Tiempo intermedio

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Bien. No voy a contaros todo lo que transcendió durante el verano, o el día a día como si fuera un diario, pues de esa manera conseguiré el remedio contra el insomnio. Creo que lo más justo, será contaros los hechos mas destacados durante nuestro periplo andante, tanto durante el verano como el invierno.

En el primer tiempo durante el que estuvimos juntas, no ocurrieron un sinfín de hechos a destacar, si se exceptúa la primera actuación en grupo, así como lo que vino detrás. Narrar lo que fue el verano y parte del otoño de ese lejano año, seria una repetición constante de los hechos.

Cuando acabó el verano, al igual que bajaron las temperaturas, bajo nuestro ritmo laboral, por lo que, para poder sobrevivir en el día a día, Laura y yo retornamos a nuestras anteriores actividades, mas o menos en el mes de octubre, con un ligero intervalo de tiempo ambas. Laura Dos, volvió al gimnasio donde impartía clases de zumba, fitness, step, body puma y spinning durante el invierno, y donde tenía la suerte que la guardaban la plaza mientras el periodo estival, dado que si en verano subía nuestra actividad laboral, la del gimnasio descendía de forma inversa, pasando al sentido contrario durante las épocas mas frías.

Y Arantxa...Bueno, pues Arantxa volvía a su trabajo como voluntaria en el Centro de Rehabilitación, donde, aunque ganaba una mierda, por lo menos sacaba algún ingreso, además de la satisfacción de ayudar a otras personas a salir del pozo en el que ella había caído tiempo atrás.

Quiso la fortuna que yo trabajara en un bar de barriada, en mi Ávila natal, en el cual, aunque no ganara un despropósito, la viuda Maria del Mar, su dueña, como buena católica que era, cerraba durante los domingos y fiestas de guardar, dado que su clientela se componía de abueletes del barrio y personal de la clase trabajadora, no obligándola, como en otros establecimientos, ha tener que abrir los domingos en busca de clientela mas joven y mas nocturna para poder ganarse el jornal – Lo de cerrar los domingos y festivos por ser buena católica, es una ironía. Cerraba por que no tenía apenas clientes los días festivos – La buena de Maria del Mar, siempre guardara un recuerdo especial en mi memoria, pues además de ser una jefa comprensiva – su viudez la obligó a seguir al frente del negocio de su marido – fue la persona que mas amplió mis conocimientos sobre el arte culinario, algo que la agradeceré eternamente.

Esta vuelta a nuestras antiguas actividades, me obligó a volver a vivir nuevamente en Ávila y dejar el piso que compartía con mis dos compañeras en Las Rozas, retornando nuevamente al nido paterno aunque, añorando la independencia que había tenido con mis compañeras, transcurridos un par de meses de mi residencia, me decanté por alquilar una vivienda en la cercana población de Tornadizos, donde el coste se ajustaba mas a mi precario bolsillo – Las ventajas de vivir en un pueblo pequeño – Y como distaba de mi trabajo solo ocho kilómetros, era prácticamente lo mismo que vivir en la capital. Además, contaba con un buen enlace de autobuses pudiendo verme, todo aquel que pasara por la carretera a eso de las diez de la mañana, esperando al bus, abrigada hasta los ojos. En este pueblo, por la mitad del precio de lo que valía un mini apartamento en la capital, disponía de una casa – no muy grande, todo hay que decirlo – con un patio y una chimenea en la cual instalé una estufa de leña para calentarme – No tenia calefacción, por eso me la dejaron tan barata - No es que fuera un palacete en la sierra, pero se ajustaba a mis propósitos entonces, continuando habitando la misma vivienda en la actualidad.

Y he aquí el porqué de mi agradecimiento a la viuda Maria del Mar. Sus enseñanzas en la cocina, en la cual trabajaba echándola una mano, cuando no estaba detrás de la barra, me sirvieron para poder elaborar comidas decentes cuando me hallaba en mi casa, y dejar al lado la comida precocinada y las hamburguesas que había estado comiendo hasta el día en que regrese a la casa de mis padres. También, como en el bar trabajaba a jornada partida – Desde las once de la mañana hasta las cinco de la tarde, y desde las ocho de la tarde hasta prácticamente el cierre – y con la finalidad de evitar desplazamientos hasta mi casa con el consiguiente aumento de gastos, me permitía permanecer zanganeando en el local, viendo la tele, leyendo o dormitando sentada junto a una de las mesas del establecimiento, salvo el rato en el que me iba a un gimnasio de la capital a quemar el abundante rancho que degustaba diariamente y a cuenta de la casa en su bar. Esta suerte de manutención, que entraba dentro de las condiciones del trabajo, me permitía vivir holgadamente, dado que para cenar, muchos días me llevaba a casa la comida del menú que había sobrado, limitándose prácticamente mis gastos, a los producidos por el alquiler de la casa, el agua y la luz – Este último suele ser bastante elevado –

Y no nos olvidemos de Laura. Aunque había seguido viviendo en Medina, había estado perdiéndose con nosotras prácticamente durante todos los días del verano, y con mas intensidad los fines de semana en dirección a los destinos inciertos donde trabajábamos, retornando a su casa los domingos por la noche o los lunes por la mañana, según se terciara. Una vez que nuestro volumen de trabajo empezó a decaer, limitándonos a trabajar, eso si, prácticamente todos los fines de semana, pero en muchas ocasiones solo los sábados, viendo como su potencial económico caía de forma imparable, armándose de valor, fue a su antiguo trabajo, como a otras nuevas ofertas, con la finalidad de regresar a la actividad laboral, si bien, su anterior jefe había cubierto su ausencia echando mano de uno de sus hijos que había desistido en la continuidad con los estudios, viéndose prácticamente mi amiga con una mano delante y otra detrás, recurriendo, como muchos en este país, a la ayuda paterna – Que haríamos si no estuvieran los padres para tan grandes ocasiones – hasta que bien llegado noviembre. Empezó a trabajar en una empresa de limpieza, abrillantando las oficinas de un par de bancos de la localidad, viendo como, de la noche a la mañana, cambiaba el traje de lentejuelas, medias de rejilla, tacones altos y maquillaje, por la opaca bata de limpiadora, mocho, cubo de fregar y bayeta incluida, aunque esta digna actividad la permitía estar libre desde el viernes al medio día, hasta el lunes a las seis de la mañana, sacando algún dinerillo en claro cuando teníamos algún fin de semana ocupado.

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