Despedida de soltero

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¿Por donde íbamos?

¡Ah, si! Teníamos nuestra propia página en Internet. Al fin habíamos entrado en el siglo XXI. Laura Dos y yo nos encargaríamos de atender la pagina, así como las peticiones que nos fueran llegando por correo electrónico, la gestión de clientes – Comprobando la veracidad de aquellos que de verdad querían contratarnos, con aquellos que se aburren en casa y se dedican a entretenerse gastando bromas on-line – y de contactar con los interesados que se habían puesto en contacto con nosotras por correo electrónico.

La página llevaba cuatro meses funcionando, y aunque no fuera mal, tampoco es que tuviéramos un aluvión de clientes, pero permitió que Laura Dos retirara los anuncios de la prensa escrita, quedando desechado totalmente este medio de contacto.

Era allá por marzo, cuando entre aquellos correos que nos llegaban reclamándonos para los más diversos eventos, apareció una nueva propuesta. La apertura a Internet nos había abierto nuevos horizontes y lugares prácticamente desconocidos y ante la demanda laboral, nos adaptábamos de la mejor manera que podíamos, desplazándonos las cuatro en alguna ocasión, o tres, o dos, según se nos demandara, o dividiendo el grupo para atender a varios compromisos a la vez, en diferentes lugares y fechas. Hecha esta aclaración, encontramos un anuncio que para la interesada era una novedad. Como ya comente anteriormente, tanto Laura Dos como Arantxa, realizaban muy de vez en cuando alguna despedida de soltero, siendo Laura y yo, vírgenes en dicha materia. Bien, el correo de Máximo – así se llamaba el remitente – reclamaba información sobre la disponibilidad de Laura, para llevar a cabo una despedida de soltero, en un remoto cortijo, de un pueblo de la provincia de Ciudad Real, llamado Solana del Pino, ubicado en las estribaciones de la Sierra de la Umbría.

Hasta ahí, no había mayor problema. El único que se nos presentaba, era la disposición de nuestra amiga para trasladarse a un lugar ignoto, encerrarse en un cortijo con una veintena de tíos, desnudarse y encandilar, además de al novio, a alguno que fuera mas inofensivo, para regresar con los correspondientes emolumentos por su trabajo, todo ello, preservando su integridad física. Tampoco se trataba de una solicitud de las que atendían habitualmente Laura Dos y Arantxa, dado que hasta la fecha, se habían limitado a atender este tipo de peticiones en el ratio de la Comunidad de Madrid, en despedidas que se llevaban a cabo en bares, hoteles, pisos y urbanizaciones, y que por norma general, acababan antes de tiempo con la llegada de la Policía o de la Guardia Civil, a requerimiento de las quejas del vecindario por la algarabía montada.

Hablé con Laura Dos, desechando por mi parte desde el principio cualquier intento de convencer a nuestra amiga para que se trasladara hasta la despedida. Del tiempo que conocía a Laura – ya casi un año por aquellas fechas – sabría que obtendría un "no" rotundo por respuesta. No era solo el hecho de tener que exhibirse delante de una veintena de tíos. En las fiestas lo hacíamos delante de muchos más. Era el hecho de tener que desnudarse delante de esos veinte tíos, encerrada en una habitación, sin ninguna compañera al lado, que aunque pareciera una chorrada, el ver una cara amiga a tu lado, siempre inspiraba confianza.

Tras los vanos intentos por parte de Laura Dos para que Laura aceptara el trabajo, esta se puso en contacto conmigo, para informarme del resultado de sus malogradas gestiones.

- Nada, que no hay manera – Su voz por el teléfono sonaba cansada – Dice que no. Que no solo es por el miedo. Que solo de pensar que podría pasar si sus padres o un vecino, o cualquiera que la conozca, se enteraran o viera alguna foto por ahí, la da un chungo –

- ¿Entonces? – Pregunté – ¿Lo desechamos así, sin mas? –

- Podríamos hablar con el Máximo y que se decida por otra - Ya habíamos hablado de esto cuando pusimos la página, y no íbamos a saltarnos la norma así, a la primera.

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