Parte 3

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Al final de ese día, Demián llegó más o menos tranquilo, aunque aún se notaba una sombra de preocupación en su semblante. A su lado, Simón caminaba con la cabeza gacha, claramente castigado. Desde ese momento, Demián no le permitió salir de su habitación más que para las comidas. El ambiente en la casa cambió; había una tensión latente que parecía impregnarlo todo. Esa noche, Demián se disculpó conmigo de una manera que no esperaba.

Admitiendo que había sido un error aceptar la idea de nombrarme y de imponerme un nombre. Sin embargo, con una voz cargada de remordimiento, me pidió que mantuviera el nombre que me había dado. Parecía tan importante para él, aun cuando no explicó por qué, fue tal vez mi expresión lo que para él mi silencio fuera una clara aceptación.

Logan, por otro lado, comenzó a buscarme nuevas actividades para mantenerme ocupada.

"...No pareció estar seguro de lo que hacía, justo como al principio..."

Entre las opciones discutidas, estaba la música. A mí no me interesaba aprender a tocar un instrumento, simplemente quería disfrutar de algo distinto.

Me intrigaba la idea de escucharla y disfrutarla como una forma de escape y ver que sentía...¿Su solución? De a poco integrar a Sam y matar dos pájaros de un tiro.

Sam es el tipo de persona que llena cualquier lugar con su energía. Tiene un hermoso cabello claro y rizado, que siempre parece estar en un estado de desorden natural, reflejando su espíritu despreocupado. Sus ojos, llenos de vida, siempre están buscando la próxima aventura o el siguiente chiste para aliviar cualquier tensión, pero solo con ciertas personas. Con la mayoría de los que vienen aquí, es en extremo serio, casi distante, y su expresión pare molesta y poco acogedora. Al principio me sorprendió, pero con forme fuimos ganado confianza pude ver su lado cálido.

La habitación de Sam es sorprendentemente ordenada, con paredes de un azul marino profundo que contrastan perfectamente con los marcos blancos de las ventanas y las puertas. Es un espacio cuidadosamente diseñado, donde cada detalle parece haber sido elegido con un propósito. Lo que más destacaba en la habitación es un enorme librero que va del piso al techo, hecho de una madera tan oscura que casi parece negra. No solo alberga una impresionante colección de libros, sino también una selección de discos viejos, organizados meticulosamente.

En mis primeras visitas a su habitación, entendí lo básico importante de Sam. Primero, que tiene un gusto impecable; su cuarto está mucho mejor decorado que el mío. Segundo, es muy selectivo y aparenta ser por demás serio para evitar que lo molesten. Y tercero, es sorprendentemente sabio y sabe muchísimo sobre una variedad de temas.

Como hoy, solíamos sentarnos en el suelo, cada uno con un tazón de helado de leche con m&m's, mientras Blondie suena de fondo. Nos hemos dejado llevar por el ritmo de la música, fingiendo cantar, entre risas y bocados de helado que se derriten lentamente en nuestras bocas.

— ¿No se te antoja ir a pedirle permiso a "papá" para salir un rato? — bromeó Sam, refiriéndose a Demián con un tono burlón

Solo negué con la cabeza, devolviéndole una sonrisa divertida. Ambos sabíamos que desde la última escapada, Demián se había vuelto mucho más atento y protector conmigo, como si no quisiera que me alejara de su vista por mucho tiempo.

— Anda, y ahorita pasamos por tus cosas — respondió Sam, estirándose con la misma pereza antes de ponerse de pie.

Mientras caminábamos hacia la puerta recordé cómo, en los últimos días, varios me habían hecho notar que me comunicaba de una manera que ni siquiera yo sabía que era capaz.

Sam, había comenzado a esforzarse mucho por aprender lenguaje de señas, queriendo entenderse mejor conmigo, hasta que me sintiera lo suficientemente cómoda para hablar más abiertamente. Era un gesto que realmente apreciaba, aunque no dejaba de ser un poco desconcertante usar una habilidad que no recordaba haber aprendido nunca.

30 LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora