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Los restos de la fiesta de cumpleaños aún permanecían dispersos por todo el living. Las guirnaldas colgaban de las paredes, los platos donde anteriormente hubiésemos servido pastel se hallaban sobre las mesas, y varios pedazos de papel para envolver desgarrados decoraban el suelo.

Ya era hora de que Merry se fuera a dormir, pero debido a que tenía aún en su cabello restos de pastel así como glaseado sobre su rostro, Eddie la había llevado arriba para que tomara un baño. Decidí unirme a ellos una vez me hube hastiado, decidiéndome a dejar estar el suelo como estaba para limpiarlo apropiadamente a la mañana siguiente.

Me detuve en el umbral de la puerta del baño por un momento antes de que advirtieran mi presencia, viendo a Eddie sentado en el borde de la bañera sólo con sus bóxers, con un tobillo dentro del agua desde donde la pequeña se hallaba salpicando los azulejos. Me acerqué y le acaricié la espalda de él antes de rodear su cuello con los brazos y apoyarme sobre su hombro.

-¿Cómo te va, Merry? -Le pregunté dulcemente, sonriéndole- ¿Has disfrutado tu cumpleaños?

Ella asintió con fervor antes de que se enrojecieran sus mejillas. Me miró significativamente y ambas reímos, sumidas en una complicidad de la que Eddie quedaba excluido.

-¿De qué hablan? -quiso saber, mas ninguna de las dos le respondió.

-Nada, amor. Cosas de chicas. -Él frunció el ceño.

-¡No es posible que mi princesa hable de cosas de chicas! -Fingió molestia, a pesar de que verdaderamente se sintiera afectado debido al notorio crecimiento de su retoño. Merry, por su parte, se llevó un dedo a los labios, indicándome que no le revelara aquel secreto a su padre.

-Sólo te saldrás con la suya porque es tu cumpleaños. -le dijo él, hundiendo su mano en el agua y salpicándola suavemente. Ella se retorció para esquivarlo mientras reía a carcajadas-. No deja de aprender de ti -señaló Eddie, en parte orgulloso aunque aún aparentara sentirse contrariado.

-No es algo malo, ¿no? -pregunté sinceramente, mientras que él le hacía cosquillas en el estómago a Merry. Caí en la cuenta de que tenía la inconfundible risa de Eddie.

-Está bien, mi amor. Es hora de ir a la cama -dijo Eddie finalmente, saliendo de la bañera para levantar a su hija y ponerla sobre el suelo del baño. Rápidamente la envolvió en una enorme y mullida toalla que sólo dejó expuestos sus ojos y su nariz. No pude evitar sonreír, ciertamente absorta, mientras observaba cómo él la secaba. Luego le alcanzó su pijama y sostuvo su mano para que se mantuviera en pie mientras se vestía, antes de secarle el pelo con tal vigor que una risa se escabulló por debajo de toda la tela. Cuando él se deshizo de la toalla, ambos la vimos sonreír, mostrando el diente que le faltaba y a su melena oscura y mojada en forma de un enredado lío sobre su cabeza. Deposité un beso en su frente antes de dirigirme a nuestra habitación para ponerme el piyama.

Cuando volví a ellos, Eddie había cepillado su cabello y Merry se encontraba metida en la cama, con las sábanas hasta su mentón. Acababa de pedirle a su padre que le cantara una canción. Eddie, que por lo general era más proclive a leerle historias antes de dormir, cedió, y al tiempo en que acariciaba parsimoniosamente el cabello de su hija, susurró:

She's got a smile that it seems to me reminds me of childhood memories, where everything was as fresh as the bright, blue sky.* cantó él, convirtiendo aquel clásico en una canción de cuna. Merry sonrió, contemplándolo con los ojos anegados tanto de cariño como de admiración─. Now and then, when I see her face, she takes me away to that special place and if I stared too long, I'd probably break down and cry-. Fueron los ojos de la pequeña cerrándose lentamente mientras oía a su padre cantar. Y a medida que ella se dormía, Eddie se limitó a tararear la melodía restante.

Feliz cumpleaños, dulce niña mía. -musitó muy por lo bajo. Besó a su hija en la sien luego de hacer a un lado el cabello que permanecía sobre su rostro, y a mí en la cabeza al salir de la habitación.

-Tu padre te ama mucho, y también yo, preciosa. Feliz cumpleaños -susurré, sintiéndome enternecida al ser testigo de la relación que ambos mantenían. Deseé haber tenido un padre como el que ella disfrutaba, aunque la vida hubiese sido igualmente generosa conmigo en el instante en que Eddie se cruzó en mi camino.

Cuando regresé a nuestra habitación, Eddie me observó mientras apartaba el acolchado y se sumergía entre las sábanas. Rodeó mi cintura con su brazo y me atrajo hasta su cuerpo antes de que su nariz encontrara mi cuello y besara mi piel expuesta.

-Tu bebé está creciendo. -Le recordé, haciéndolo sentir nostálgico. Inevitable pensé que en caso de haber dicho nuestra bebé, no le habría afectado de forma negativa, sin embargo, a mí continuaba pareciéndome inadecuado. Sentí su sonrisa contra mi piel.

-¿Qué es eso que me ocultan? -preguntó, a sabiendas de que no era más que un asunto de niños.

-Me ha dicho tu hija que le gusta el pequeño Alan. Y que hoy él le ha dado un beso en la mejilla.

-¿El niño rubio del 8C? -respondió con seriedad-. Su padre no me agrada.

-¿Y qué? No van a casarse. -Eddie resopló- Al menos espera hasta que sea adolescente para sentirte celoso.

-Es mi niña, y no quiero que nadie la lastime...-La frase quedó en el aire, dejándome con la impresión de que restaba algo en su mente que había optado por callar. Decidí no preguntarle de qué se trataba.

-Nadie la lastimará. Aún tiene a su padre, a quien considera súper poderoso. Y me tiene a mí. -reconocí, segura de mis palabras. Eddie me abrazó firmemente. Entonces creí que jamás querría irme de allí; ni de su pecho, donde ocultaba mi rostro, ni de su vida, teniendo en cuenta el amor desmesurado que tanto él como su hija despertaban en mí. Uno que, podría afirmar, nunca había sentido con anterioridad. -Disfrútala mientras crezca. Luego pasará de una fase a otra y la veremos aprender y convertirse en una gran mujer.

-Como tú. -masculló. - Aunque su crecimiento también implique que estemos poniéndonos viejos.

-Un hermoso y muy alentador pensamiento antes de irnos a dormir, Edward Redmayne. -lo regañé, arrebujándome entre las sábanas y su cuerpo.

-Te amo -murmuró.

-Yo también a ti. - respondí con voz tenue, antes de caer en un sueño sosegado.



*Ella tiene una sonrisa que me parece, me recuerda memorias de la niñez, donde todo era tan claro como el brillante cielo azul.

**Entonces y ahora cuando veo su rostro, ella me lleva a ese lugar especial. Y si mirara demasiado tiempo, probablemente rompería a llorar.

Dulce niña mía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora