Una mujer encolerizada

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Bajando las escaleras a toda velocidad, Emma saltó los últimos escalones y aterrizó en el suelo con menos soltura de lo que habría esperado. Regina la siguió de cerca, ayudándola a recobrar el equilibrio.

«¿Has visto por dónde se ha ido?» preguntó la morena mirando hacia todos lados

«Realmente no. Yo voy por este lado, tú por allí» respondió la rubia alargando el brazo izquierdo «Nos encontramos en diez minutos en la entrada si ninguna le pone la mano encima. Voy a pedir ayuda, ¡vamos a coger a ese perturbado!»

«¡Ok!» dijo Regina «¿Estás segura de que George no se va a mover?»

«Ningún problema, está esposado a una columna y por el golpe que le has dado, no creo que vaya a ningún lado»

Asintiendo, Regina se marchó por la dirección elegida por la rubia, pero se detuvo.

«Emma...yo...yo...»

La rubia le dedicó su más bella sonrisa «Lo sé...» respondió ella mirándola a los ojos «¡Ten cuidado!»

Corriendo sin aliento, Greg Mendell se había escondido en un escondrijo de la fábrica, detrás de una enorme máquina de enlatado. Golpeándose las sienes con la mano abierta, intentaba encontrar la mejor solución para escapar de ahí.

Al no saber si un comité de bienvenida estaría apostado en la entrada, había abandonado la idea de recoger su coche, le parecía muy arriesgado.

Recordando las diversas salidas del edificio, se acordó de que una de las antiguas galerías por las que entraba el pescado desembocaba directamente en los muelles. Moviéndose despacio, se deslizó hasta el punto de salida, pero escuchó ruidos a sus espaldas. Escondiéndose detrás de una hilera de tubos, contuvo la respiración.

Regina pasó a algunos metros de él, con su arma levantada. La débil luz del teléfono de Emma del que se servía para iluminarse no le permitió ver que Greg estaba escondido detrás de ella.

Dejó que la mujer se alejara, entonces retomó su carrera hasta la galería, pero no vio la lata de conserva vacía que estaba delante de él. Resbalando torpemente, cayó hacia delante, pero consiguió recomponerse rápido, intentando hacer el menor ruido posible, pero era demasiado tarde.

Al haber escuchado un ruido metálico, Regina volvió sobre sus pasos. Estaba segura de que alguien estaba ahí. Conteniéndose de gritar el nombre de su compañera para saber si era ella, avanzó ayudándose de su improvisada linterna. De repente, vio una sombra pasar y correr. Esta vez, estaba segura, era Greg Mendell.

«Lo he encontrado, Emma, corre en dirección a una galería, ven aquí» gritó esperando que la rubia la escuchara y que viniera a su lado.

Lazándose a la persecución de su torturador, se guiaba por el ruido de sus pasos, escuchando como su sofocada respiración desvelaba su estado de estrés.

«Te cogeré, cabrón, créeme, te cogeré»

Después de tres minutos de persecución, Regina llegó a una gran sala con dos puertas y ni huella del asesino. Al no conocer la distribución de la fábrica, no podía imaginarse cuál era la más indicada para una huida. Al abrir la primera, vio que daba a otra parte de la fábrica, que se hundía un poco más en el subsuelo.

«Sin duda, la caldera» murmuró para ella misma, como para tranquilizarse.

Al abrir la segunda puerta, vio que daba a un largo pasillo sembrado de estanterías con otra puerta al final, por la cual se filtraba la luz a través de los cristales rotos. Sin pensar, Regina se puso a correr, convencida de que el asesino había decidido salir al aire libre. Cuando abrió la puerta, se encontró en los muelles, iluminados por la débil luz de unas farolas. Sin tener casi tiempo a hacer el menor movimiento, recibió un violento golpe tras la cabeza y se desplomó al suelo.

Asesinato en StorybrookeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora