Resurección

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El ruido de las sirenas de los bomberos le retumbaba en la cabeza. Las luces cegadoras de los girofaros la obligaban a cerrar los ojos, ya irritados por el polvo y el humo.

La ayuda respiratoria que la máscara de oxígeno debía proporcionarle no surtía efecto, su respiración era entrecortada y dolorosa, su laringe quemada la hacía sufrir con cada expiración. Pero las lágrimas que corrían por sus mejillas, el dolor que le rompía el corazón solo se debía a una cosa: la muerte de Emma.

Cayó desmayada cuando vio el cuerpo de la rubia calcinada en el coche en llamas, y se despertó echada en una camilla, en la ambulancia, rodeada de dos doctores que la tranquilizaban sobre su estado.

Pero su salud no le interesaba, lo único que le giraba una y otra vez en su cabeza era la culpabilidad de haber perdido, una vez más, a una compañera. Y más que eso, tenía la sensación de haber perdido a su alma gemela.

¿Puede uno enamorarse en pocos días, o en pocas horas, de una persona? Regina no conseguía definirlo, pero nada más que la simple idea de cruzarse con la mirada verde esmeralda de Emma le henchía el corazón, le daba escalofríos, le hacía nacer un dulce calor por todo el cuerpo...el flechazo había sido inmediato, la pérdida también tan rápida.

Después del dolor, comenzaba a aparecer la culpabilidad. ¿Por qué la había dejado coger el coche? Era ella la que tenía que ir a buscar la comida, no Emma.

Comenzando a enloquecer, Regina se obligó a abrir los ojos y miró alrededor de ella. Sentada en el borde de la camilla, veía a los médicos ocuparse del joven sheriff en la ambulancia cercana. También con una máscara de oxígeno y una manta sobre los hombros, David estaba en un estado penoso, pero fuera de peligro. Mary Margaret estaba a su lado, sosteniéndole la mano y acariciándole el pelo.

Ante esa visión, Regina sintió nauseas. No por la pareja, sino por el dolor, por la pena se estar sola en esta prueba.

Como si hubiera leído sus pensamientos, la joven morena se apartó del sheriff y se arrodillo al lado de Regina, poniendo su mano sobre su muslo.

«¿Se siente bien? ¿Necesita algo?»

Hubiera querido gritarle, chillarle que la única persona a la que necesitaba había muerto hace algunos minutos. Pero la amabilidad, la bondad que leyó en los ojos de Mary Margaret cortaron de raíz toda animosidad hacia ella.

Con un movimiento de cabeza, Regina le indicó que no necesitaba nada. La joven asintió y retrocedió para volver con el sheriff. Regina le agarró una mano y murmuró «Gracias...muchas gracias»

Mary Margaret le sonrió y se giró, dejando a Regina sola con su pena.

Hacía más de una hora que el coche había explotado, Regina permanecía en la ambulancia, cubierta con una manta de lana, y se había quitado la máscara de oxígeno ya que no le hacía nada. El sheriff había ido a saber cómo estaba y le había informado de lo poco que sabía.

Aparentemente, el coche había explotado al ponerlo en marcha, lo que hizo pensar en un sabotaje, hecho confirmado por los bomberos después de la extinción del fuego, al ser encontrado bajo el capó restos de un explosivo.

El cuerpo de la joven, totalmente calcinado, había sido llevado a la morgue, y Regina podía ir a verla desde que lo deseara. De momento no tenía las fuerzas ni las ganas, sabía que no soportaría el impacto de ver los restos de Emma.

Cerrando los ojos una vez más, se dejó ir, apoyándose contra la pared de la ambulancia, esperando poder dormirse para olvidar un poco el horror que vivía en esos momentos.

Asesinato en StorybrookeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora