Parte 9

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— Hoy luces muy bonita — dijo Demián, llamando mi atención mientras se sentaba a mi lado en las escaleras del jardín. Su tono era suave, casi casual, pero había una calidez en sus palabras que no pude ignorar — Te queda bien el color ladrillo.

— Yo lo veo más como un hoja seca que como ladrillo — me giré un poco para verlo mejor. Sus ojos, que al principio me habían parecido tan intensos y desconocidos, ahora comenzaban a resultarme familiares, casi confortantes.

Demián sonrió, esa sonrisa ligera que parecía guardar secretos pero que ahora me hacía sentir algo diferente. Se inclinó un poco, chocando suavemente su hombro con el mío, en un gesto natural — Pero te ves bonita — repitió, y esta vez, no pude evitar sonreírle de vuelta.

El aire entre nosotros se sentía más cálido, más cercano, y por un momento me encontré disfrutando de la tranquilidad que emanaba de él. Los murmullos de las personas que iban y venían por el jardín se sentían lejanos, como si, de alguna manera, estuviéramos en un pequeño espacio apartado del bullicio de la casa.

— ¿Te está gustando cómo arreglan todo? — preguntó, observando cómo las decoraciones comenzaban a tomar forma.

Asentí mientras miraba a mi alrededor. Con cada día que pasaba, la casa se llenaba más de gente y de color. Los tonos dorados y verdes predominaban, dándole un aire festivo y elegante. Los detalles en negro, rosa, lila y carmín acompañaban sutilmente, como pinceladas de luz en cada rincón. El ambiente era vibrante, casi mágico, y aunque no entendía completamente el significado de todo lo que sucedía a mi alrededor, me dejé llevar por la belleza del momento.

— Es como si todo estuviera cambiando — murmuré, sin estar segura de sí hablaba solo del ambiente o de algo más.

Demián asintió, sus ojos observando el jardín pero con una intensidad que me hizo sentir como si estuviera prestando más atención a mí que al entorno.

— Lo está — dijo en voz baja, su tono reflejando una seriedad que contrastaba con la ligereza de nuestra conversación — Pero no tienes que preocuparte. Estás aquí con nosotros, y todo va a estar bien.

Sus palabras, aunque simples, me dieron una extraña sensación de seguridad. Era como si su presencia, tan serena y firme, me ayudara a encontrar mi lugar en medio del caos que empezaba a envolvernos. Tal vez era solo la calidez de su cercanía, o la forma en que sus ojos me miraban con esa mezcla de misterio y afecto, de repente, todo parecía menos complicado.

Me acomodé en las escaleras, sintiéndome más cómoda de lo que me había sentido en mucho tiempo. Había algo en Demián que me atraía, algo que me hacía sentir que, a pesar de todo lo que aún no entendía, estaba donde debía estar.

— ¿Qué va a pasar en el baile? — le pregunté, más para seguir la conversación que por curiosidad genuina.

Demián rio entre dientes y se encogió de hombros, como si supiera más de lo que estaba dispuesto a compartir — Ya lo verás — respondió, volviendo a mirarme — Pero te aseguro que será algo que no olvidarás.

Su respuesta, aunque vaga, no me preocupó. Algo en su tono me aseguraba que, fuera lo que fuera, sería una experiencia que valdría la pena. Nos quedamos así, en silencio, observando cómo los últimos detalles del jardín tomaban forma. Y mientras lo hacíamos, sentí cómo una pequeña chispa se encendía en mi interior, un sentimiento nuevo, casi imperceptible, que me hacía ver a Demián de una manera diferente.

El silencio entre nosotros no era incómodo, más bien parecía un espacio donde ambos nos permitíamos disfrutar del momento. El jardín estaba cada vez más vivo, y los adornos resplandecían bajo la luz suave de la mañana. El sol apenas comenzaba a alzarse en el horizonte, iluminando todo con un brillo cálido y dorado. Los rayos tempranos del día jugaban entre las hojas de las enredaderas, creando destellos que hacían que las flores parecieran aún más vibrantes.

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