Un equipo de choque

1.5K 155 38
                                    


«¡Entre!»

La voz grave del director resonó a través de la puerta. Emma la abrió rápidamente y fue a entrar con paso decidido cuando su mirada de posó sobre la joven mujer que estaba sentada en una silla delante del escritorio.

Su elegancia y su prestancia le cortaron literalmente la respiración. Durante algunos segundos, la joven tuvo la impresión de que el mundo acababa de dejar de girar, que el tiempo se había parado a causa de esa magnífica morena que la miraba con sus grandes ojos marrones. Sus cabellos de corte mediano encuadraban un rostro magnífico, y el traje chaqueta que llevaba, con una camisa desabotonada lo justo, daba a Emma la impresión de estar en presencia de una reina.

«¿Emma?...¿Emma?...¡AGENTE SWAN!»

La voz del director la sacó precipitadamente de sus ensoñaciones, haciéndola sobresaltarse.

«¿Eh? Sí, director Gold, perdóneme, estaba pensando en otra cosa»

La joven cerró la puerta del despacho y avanzó algunos pasos.

«Sorprendente...» respondió el hombre poniendo los ojos en blanco, y levantándose para acoger a su segunda visita.

«Agente Swan, le presentó a la agente Mills»

Emma giró rápidamente la cabeza, totalmente desorientada.

«¿Agente Mills? ¿Esa Regina Mills?» preguntó balbuceando

«Ella misma» respondió la morena tendiéndole secamente la mano

Emma le estrechó rápidamente la mano, sin que Regina se demorara mucho en las presentaciones.

«Siéntense las dos» dijo el director Gold señalando las sillas con la mano, y sentándose él a su vez.

«No me lo tenga en cuenta Regina, pero debo volver a explicar la razón de su presencia aquí, ya que la agente Swan se ha dignado finalmente a aparecer, solo con diez minutos de retraso»

Emma abrió la boca para excusarse, pero el hombre no le dejó la oportunidad, haciéndola callar con un gesto de la mano. Él estaba acostumbrado a su mal comportamiento, a sus cambios de humor, a sus repetidos retrasos...bueno, todo lo que hacía que Emma tuviera una reputación de coñazo.

«Agente Swan, como le explicaba a la agente Mills, he decidido, después de maduras reflexiones, ponerlas a las dos juntas, como compañeras»

Emma tenía la sensación de que el cielo caía sobre su cabeza. Totalmente atónita, buscaba comprender la razón de ese cambio.

«Pero, señor director, no comprendo, ya tengo un compañero, hemos empezado a conocernos, a saber cómo trabajamos casa uno, y creo que vamos bien»

«¿Usted cree que van bien?» preguntó Gold arqueando las cejas «¿En serio?»

Abrió la carpeta que tenía delante, hojeó algunas páginas y se puso a leer despacio

«Informe del agente especial Graham Humbert. Blablabla, agente de élite, blablá, voilà. Cito: "La agente Swan es peligrosa para ella misma y para los demás, inestable, mentalmente trastornada presentando tendencias suicidas. Formar equipo con ella es tan peligroso como intentar hacer submarinismo en un volcán a punto de erupcionar"»

El director apoyándose en su silla, cerró la carpeta con una mano

«Y así durante cuatro páginas. A continuación habla de su capacidad para hacer enfadar a la gente y su manía de disparar sobre todo lo que se mueve...y algunas veces sobre lo que no se mueve»

Emma quiso defenderse, pero el director Gold no le dio la oportunidad.

«Lo sé...no es su culpa, son los otros que son unos idiotas... Escuche Emma, sé que ha atravesado un período muy difícil, y es por eso que le doy otra oportunidad. ¡Una última oportunidad!»

Levantando la mano detuvo una vez más las palabras de la rubia.

«Ha cambiado de compañero cuatro veces en dos años, lo que merece un lugar en el libro de los records, se lo reconozco...pero si la dejo con el agente Humbert, me arriesgo a encontrarla ahogada mientras duerme, lo que me aliviara de muchos problemas, pero tengo conciencia profesional para dejarle hacer eso. Y el papeleo que conllevaría me ocuparía una semana, y ¡ya sabe el horror que le tengo al papeleo!»

Levantándose, Gold, cojeando, se colocó delante de la ventana, llevó sus manos a la espalda y respiró profundamente y continuó

«Como le he dicho, agente Swan, es su última oportunidad. Estropee esta investigación, dispare a alguien porque a su café le falta azúcar, enfade a la agente Mills hasta darle ganas de dejar el FBI para ir a criar cabras al monte, y yo la expulso. Está claro, preciso, y olvide sus comentarios»

Emma abrió la boca, pero ningún sonido salió. Numerosas veces el director la había amenazado con echarla, pero ella sabía que sentía cierto cariño hacia ella para atreverse a hacerlo, y se alegraba de eso. Pero esta vez, era diferente. Supo en su interior que él no dudaría.

«Muy...muy bien señor director, voy...voy a aplicarme. Le prometo que no le decepcionaré»

La agente Mills se inclinó despacio

«¡No haga promesas que no pueda mantener, agente Swan!»

La rubia se quedó sin voz. ¿Quién era esa mujer para atreverse a meterse en la conversación, y sobre todo decirle tal cosa sin apenas conocerla?

«No le permito, especie de...»

«¡Stooop!» gritó el director girándose. Cogiendo una carpeta azul del escritorio, se la lanzó a Emma. «Coja este expediente, léalo, tiene todo el día para estudiar el caso con el que formareis equipo. El avión sale a las 19:00»

«¿Qué? ¿Eh? No, pero espere, no tengo nada preparado...yo no he... y además no hemos tenido tiempo de conocernos...yo...» balbuceó la rubia, totalmente sorprendida ante la rapidez de la situación.

«Se conocerán en el avión. ¡La agente Mills le hará un masaje en los pies mientras usted le cuenta su infancia!»

Ante la mirada penetrante de Regina, el director Gold se encogió de hombros.

«¡O no! Es ese vuestro problema, no el mío. Ahora, venga, salid corriendo de aquí, no quiero verlas antes de que este caso se resuelva»

Emma tenía los ojos abiertos como platos, totalmente perdida.

«Pero...¿esto es un castigo? ¿Se venga?» preguntó ella golpeando con el puño la mesa.

«¡Exactamente!» respondió Gold con una sonrisa socarrona «Es un castigo para la agente Mills. ¡Yo la avisé, ahora ella deberá atenerse a las consecuencias! ¡Y ahora salid de mi despacho antes de que me dé un ataque!»

Sin decir una palabra más, Emma salió del despacho, con el expediente en la mano, el gesto enfadado. La agente Mills le seguía el paso, mucho más elegante y segura de ella misma que su compañera.

«Pero...pero ¿dónde se supone que vamos a ir?» preguntó la rubia, intentando buscar la información en el expediente.

«A un pueblecito perdido en Maine» respondió la morena poniendo mala cara «A Storybrooke»


Asesinato en StorybrookeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora