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CAPÍTULO SEXTO
El chico de las gafas oscuras
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—Recuérdame por qué estoy haciendo esto— farfulló cruzándose de brazos frente a la puerta de un color lavanda espantoso.

—En realidad no hay razón, pero ya estás dentro y no puedes echarte para atrás— dije mirándolo de reojo.

Aún en una reunión importante llevaba esas malditas gafas, sentía que era mi deber quitárselas y descubrir lo que había detrás, tal vez era bizco, no sé, es una posibilidad de millones más, aunque esa es la mejor opción de todas.

—Ellis— me llamó irritado—. No sé en qué diablos piensas, pero te recuerdo que hemos estado aquí parados al menos quince minutos, ¿no piensas tocar?

La verdad estaba aterrado del resultado que "tocar" podría traer.

—A menos de que estés listo para ver al "orco" puedes tocar.

Rodó los ojos pegando en la madera pintada con sus nudillos. Santo dios, ya estaría esperando por su reacción, pues ese favor ya lo tenía en el bolsillo. Esperamos ahí al menos un buen rato, compartiendo miradas irritables. En verdad podría decirse que me odiaba y que deseaba más que nada matarme con sus propias manos.

La puerta por fin se abrió dejando ver a una Olivia desaliñada, y a lo que me refiero con eso es que es de esa manera en la que se siente arreglada, está chica era un completo desastre natural, o al menos las consecuencias de uno muy severo. Sus ojos de inmediato viajaron al rubio que tenía la mirada baja, quizás pensando en lo que estaba apunto de decir.

—Santo dios, el fan Service si existe— dijo, juntando sus manos en forma de súplica, solo que ahora estaba comiéndose indiscretamente al rubio.

Oh dios, ardería en el infierno por reírme de esto.

Edward levantó la mirada frunciendo el ceño discretamente, como hubiera querido verle a los ojos, apostaría a que se le hundieron o necesitaría lavárselos con cloro.

—Tú debes ser Olivia— saludo aclarándose la garganta.

—¿Eres tú el ángel con quién sueño?

—Disculpa, ¿qué?— inquirió extrañado y con un tono ligeramente asustado.

Ah si, ya se había convertido en presa del gorila.

—Olivia, él es Edward— dije salvándole el pellejo—. Querías que te lo presentara y aquí está, vivito y coleando— sonreí falsamente tragándome la carcajada más larga que alguna vez pude ser capaz de soportar.

Iría al infierno, eso sí.

—Ah, Ellis, estabas ahí— murmuró perdiendo el interés para así volver la mirada al de gafas, quien se removió incómodamente como si le pegara el rayo del sol por la mañana en los ojos, aunque lo dudaría, pues suponiendo que lo haga yo diría que duerme con sus porquerías en los ojos—. ¿Donde están mis modales? Pasen por favor— se hizo a un lado y apresuradamente pasó Edward esquivando a la chica, Dios, como quería reírme—. Dime, Edward, ¿existe manera alguna de volver heterosexual a alguien que no lo es?— insinuó acercándosele peligrosamente a la cara.

—Si y son dos cosas— articuló—. Cepillo y pasta dental.

Ella sonrió, estaba tan ensimismada con él que apenas y notó el comentario.

—Olivia, lo estás haciendo sentir incómodo, como te dije, Edward es extranjero y sus costumbres son diferentes, así que odia que se le acerquen tanto a la cara, es más, le molesta— inquirí haciendo que se alejara gradualmente de su rostro para mirarme con odio.

—Ellis, el no puede ser tu novio, es que mírale nada más, él no queda contigo de ninguna manera. Merece a alguien mejor, ¿me entiendes?

—Ajá, entonces eso significaría una chica no como tú, porque ciertamente el odia a los orangutanes.

Abrió la boca sorprendida, sintiéndose ofendida en el momento. Se aclaró la garganta, pasándose la mano por los cabellos maltratados de esponja lava trastes que tenía—. Iré a prepararles algo de agua, ahora vuelvo.

Al cruzar el arco de la cocina, Edward suspiró mirándome.

—Ya, tú ganas.

—Ya sabia, ¿cómo están tus ojos?— negó frotándose los ojos sin quitarse las gafas del todo.

Maldito.

—Siento como si me los hubieran quemado y mi sentido del olfato está severamente dañado.

—¿Hablas en serio?

—Si, olía a ducto tapado.

Y sin más, ambos nos reímos.

Vamos, es imposible no reírse cuando la victoria es tan dulce.

Me harían un enorme favor si se pasaran por mis demás novelas, ¡Gracias!

El chico de las gafas oscuras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora