*Gerard*
El portazo tras la salida de Frank seguía resonando en mi cabeza, como un eco. Estaba furioso conmigo mismo, con la situación, y, sobre todo, con él. ¿Por qué se había ido así? ¿Qué había hecho yo para que se molestara tanto?
Sentía el corazón encogerse con fuerza en mi pecho, y dolía, dolía como el infierno. Sin quererlo, mi mente repasaba una y otra vez las imágenes, buscando una respuesta a lo que había sucedido, buscando una razón para lo que habíamos estado a punto de hacer.
Nunca me había sentido así antes, nunca había sentido ningún tipo de atracción hacia alguien, mucho menos hacia Frank, él era mi mejor amigo, y yo no era homosexual... ¿O sí?
Nunca me había puesto a pensarlo, realmente nunca me había fijado siquiera en alguna persona en particular, pero en aquel momento, con su cálida mano rozando mi rostro, y sus hermosos y profundos ojos fijos en los míos, mi corazón había empezado a latir furiosa y arrítmicamente, haciéndome perder la noción de la realidad.
Aquello no estaba bien, no podía estar sintiendo esto, él no lo aceptaría. Necesitaba un escape, necesitaba huir de todo, de Frank, de mis estúpidos sentimientos, y del inminente rechazo.
Así que subí corriendo las escaleras hacia mi habitación, con el nudo en mi garganta creciendo más a cada segundo y cerré la puerta tras de mí con fuerza desmedida. Comencé a dar vueltas por todo el lugar, sin saber realmente qué hacer, mordiendo mis labios hasta hacerlos sangrar en un vano intento de impedir que las lágrimas hicieran su aparición. Cuando la desesperación se apoderó de mí no me contuve más, me senté en la cama y, ya sin oponer resistencia, dejé que todo el dolor acumulado en mi pecho fluyera a través de mis ojos. Lloré con fuerza, gritando de frustración hasta desgarrar mi garganta, lanzando con furia todo lo que se interpusiera en mi camino y golpeando las paredes hasta que mis puños sangraran.
Cuando por fin recuperé el control de mí mismo, la habitación era un verdadero desastre. Vi las almohadas y la ropa de cama en el piso, así como mis figuras de acción y tantas otras cosas, pero al ver el marco con la única foto de Frank y yo, de niños, roto en el suelo, me forcé a calmarme, nunca había sido una persona violenta, y no quería serlo. Ese no era el escape que buscaba.
Dejé mi vista vagar por la habitación hasta dar con mi viejo atril, y un lienzo en blanco justo sobre él, esperándome. Me acerqué, repentinamente eufórico, a mi viejo equipo de sonido y rebusqué entre mi música hasta dar con mi favorita, una pequeña cinta con los nocturnos de Chopin. La introduje rápidamente en el aparato y subí el volumen al máximo, tomé mis pinturas y pinceles, y, con lágrimas en los ojos, comencé a lanzar pincelazos al azar, sin saber realmente lo que estaba haciendo.
La música me envolvió como en un suave abrazo, y entré en un trance tal que, por lo que pareció un segundo, olvidé por completo todo a mi alrededor. Los recuerdos, la angustia e incluso el tiempo y el espacio se fueron desvaneciendo hasta prácticamente desaparecer, todo lo que podía sentir eran los suaves acordes de piano inundando mis sentidos, y los pinceles en mis manos, moviéndose como con vida propia.
Entonces sentí los fuertes golpes provenientes de la puerta de mi habitación, y volví a la realidad abruptamente. Los golpes no se detenían, y me vi en la obligación de parar la música.
-GERARD! ABRE LA PUERTA! – los gritos de mi madre afuera se hicieron escuchar una vez quedó todo en silencio. Sólo entonces dirigí mi mirada hacia lo que acababa de hacer; en el lienzo, hasta hace un momento en blanco, se distinguía una delgada silueta masculina, desnuda y de espalda, pero volteando su rostro hacia mí, dejando al descubierto su mirada, una mirada intensa y del color de la miel.
Todo sucedió en una fracción de segundo, mientras mi madre me gritaba que la dejara entrar, corrí frenético hacia el cuadro recién pintado y lo metí a mi armario, con la intención de esconderlo de los ojos de mi madre. No quería que lo viera, ella sabría quién era, y haría demasiadas preguntas, era... Demasiado íntimo.
Abrí la puerta lentamente, con cautela, asomando sólo mi cabeza hasta encontrarme con la mirada furiosa e inquisidora de mi madre. Esbocé una pequeña sonrisa de disculpa, pero la ignoró completamente y se abrió paso hacia mi habitación con un suave empujón.
- ¿Qué demonios pasó aquí? – preguntó, ahogando un grito al ver el desastre que reinaba en todo el lugar.
- Estaba buscando algo... – mentí estúpidamente.
- ¿Qué sucedió, Gerard? ¿Dónde está Frank? – exigió, mirándome a los ojos para evitar que mintiera, pero rehuí su escrutinio dándole la espalda para acercarme hacia la ventana.
- Tuvo que irse, ya sabes cómo son sus padres, debía llegar temprano – respondí, ocultando el resto de la información para no tener que mentirle.
- ¿Y por qué estás todo sucio? ¿Estuviste pintando?
- No...
- No me mientas, Arthur – dijo severa, pero tomando mi brazo con suavidad para voltearme hacia ella – la música se escuchaba hasta afuera y solo pintas así cuando estás triste, ¿tuvieron una discusión? Sabes que puedes confiar en mí, hijo.
- Mamá no quiero hablar de eso... – traté en vano de reprimir las lágrimas que comenzaban a escocerme en los ojos otra vez, pero cuando sentí su cálido abrazo supe que ella lo sabía, y me largué a llorar en su hombro sin ya poder contenerme.
- Él es un chico difícil de tratar, ¿verdad? – me susurró al oído, haciendo notar una leve sonrisa de comprensión en su voz y acariciando mi espalda con dulzura.
- Hm... – gemí por toda respuesta.
Tenía razón, Frank era un chico difícil de tratar, pero más difícil era tratar con los ya incontrolables sentimientos que tenía hacia él.
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Like a Friend | Frerard
Fanfiction"Like a car crash I can see, but I just can't avoid. Like a plane I've been told I never should board. Like a film that's so bad, but I've got to stay till the end. Let me tell you now: ¡It's lucky for you that we're friends!"