habéis pillado por los pelos – Dijo Laura – Ya estamos con el café.

- Es que tienen que ponerse bien guapas. Bueno, que ya lo son – Contesto Yolanda, pasando el dorso de su mano por mi cara en una suave caricia de afecto – Venga, pedir algo que os esperamos.

Así lo hicimos. Cuando fuimos a pagar, empezó una pequeña discusión entre Laura Dos y Martín, este último con el apoyo de su hija, donde ambos trataban de hacerse cargo de la cuenta, decantándose la balanza finalmente por mi amiga, llevándose la nota que al final incluiríamos en los gastos del grupo.

Laura Dos y Martín se levantaron y nos dejaron en el local, marchando, según Yolanda, posiblemente a visitar la capital del Betis, mientras que el resto permanecimos en el pueblo el resto del día. La verdad, tampoco había muchas ganas de viajar.

Gogo girlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora