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CAPÍTULO TERCERO
El chico de las gafas oscuras
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Zeus, si existes por favor sácame de aquí. Es más, si quieres matarme con un rayo te lo agradecería infinitamente.

—Hola, Ellis— saludó Olivia con su look de salida del manicomio, y a lo que me refiero con eso es que parece que la atacó un gato y de verdad no tuvo piedad al momento de arrancarle cabellos.

—Hola— dije sin ánimos.

Eran las siete de la mañana, ¿quién en su sano juicio estaría de ánimos a esa hora?

—¿Tienes un momento?— inquirió, enrulando un dedo en el enmarañado cabello.

No tengo la menor idea si fue un intento por seducirme, pero en realidad mi mente estaba tan ocupada en despabilarse de la tonelada de lagañas que apenas y noté lo que hacía.

—Ajá— dije rascándome la cabeza conteniendo el bostezo.

—Hablé con tu padre ayer— inquirió buscando una mirada coqueta, consiguiendo algo parecido a un animal sufriendo y a medio morir—. Ellis, te perdono.

Alto, ¿que acaba de decir? , está bien que este medio dormido y el cerebro apenas se despierte pero es que eso no me lo veía venir, ¿de que me estaba perdonando? La verdad es que me sentía más perdido que un pingüino en el desierto.

—¿Qué?

El sonido simplemente evocó de mi. Algo similar a un graznido proveniente de algún árbol cercano, solo que soy yo finalmente deshaciéndome del sueño. Remplazando la inhumana pesadez de una mala noche por la visceral expresión del terror en el rostro.

—Es que tu padre dice que no quieres casarte conmigo por razones tontas. Entenderé que quieras distraerte leyendo pero no podemos seguir así, Ellis, ambos no estamos lastimando sin querer y por eso te perdono, porque sé que quieres estar cerca de mi pero tus instintos de hombre no te lo permiten. Te amo más que nunca, Ellis.

Oh no.

—¡Para!— exclamé en pánico poniendo mi mano en su cara para detenerla de darme un abrazo, dios que horrible hubiera sido.

—No tienes que retenerte más tiempo, "mi amor."

Ellis, es fácil engañarla, por dios es una loca, tengo que ser capaz de mentirle de alguna forma sin romper su "corazón", si es que tiene uno.

—No es eso— tragué pesado—. Es algo más complicado que eso, Olivia.

—Te escucharé sea lo que sea, no me importa mientras esté en tus brazos.

Ah no, eso no, ni de broma.

—El matrimonio entre nosotros no va a funcionar porque...

La mire por lo bajo mordiéndome el labio. Vamos, procesa cerebro idiota, ¿para que te han servido esos libros de psicología? Es el momento, usa esos conocimientos.

—¿Ellis?

Y sin más, la Luz en ese foco iluminándome el cerebro explotó. Ese bombillo que llevaba calentando frutos de un libro se volvió una insensatez.

—Me gustan los hombres— escupí.

Ya, estoy listo para que me mate el rayo.

Frunció el ceño bajando la mirada transformándose en una asesina de película de miedo. Torció la sonrisa en una mueca aterradora mientras su nariz se inflaba al tiempo de su respiración. Cobraba poco a poco un color rojizo.

—Déjate de bromas, eso es algo muy tonto— masculló.

—¿Tú crees? Es que la verdad me di cuenta hace unos meses, cuando...— mire hacia un lado pensando en algo productivo—. Vi una película porno.

Ay maldita sea, esto es vergonzoso.

—¿Entre hombres?— su tono era repulsivo, casi sorpresivo conteniendo los globos de salir de sus cuencas acuosas.

Asentí.

—No te creo— se cruzó de brazos—. Además, si te gustaran los hombres ya tendrías a alguien.

—Ah, es que ya lo tengo, es extranjero— enarcó una ceja expectante—. Créeme cuando te digo que es un dios, oh si, lo mejor que haya visto.

Gesticule, aproximándome a besarme la mano por tan brillante parecer.

—¿Ah, sí? ¿Como se llama ese "dios"?

Adiós a la mentira más tonta que me ocurrió y es que la verdad estaba entrando en pánico y solo atiné a susurrar lo primero que me vino en mente y sin necesidad de adivinar, fueron aquellas gafas.

—Edward, se llama Edward.

Sonrió malévola.

—¿Tus padres lo saben?

—Hay barreras de privacidad, ¿lo sabías?

—Bueno, si ellos no lo conocen, quiero conocerlo yo, que el me lo diga en la cara, y si me estás mintiendo, voy a arrastrarte al altar así tenga que cortarte el miembro, ¿entendiste?

¿En que me metí?

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El chico de las gafas oscuras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora