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CAPÍTULO CUARTO
El chico de las gafas oscuras
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¿Cómo se suponía que saldría de aquel foso al que caí? No sé , no me imaginaba subiendo por la piedra como Samara. Tampoco con los cabellos en la cara y las uñas desechas por haber creído que si me esforzaba subiría, de cualquier manera caería de trasero al agua en el fondo.

Tenía que buscarlo, aunque si lo encontraba me sonaba estupido el diálogo que había creado, no estaba seguro de que eso respondería, ni siquiera podía mirarle a los ojos y ya me estaba imaginando con confianza, ¿en qué diablos pensaba?

Salí de la casa a regañadientes, aún no podía solucionar nada ahí dentro, pues sentía que las ideas se me saldrían y no en el buen sentido, así que opte por ventilar mi cerebro, aquel que solo trabaja correctamente cuando pienso en idioteces.

Caminé sin rumbo, buscándolo con la mirada, buscando el color negro de las gafas y los cabellos desordenados que caían sobre su frente y que cuando quería, su mano recorría descubriéndole el rostro.

Piensa Ellis.

Me quedé quieto, mirando la luz de parada mientras sentía algo caliente en el pie, al principio era tibio, pero paulatinamente aumentó hasta quedarse así. Bajé la mirada hacia un perro que ya tomaba camino para irse, ah pero no sin antes orinarme el zapato, vaya suerte que tengo. Bufé cruzándome la calle, ahora cuidando que ningún trailer me arrollara pues al ser como yo, consigues mala suerte gratis.

El pueblo era pequeño, así que de cualquier manera lo encontraría, pero en donde menos espere hacerlo era saliendo de un edificio, llevando unos vaqueros rasgados y una camiseta negra holgada, ni siquiera yo me veo tan bien cuando uso algo parecido, digamos que me vería como un mono con chaleco ajustado, sin gracia y sin atractivo. Pasé saliva mirándolo cruzar la calle con las manos en los bolsillos, el desgraciado tenía maña para caminar. Discretamente me acerqué al puesto de revistas al que él iba y tome la primera que estuvo a mi alcance y para ser honesto, ni siquiera vi la portada.

—¿Ellis?— preguntó pagando el periódico.

Era momento, así que me opté por hacerme el loco. Como si nunca me hubiese percatado que irónicamente los dos nos toparíamos por obra del destino.

—¿Ah? Eres el del otro día, que coincidencia.

Asintió sonriente mientras enarcaba una ceja. No tenía que ser adivino para notar como se burlaba.

—¿Así que te gustan las revistas?

—Claro que si, son buenas, me entretienen mucho— dije con sarcasmo.

—¿Con un hombre semidesnudo en la portada?— preguntó.

—Ah, si, eso es... ¿qué?— bajé la mirada hacia la revista viendo exactamente lo que él, quedándome permanentemente con cancer en los ojos.

La solté abruptamente mirándolo de reojo, estaba aguantándose una carcajada, maldito.

—Fue un gusto verte, Ellis, nos vemos luego— sonrió marchándose con el periódico debajo del brazo.

No tenía otra opción, había dicho su nombre y ahora tenía que arreglarlo si no quería quedarme estéril de por vida.

—¡Edward, espera!— corrí detrás de él hasta que se detuvo y me miró extrañado—. Necesito tu ayuda— dije jadeando, hacer carrera jamás había sido lo mío—. De verdad.

—No entiendo cómo le pides ayuda a un extraño, Ellis— musitó, frunciendo el entrecejo aún más confundido de lo que yo me encontraba.

—Un extraño deja de ser un extraño cuando ambos conocen sus nombres— suspiró echando la cabeza hacia atrás, por lo que supuse que puso los ojos en blanco.

—Claro, claro.

—Juro que después de esto no volveré a pedir ayuda de extraños, ni la tuya.

—¿Es grave?

Asentí temeroso. Desafortunadamente me atrevería a decir que era mucho más que grave.

—Más que eso, es algo parecido a una idiotez.

—Vamos— se cruzó de brazos—. No creo que haya algo peor que verte mentir respecto a una revista para hombres— le dediqué una mirada inquisidora que por supuesto ignoró de maravilla—. Escúpelo.

Prepárate mundo, que ahí iba mi mejor intento por no sonar como un completo imbecil.

—Tengo una vecina— asintió—. Que se iba a "casar" conmigo, pero la verdad es que da más miedo que el gnomo más feo del patio de mi abuela, entonces le he dicho una mentira que te involucra— suspiré.

Estoy listo para la vergüenza masiva.

—Le he dicho que tú y yo estamos saliendo— enarcó la ceja—. Como pareja.

Adiós a la poco dignidad que me quedaba, se había terminado por ir al diablo.

El chico de las gafas oscuras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora