Entre tanto...

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Bueno, pues ya están hechas las presentaciones y narrado como se creó el grupo, que creo que es la principal manera de empezar a conocernos. Ahora ha llegado el momento de contar como pasábamos el tiempo entre uno y otro viaje, o lo que es lo mismo, como iba siendo nuestra vida habitual en el día a día.

Lo primero. Dado que ni Laura ni yo éramos grandes bailarinas – si se tiene en cuenta que lo mas cerca que habíamos estado del baile era dar unos saltos en la discoteca - y, nuestra forma física no era de lo mas envidiable, siguiendo las recomendaciones de Laura Dos, nos inscribimos en un gimnasio. Bueno, para ser sincera, yo ya llevaba inscrita desde que me uní al grupo al finalizar el verano, y Laura se inscribió en el mismo momento de unirse. Tanto la una como la otra, en sendas localidades de residencia.

En mi caso, nada mas unirme y al objeto de aprovechar al máximo los sesenta euros que me costaba el gimnasio, además de las clases de "zumba", las cuales me ayudarían a mantenerme en forma a la par de que a practicar movimientos de baile que luego podría utilizar en mi quehacer diario, me decidí por el "spinning", esa modalidad en la que en lo alto de una bicicleta estática, desarrollas una actividad física cuya única función parece buscar como última finalidad, el expulsar el corazón desde el interior de tu cuerpo por la boca.

Con esta nueva afición, a la cual le cogí cierto gusto, acabé comprándome en un segunda mano, una bicicleta de mountain bike, con la cual era fácil localizarme en las Rozas realizando mis desplazamientos habituales.

Tras machacarme las mañanas de lunes a viernes en el gimnasio, por las tardes, Laura Dos y Arantxa me torturaban enseñándome movimientos de baile mas sensuales – no iba a subir a un escenario-barra-mesa, a repartir puñetazos o a subir mis rodillas hasta la barbilla – para de esa manera lograr una mayor coordinación entre las tres, con la mera finalidad de no parecer un pato mareado, cuando viernes, sábados y algún domingo, por la noche, trabajaba junto a ellas.

En el momento de unirse la pequeña Laura, aunque fue recibida con la mayor de las alegrías, nos surgieron las primeras dudas dado que esta posiblemente no pudiera alcanzar el mismo nivel, tanto físico como coordinatorio con el resto, dado su tardía incorporación, así como su inexperiencia y lejanía. Sin problema. Siguiendo las indicaciones de Laura Dos, la joven Laura pasó por los mismos niveles en los que yo me había visto inmersa, solo que de una manera mas acelerada y por su cuenta. Asistía a un gimnasio de lunes a jueves en su Medina natal, trasladándose los jueves por la tarde en tren hasta las Rozas, donde, tras estudiar nuestros movimientos, a continuación se unía en su realización, mostrando una coordinación sorprendente.

Este hecho, unido a sus habilidades "bailaristicas", despertaron nuestra curiosidad, iluminándonos una tarde de viernes con sus explicaciones. La pequeña y astuta Laura, cuando llegaba a su casa por las tardes, se entretenía visionando a través de Internet, videos de actuaciones de baile, los cuales encontraba en paginas tan curiosas como "Castellón baila" y similares, habiendo conseguido en dos meses, un nivel, que si bien estaba a la altura de las otras dos componentes del cuarteto, he de reconocer que estaba muy por encima del mío.

También Laura había decidido ampliar sus horizontes deportivos, solo que ella optó por el "running", el cual salía – y sale - ha practicar a primeras horas de la mañana todos los días – sábados y domingos incluidos, aunque llegue reventada de trabajar. Como consecuencia de esta fuerte actividad deportiva, aparte de las consabidas lesiones que no la apartaron en ningún momento de sus quehaceres, Laura vió – bueno y las demás también – como su ya de por si menudo cuerpo, se volvía mas menudo llegando a unos niveles increíbles de "canijismo".

Laura tenía un problema añadido. Bueno, más que un problema, podíamos decir que era una devoción. A saber: su hija, que por entonces tenia tres años. Laura tenia que dejar a su hija en casa de sus padres, con la consiguiente separación durante los tres días y pico en los que se venia a residir con el resto a las Rozas y juntas nos dirigíamos después hacia nuestros lugares de trabajo. A pesar de su juventud, ambas tenían una unión especial, pudiendo observar con el devenir del tiempo, como sus separaciones eran similares a las que podía tener cualquier madre, cuyo hijo se fuera a la guerra. Durante su separación, Laura llamaba continuamente a casa de sus padres para hablar con su hija, manteniendo conversaciones que eran de lo más inconsistentes, pero que al finalizar estas, podías observar los cambios de humor que obraban en la madre, tras escuchar la aguda voz de su hija.

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