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CAPÍTULO DÉCIMO  
El chico de las gafas oscuras
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Cena de Año Nuevo. Era hoy, el día en que tendría que encontrarlo o sino Olivia abriría la boca y ahí algo malo pasaría, además de que adquiriría el valor para de una vez por todas ponerla en su lugar.

De nuevo y como todas las mañanas me detuve en el puesto de revistas, era ahora o nunca, él tendría que llegar porque el muy idiota siempre compraba el periódico aquí. ¿Cómo lo sabía? Pues digamos que esto de mirar a la gente ya se estaba convirtiendo en un muy mal hábito.

Miré bien las revistas tomándome las precauciones de no volver a tomar una para hombres y sentirme más avergonzado de lo que ya estaba. En una de las portadas apareció la imagen de Mykonos, Grecia. Dios, como querría pasar una tarde ahí.

Al poco rato lo vi llegar, llevaba el cabello amarrado en un moño desaliñado, aludiendo a los largos cabellos dorados brillar con el sol. Lo perfecto de su rostro en verdad me estaba dejando ciego y sin mucho partido, ay maldita sea.

—Buenos días, Román— saludó al señor del puesto tomando su periódico para pagarlo y así sin más, giro la mirada hacia mí sin bajarse los lentes ni nada, ya empezaba a fastidiarme todo ese misterio que lo acompañaba—. Ellis, ¿no crees que ya son suficientes coincidencias?— por supuesto pude ver perfectamente cómo enarcaba la ceja.

—Pues te diré, no creo en las coincidencias.

Sonrió de lado llamándome con un movimiento de cabeza para que lo siguiera, y obedecí, sintiéndome perro, quería desaparecer.

—¿Ahora a que mujer fea hay que espantarle las ganas de casarse?— rió, pasando elegantemente a morderse el labio inferior.

Si tan solo el sol no estuviera tan hirviente ese gesto se hubiera sentido como el mismísimo limbo.

—Edward, esto no es un juego, tampoco es un reality show— dije con obviedad haciéndolo reír más, el que terminaría por derrumbarle los dientes sería yo—. Se trata de mis padres— se detuvo en seco mordiéndose el labio—. Olivia les ha dicho que quería presentarles a mi nueva pareja y si no vas, es capaz de decirles ahí que eras tú, un hombre— asintió.

—Hay algo que me está matando de intriga, Ellis— elevó el índice, mostrando un anillo plateado completamente liso, sin figuras ni letras, solo adornando su dedo junto al resto de su joyería.

Un gusto simple y sin embargo, bien escogido.

—Si vas a hacer una pregunta mejor hazla ya— rebatí completamente inconsciente del resultado que eso traería.

—¿Te gustan los hombres?

Santa madre de dios, ¿Cómo es que la gente de hoy habla sin pensar? Sentí mis orejas y mi cara casi quemándose mientras mi corazón quería estamparse contra mi pecho hasta explotar.

—No seas idiota— espeté con el rubor subiendo por mis mejillas.

—Eso no me responde la pregunta, si es un si, no me importa— sonrió encogiéndose de hombros.

Realmente quería tumbarle esa cara tan...

—¿Y cómo quieres que sepa si mi primer beso ha sido contigo, idiota? Jamás he besado a una mujer.

Relaje los hombros, y cua animal herido bajé la cabeza. No me sentía amenazado por la apabullante figura delante mío, que cubriendo el espectro solar de mis ojos con su silueta se mordía la boca. Sentía más bien pena por mi mismo, algo que en muy pocas ocasiones se asomaba tan evidentemente como entonces.

—Te diré un secreto, Ellis. Al no haber besado a una mujer no te perdiste de mucho, es más, ¿te serviría de algo si te dijera que eres el primer hombre al que he besado?

—No me sorprendería

Frunció el ceño.— ¿Cómo que no te sorprende? No obtendrás respuestas hasta que me des las mías— apuntó el dedo hacia mi, regresando la ceja a ese punto alto que le daba un aspecto serio y algo intimidante.

—Oh vamos, es obvio— dije rodando los ojos—. Podría apostarte que cualquier chica se moriría por besarte, no digo que a los ojos de algún hombre no seas algo así como un "dios griego"— hice comillas con los dedos—. Ya sabes, como en esos libros para adolescentes dónde el protagonista es un chico guapísimo que combate el crimen y que al final se queda siempre con una chica y a veces te preguntas ¿por qué no un chico?

—Ellis.

—Y después te das cuenta de que el chico tenía secretos y eso lo hace aún más guapo y valiente. Yo me aburro bastante cuando la chica siempre se enamora de él por eso, y también odio por sobre todas las cosas como esos chicos "bonitos" se la pasan de chica en chica y...

—¡Ellis!

—¿Pasa algo?— regrese la vista hacia él abruptamente, resintiendo el pavimento bajo mis suelas.

Volví a perderme.

—No sé, tú dime, pasamos de una cuestión a libros para adolescentes— dijo cruzándose de brazos.

—¿Y cuál era la pregunta?

—Ellis, si vamos a hacer que esta relación de mentira funcione entonces vamos a tener que trabajar en la atención que me pones— sonrió, negando ligeramente con la cabeza.

—Es broma, ¿no?— se encogió de hombros comenzando a caminar y así yo lo seguía sin dejar de preguntarme el porqué de mis acciones y es que poco después me di cuenta de que era mi mente la que sabía que terminaría detrás de él.

Detrás de ese chico de gafas oscuras.

NOTA:
Hay aspectos en negritas a los que tienen que prestar atención. Recuerden, es una renovación, pero jamás dije que no habría cosas nuevas también.

El chico de las gafas oscuras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora