— ¡A ver, sal ya! —gritó Edwin con impaciencia desde el otro lado del pasillo. Era el quinto vestido que me probaba, y aunque trataba de sentirme emocionada, algo en cada uno de ellos no terminaba de convencerme. Quizás era el color, el corte, o tal vez simplemente no me sentía cómoda con ninguno. Me miré al espejo, tirando un poco del dobladillo y suspiré.
Afuera, Vi esperaba pacientemente junto a la puerta de mi probador con otros dos vestidos en la mano. Me sonríe al verme dudar.
— Te dejo este aquí, ¿va? — dijo mientras colgaba uno más, cubierto de lentejuelas que destellaban bajo la luz suave de la tienda. Luego, al ver que el vestido no se caía, siguió hacia el probador de al lado para probarse otro ella misma.
Vi lucía espectacular en cada vestido que escogía. Era como si todo le quedara hecho a medida, cada color resaltaba su belleza y confianza. Había optado por probarse algunos de tonos distintos al dorado solicitado, solo para ver cómo le lucían. Pero al tercer vestido, ya sabía cuál llevaría: un largo vestido de corsé satinado en color champaña, con una falda amplia y vaporosa que caía en suaves pliegues y brillantes detalles que daban un toque mágico al conjunto. Y la abertura en la pierna le añadía un toque elegante pero atrevido.
Suspiré, observando el reflejo en el espejo. Este vestido era de un tono dorado suave, pero aun así, algo no me terminó de convencer. Mi mente insistía en recordarme que, a diferencia de los demás, no lograba verme bien con nada de lo que me probaba. Sabía que no debía compararme, pero al ver a Virginia luciendo todos esos vestidos con una gracia natural, me sentí torpe en comparación.
— ¡Vamos, Sara! — insistió Edwin desde afuera, su voz cargada de impaciencia — Sal de una vez, a ver qué tal.
Finalmente, tomé aire y salí del probador, esperando la reacción de los chicos allá afuera. Edwin me miró de arriba abajo con una expresión crítica, mientras Sam me observaba en silencio, sus ojos suavizando su mirada habitual, como si me estuviera evaluando de una manera más personal.
— A ver... No está mal, pero... — Edwin hizo una pausa, rascándose la barbilla con fingida concentración — Quizás algo con más brillo, o un tono distinto. ¿Qué opinas, Simón?
Simón, sentado en un sillón cerca de nosotros, levantó la vista de su teléfono y me miró brevemente — Está bien — comentó indiferente, antes de regresar a su pantalla — Pero creo que puedes encontrar algo que te guste más.
Sam se acercó lentamente, sus ojos aún fijos en mí mientras un leve rubor se extendía por su rostro — A mí... me parece que te ves bien — dijo en voz baja, casi como si temiera que alguien más escuchara.
Le sonreí agradecida, aunque en el fondo sabía que su comentario no bastaba para sacudirme la incomodidad que sentía.
Virginia, que acababa de regresar con otro vestido en los brazos, se detuvo al verme — ¿Te sientes cómoda? Porque, si no, es mejor buscar otra cosa. El baile es importante, Sarah, y también lo es que te sientas bien contigo misma — Su voz era comprensiva, pero sus ojos me observaban con una mezcla de paciencia y firmeza.
Me encogí de hombros, mirando el suelo — No lo sé, tal vez simplemente no soy de vestidos... o simplemente no me quedan.
Edwin bufó y puso las manos en las caderas — Claro que te quedan, mujer. Es cuestión de encontrar el que te haga sentir como la diosa que eres, ¿entiendes? — Su entusiasmo arrancó una sonrisa, y Virginia se acercó de acuerdo.
— Es solo que... no me veo como ustedes — confesé en voz baja — Todos ustedes se ven demasiado bien, tan seguros, tan ¡wow!, ¿saben?... y yo solo... pues no.
Sam me miró con una ternura apenas disimulada y se acercó un paso, como queriendo ofrecerme algún tipo de consuelo — No tienes que verte como nadie más — murmuró — Sólo sé tú misma.
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30 Lobos
WerewolfDespertar en un mundo extraño, rodeada de rostros conocidos, pero con recuerdos borrosos, es solo el comienzo. Nada es lo que parece. Las verdades se ocultan detrás de sonrisas amistosas y susurros en la oscuridad. Cada paso la acerca más a una reve...