Las calles de París.

25 8 0
                                    

Las pequeñas gotas de lluvia caen una tras otra en la helada noche. Suspiro. Todo el ambiente se siente impregnado de melancolía, dolor y traición.Miro mis manos llenas de sangre seca, las extiendo, permitiendo que la lluvia se lleve las pruebas de aquel amargo recuerdo. A los pocos segundos estoy bajo esta, completamente empapada de pies a cabeza, sonriente. Desearía... que esto acabara de una vez.

Miro hacia atrás, el lugar en el que hace sólo un momento me encontraba, sucio, grisáceo, rojo... No me arrepiento de lo que he hecho. El cadáver de un joven está frente a mí, con las ropas destrozadas, la mirada perdida y el pecho abierto. Su dulce y metálica sangre se esparce por el lugar, embriagándome con su aroma, tan... exquisito. Lamo mis labios, sin poder evitarlo. Aún no me acostumbro a la sensación tan placentera que me provoca el asesinar, como si fuera un vil animal que solo busca cenar. La adrenalina corriendo por mis venas, el viento soplando en mi rostro, mis garras clavándose en su estómago...

Miro el cielo, casi completamente tapado por las densas nubes, las cuales, no se atrevieron a eclipsar la belleza de la luna llena, tan increíblemente roja. Es la tercera vez que la veo así.

Un escalofrío recorre mi piel, no pensé que ocurriría nada de esto cuando vine a París, se suponía que solo serían unas vacaciones. Pero, desde que conocí a aquellas extrañas e increíblemente bellas mujeres, cuya voz era, si es que eso era posible, aún más hermosa, todo ha cambiado. Bajo la cabeza, derrotada, mientras los recuerdos llenan mi mente. Los recuerdo de cómo esas místicas mujeres me engañaron, manipularon e hipnotizaron con sus dones para convertirme en una de ellas. En un bello, pero a la vez terrorífico ser que se alimenta de corazones humanos, corazones de hombres jóvenes, para ser más exactos. En casi todo momento, mi belleza deslumbra, mi voz embriaga, una sola sonrisa mía hace temblar a cualquiera, pero ahora, mientras como, muestro el cómo soy verdaderamente. Una criatura horrenda, con patas, garras y alas de una gran y monstruosa ave, de ojos enormes y tan negros como el vacío de mi ahora frío corazón, y unos colmillos y boca tan grandes, que, si lo intentara, bien podría devorar entera a mi víctima, mi presa, mi comida.

Dirijo la vista hacia él, en realidad, no quise matarlo, solo quería hablarle, pero luego la luna hizo su aparición y yo enloquecí, aún así, no me arrepiento.

Intento con todas mis fuerzas volver a mi forma humana, realmente no tengo los ánimos para volar en esta noche. Poco a poco siento una corriente, casi eléctrica, naciendo en mi pecho, extendiéndose por todo mi cuerpo, provocando que mis alas se oculten dentro de mi cuerpo, mis garras se retraigan, y mis patas se vuelvan piernas, lo cual duele. Ahora que me veo más normal le dirijo una última mirada llena de lástima, al ya azulado muchacho. Sus labios están tan abiertos, que un insecto se adentra a ella, su estómago ya está repleto de otros pequeños animales, entre ellos gusanos que lo devoran con lentitud. Tal vez debería enterrarlo, esconderlo, pero realmente no me preocupa. Si alguien se entera de que yo lo maté simplemente puedo borrarle la memoria, o asesinarlo también. Sería bueno que lo hallasen muerto, así su familia sabrá que ya no lo deben esperar. Quisiera ir a nadar, en el gran y maravilloso océano, pero no creo poder, al menos no hoy.

Me dirijo, a pasos lentos, y con la mirada en alto hacia la torre Eiffel, mi lugar favorito desde hace meses, desde antes de que me convirtieran en esto. No es muy largo el trayecto desde mi oscuro callejón de muerte hasta mi destino predilecto. Me gusta como se ve de noche, con todas esas luces, flores, e incluso con los pocos transeúntes que se atreven a caminar en las tinieblas del anochecer aun cuando saben bien que alguien o algo ha estado cazando las últimas semanas cerca del lugar. Dudo mucho que en algún momento alguien sepa la verdad, de lo que se oculta en las sombras de esta ciudad. Antes de esto, a mi tampoco se me habría ocurrido.

A lo lejos, un grito desgarrador rompió el silencio de la noche. Debe ser Amanda, una integrante de mi nueva familia. A ella le gusta cazar sin el más mínimo rastro de sutileza, le gusta que la gente le tema, aun cuando estos no la vean. Yo por otra parte, prefiero no hacer tan grandes escándalos, no como ella que muestra a sus víctimas como trofeos, colgándolos, decorándolos o quién sabe qué más, sólo para que lo vean los demás.

La llovizna, que por fin empieza a cesar, ha dejado un encantador aroma a humedad que durará hasta la mañana, mientras las calles aún estén mojadas. Quisiera regresar a aquel momento en que llegue a este lugar, dar media vuelta, y jamás volver, pero sé que ya nada puedo hacer para cambiar lo que soy. Sólo me queda intentar, aunque sé que de nada servirá, ser feliz con mi nueva vida.

Sin más que decir o hacer esta noche, me despido de la luna, y me encamino hacia mi nuevo hogar, donde se que ella siempre me esperará.

Universo Lilu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora