— Tengo hambre — se escuchaba el llanto de un niño a lo lejos — mamá tengo hambre, diles que tengo hambre...
Me dolía el pecho, todo mi cuerpo estaba adolorido me sentía cansada, pero de todo, lo que destacaba era el dolor en mi pecho.
Mis ojos ardían y me sentía tan pesada. Lo único que podía era abrir los ojos y ver el techo con la poca luz que se filtraba a través del cristal esmerilado.
Las paredes gris con blanco me decían dónde estaba.
—...Mamá, tengo mucha hambre... — seguía el lamento del niño a lo lejos.
De repente la cortina junto a mi cama fue corrida con fuerza — Ya estás despierta verdad — dice inquisitiva la mujer en la cama de al lado — ¿A qué hora vienen tus familiares? Los míos van a llegar hasta muy al rato. Sí los tuyos llegan pronto, quiero que me ayuden a ir al baño.
Me gire para darle la espalda, no quería hablar con nadie ahora.
— Oye por qué me ignoras — empezó a reclamar la señora — ¡Te estoy hablando! Tú estás muy chica, no te van a dejar sola mucho rato ¿por qué estás aquí? Nadie vino anoche, es seguro que alguien va a venir ahorita temprano
El dolor en mi pecho parecía intensificarse con cada palabra de la mujer en la cama de al lado. A pesar de que intentaba ignorarla, su voz insistente perforaba el silencio incómodo de la habitación. Cerré los ojos con fuerza, deseando desaparecer, deseando que todo lo que sentía, tanto físico como emocional, simplemente se desvaneciera.
— ¡Oye! — volvió a insistir — ¿Por qué no me contestas?
El eco del niño llorando en algún rincón del hospital se mezclaba con el ruido de las máquinas y los pasos lejanos en el pasillo. El ambiente era opresivo. Sentía el peso de todo sobre mí, la incertidumbre de por qué estaba aquí y por qué me dolía tanto el pecho.
No recordaba cómo había llegado aquí, pero la sensación de abandono se profundizaba con cada minuto que pasaba. No quería enfrentar a nadie, ni siquiera a la mujer que seguía hablando, cada vez más irritada por mi silencio.
— ¿Sabes qué? Está bien, pero cuando lleguen tus familiares, que me ayuden — su tono se suavizó un poco, pero aun así no me importaba.
Mis ojos se abrieron lentamente, el techo seguía siendo el mismo, las paredes seguían grises y frías. Y aunque todo a mi alrededor seguía igual, por dentro algo parecía estar a punto de romperse.
— No fue tu primera vez, ¿verdad? Por eso no vinieron ¿Cómo fue? Digo para que ya no te estén dando la atención que quieres es por algo... — continuaba la señora ahora con desprecio — ¿Sabes que es lo que te pasa? Te falta Dios. Sí, si todos ustedes se acercarán a Dios, a la iglesia, a lo bueno y recto, no harían estás cosas estúpidas. No harían esto, porque es pecado, ¡eh! Esto es pecado, no cuidar del bello regalo que nos dieron...
— ¡A ver señora de que mierdas está hablando! — me desesperó — ¡Mire, usted bien puede creer en lo que usted quiera, no tengo problemas, lo respeto. Pero no venga a ofender con algo que usted no tiene ni la más mínima idea, vieja estúpida!
La señora se quedó en silencio por un segundo, sus ojos bien abiertos ante mi respuesta. La calma habitual de la habitación parecía haberse roto en mil pedazos, y pude sentir cómo su presencia, antes molesta pero manejable, ahora se volvía intolerable.
— ¿Qué dijiste? — preguntó con incredulidad, como si no pudiera creer que le había hablado de esa manera.
— Lo que escuchó — respondí, con la rabia aun ardiendo en mi interior — No sabe nada de mí, ni de mi vida, ni de lo que me trajo aquí. Así que no me venga con sus sermones ni sus juicios. No tiene idea.
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30 Lobos
WerewolfDespertar en un mundo extraño, rodeada de rostros conocidos, pero con recuerdos borrosos, es solo el comienzo. Nada es lo que parece. Las verdades se ocultan detrás de sonrisas amistosas y susurros en la oscuridad. Cada paso la acerca más a una reve...