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CAPÍTULO OCTAVO
El chico de las gafas oscuras
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—Nos vemos luego— guiñó en dirección al rubio, quien solo asintió tomándose sus distancias de la chica, mientras yo, bueno, estaba perdido, en verdad no esperaba que tuviera tantos pantalones como para atreverse a besarme. Y para ser honesto, jamás en la vida me había puesto a pensar en que eso podría haber hecho con una novia, no. Porque aquel rubio sin lugar a dudas me había quitado el beso que tanto había querido guardar.

Maldito.

Cerró la puerta a lo que él inmediatamente dejó salir un suspiro que contuvo la frustración desde que pisamos la entrada. Se llevó las manos a la nuca.

—Bueno, Ellis, supongo que te deberé un favor desde ahora— encogió los hombros restándole importancia.

El de el problema era claramente yo.

—Así parece— musité perdido en mis pensamientos.

Entonces si que pareció haber notado el ápice amargo en mi respuesta. A lo que asomó la cabeza frunciendo el entrecejo.

—¿Estás bien? Te creo que la chica este lo que le sigue de horrible, pero no es para quedarse con los ojos abiertos como si los tuvieras secos— lo miré de reojo encarnando una ceja.

—¿Leíste el libreto?

Negó.

—Digamos que se llama improvisar ¿te parece?— dijo mordiéndose el labio.

No hablaba sobre lo que acababa de hacer, se limitaba a ignorar ese pensamiento de su cabeza, arrojándolo a la papelera de reciclaje de su inútil sistema cerebral, o al menos no tan inútil.

—Fue buena la improvisación— evoqué sarcásticamente, pateando una piedra por el pavimento.

—No se me ocurrían más cosas además de las que dije.

Y aún sigue sin decirlo.

—Ajá, ¿y qué con el beso? ¿También te cruzo hacerlo y comerme la boca de la nada?

Frunció aún más el ceño bajando su mirada sin descubrir hacia mi, ah si, si tú no ibas a decirlo entonces mejor lo hago yo y te quedas como un completo idiota, rubio.

—Ellis.

Si no fuera por esas cosas cubriéndole los ojos apostaría a que había rodado los ojos. Es que toda su expresión lo gritaba.

—Pudiste decirle que no lo hacíamos en público, y menos con una cacatúa enfrente casi fotografiándonos el trasero, ¿y qué diablos es eso de que me follas cada que puedes? Dios mío, si tuviera un billete por cada vez que me río internamente sería millonario, Edward— espeté sin aguantar más la bomba en mi interior—. Así que voy a suponer que eso no pasó y tendré que resignarme a que esto fue un error y que me guste o no, tengo que casarme con el orco que vive en la casa más vieja y horrible del vecindario.

Suspiré bajando la mirada, ¿lo raro? No se iba.

—¿Vas a dejarme hablar o vas a seguir con el berrinche?— encarnó una ceja, cambiando a un semblante serio.

Maldito seas.

—Tengo pena por ti, si, la tengo. Pase casi dos horas soportando el aroma de ducto tapado en mi nariz y por si no fuera poco, tenía que aguantar las lágrimas en mis ojos, en verdad esa chica es como mirar directamente al sol sin poder respirar algo que no sea repugnante, y es que no entiendo cómo tú aguantas tanto tiempo, Ellis, así que me dije, "¿por qué no hacerle un favor a Ellis y quitarle este monstruo de la espalda?" y lo primero que me vino en mente fue eso, un beso.

Explicó, moviendo las manos de lado a lado con tal de probar un punto que prácticamente estaba mucho mejor estructurado que el mío.

—Bueno, si te sirve de algo, mis labios eran vírgenes. Ahora tendré que lavarlos con cloro hasta que sienta que arden.

—No tengo herpes labial, no seas tonto— dijo obvio.

—¿y? Eso en verdad me tomó desprevenido, al menos un beso en la mejilla hubiera estado bien.

Sonrió de lado cruzándose de brazos. Oh señor, como odiaba no poder verle a los ojos y saber que pasaba por su mente, quién sabe, tal vez ahora querría abusar de mi y robarse la inocencia de mi cuerpo, nunca confiaría en alguien que duerme con gafas puestas, jamás.

Se acercó sonriente dejándome un beso en la mejilla con todo cuidado, mientras mi cuerpo temblaba por la cercanía.

—¡Era una broma, idiota!— espeté haciendo que sus carcajadas salieran desde lo más profundo de su garganta.

Me las pagaría, y eso era casi seguro.

El chico de las gafas oscuras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora