Epílogo

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Bajando las escaleras de cuatro en cuatro, la pequeña corrió hasta la puerta de la entrada riendo.

Antes de que los invitados tuviesen tiempo de tocar, ella abrió la puerta impetuosamente y saltó a los brazos del hombre que, sabiendo lo que iba a pasar, se había preparado para cogerla.

«Cucu, pequeño monstruo» dijo David besando a la pequeña en la mejilla «¿Cómo estás?»

«¡Muy bien!» contesto la pequeña morenita riendo con las cosquillas que le prodigaba su padrino «¿La tita no está?» preguntó en voz baja decepcionada al no ver aparecer el rostro de Mary Margaret

«Ya viene, tu mamá la está ayudando a sacar a tu primo del coche» respondió David sonriendo, atacando a la pequeña con un nuevo ataque de cosquillas que le arrancó una crisis de locas risas.

Cuando la dejó en el suelo, la pequeña salió corriendo para unirse a su madre y su tía en la entrada, haciendo suspirar a Emma de alegría.

«Hey, ¿cómo estás?» exclamó David al ver a la rubia apoyada en el dintel de la puerta.

«Muy bien, ¿y tú?» preguntó ella estrechándolo entre sus brazos, feliz de poder abrazar a su amigo.

«Figúrate. ¡Estamos muy contentos de haber podido finalmente venir a veros!» dijo él sonriendo «¡Cómo ha crecido, es increíble!» añadió señalando con un gesto a la pequeña.

«Sí...cinco años ya, ¿te das cuenta?» suspiró Emma, con un brillo de felicidad en sus ojos «Cada día que pasa en un bendición» añadió la rubia, llenándose de repente sus bellos ojos verdes de lágrimas.

David la estrechó contra él una vez más, la besó dulcemente en la frente. Sabía muy bien que esas lágrimas de felicidad eran también lágrimas de pena por la desaparición de su hijo, pero no dijo nada. Emma apreció ese gesto, ese silencio que para ella quería decir mucho.

Después de unos segundos, se recobró y secó sus ojos con el reverso de la mano.

«Entra, no estamos aquí para llorar como magdalenas» murmuró abriendo completamente la puerta.

Algunos minutos más tarde, Regina y Mary Margaret atravesaron la puerta riendo. La joven maestra tenía a su hijo de ocho meses en los brazos, mientras que la morena y su hija cargaban los bolsos y las maletas de la pareja.

Emma sonrió al ver la escena. ¿Quién hubiera imaginado hace diez años que su bella morena y la mujer del sheriff estarían tan cercanas? El primer encuentro fue tumultuoso, pero hoy ellas intercambiaban consejos sobre cómo cambiar pañales o qué modelo de sillita para el coche comprar. Su corazón se hinchó de amor por su bella morena, era su Regina...una mujer imprevisible y a veces fría, pero solo en apariencia.

Sacada de sus pensamientos por su hija que le tiraba del pantalón, volvió a la Tierra y ayudó a su compañera a vaciar el coche de sus invitados y los instaló en la habitación prevista.

La sobremesa pasó en calma, cada uno contando sus últimas aventuras. Mary Margaret y Emma recordando viejas historias, mientras que Regina y David se lanzaron a hablar de política, lo que hizo huir a la pequeña al jardín.

David aprovechó entonces su ausencia para hablar de ella en completa libertad.

«¡Es una monada!»

«¡Como su madre!» respondió Emma mordiéndose la lengua, arrancando una risa a Regina que le dio un golpe en el hombro.

«¿Le damos los regalos esta noche?» preguntó el joven mientras cogía algunos cacahuetes del bol puesto delante de él.

Asesinato en StorybrookeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora