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CAPÍTULO UNDÉCIMO  
El chico de las gafas oscuras
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Silencio en la casa, por fin, después de haber vivido aquí hasta este instante existe la felicidad. Si, mi felicidad es callar las palabras sin sentido de mis padres además de algún día atar a mí molesta hermana, algún día Ellis, algún día.

Estaba mirando desde el sofá a mí madre, sacando el pavo del horno, ¿de nuevo pavo? No quiero ni imaginarme cuantos de esos animales quedarán en el futuro, ah pero claro, son para las vísperas mocoso.

Me lleve la mano a la cara casi golpeándola, si seré idiota, eso me ha dolido, pero inevitablemente comenzaba a irse aquel ardor mientras más me dedicaba a pensar en el rumbo que tomaría la cena, Olivia entraría primero porque a los ogros les gusta llegar temprano, se ganaría a mis padres con palabras que ni ella conoce y luego se sentaría junto a mí, ¿pero por qué piensas así, Ellis? No, no pienso, ya sé que así va a ser porque ella no se cansara así de fácil. Entonces tocarían a la puerta y mi madre abriría y al hacerlo, dios santísimo, ¿a qué viene esta imaginación mía? ¿Qué es lo que me pasa al pensar así de él?

Sacudí la cabeza quitando de inmediato esos pensamientos.

—Ellis, ¿va a venir tu novia?— preguntó mi madre desde la cocina.

—Eso dijo, pero resulta que le gusta jugar conmigo, entonces no lo tengo claro— dije con la mirada perdida.

Hasta ahora consideraba el hecho de que sin lugar a dudas está cena podría irse al diablo en un segundo y ese sería cuando él cruzara la puerta.

E innegablemente no podía hacer nada para detenerlo.

Salté como felino asustado cuando tocaron a la puerta. Maldición, ¿por qué han tenido que dejar el sofá junto a la puerta?

Me quedé ahí pues ya sabía quién era y ni loco abriría para quedarme ciego de por vida. Mamá corrió a abrir y como se esperaba la abrazó, agradeciéndole y blah blah, cosas de chicas.

—Pero si ahora sí te ves bien, Olivia.

—¿En serio? Es que he ido al salón a por un cambio de aspecto.

¿Un que? Algo aquí no cuadra, los orangutanes no dejan de serlo, Shrek tampoco dejo de ser un ogro, ¿qué está pasando?

Asomé la cabeza para verle con más claridad. Madre de dios, esa no era Olivia, no podía serlo, ¿dónde estaban los cabellos de esponja lavatrastes? ¿Dónde estaba aquel vientre de anciana? !¿dónde?! Pasé saliva sentándome derecho, si, esto se iría al diablo.

—¿Aún no llega la pareja de Ellis?— preguntó la "extraña."

Un momento, si preguntó por él entonces este cambio drástico es para eso, para el rubio. No te rías Ellis, aguanta hasta que no haya nadie, así parezcas loco hablando contigo mismo.

Al cerrarse la puerta al poco tiempo el timbre volvió a sonar y está vez temblé, sabía quién era, quería vomitar, quería salir yo mismo a por él e impedir que entrara pero de seguro se reiría y de nuevo el desgraciado improvisaría. Me puse de pie yendo a prisa a la puerta. Al abrir mi boca se secó, me sentía una planta sin agua, la necesitaba. Iba con un abrigo beige a juego con una camisa negra, los cabellos los llevaba sueltos y desordenados, madre de dios, algo en mi interior se sacudió, pero al subir la vista a su cara ahí seguían las malditas gafas, ya hasta las soñaba.

—Así que viniste a abrirme la puerta, ya estamos progresando— sonrió dándome la botella de vino que llevaba en la mano—. Supongo que ahora tengo que conocer a tus padres, ¿listo?

—No.

Ellis "el sutil." Así se me conocía por la ciudad.

—Improvisación, Ellis— entró conmigo tomándome apresuradamente por detrás de la cintura y de inmediato me tensé, pero tampoco se sentía tan mal.

Los ojos de Olivia inmediatamente brillaron al ver al rubio, mientras que mis padres nos miraron extrañados, supongo que esperaron otra cosa.

—¿Invitaste a un amigo, hijo?— preguntó mi padre con el entrecejo extremadamente fruncido.

Ya dilo, déjalo salir de una vez.

—Él no es un amigo— dije sintiendo las mejillas hirviendo—. Somos pareja.

El chico de las gafas oscuras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora