Capítulo 6

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Semanas enteras pasaron en lo que pareció un pestañeo para ambos jóvenes. Para Frank, el episodio con sus padres, aquella noche que ya parecía tan lejana, había quedado casi por completo en el olvido. Para Gerard, el mundo seguía siendo un lugar feliz, en parte gracias a los incesantes intentos del menor por ocultarle cualquier información desagradable referente a los Iero. En conclusión, las cosas se mantenían tranquilas y, hasta cierto punto, normales.

Pero sería mentir el decir que nada había cambiado, la verdad era que la relación entre ambos muchachos distaba mucho de ser igual a lo que siempre habían conocido.

Gerard Way y Frank Iero seguían siendo los mejores amigos a los ojos del mundo, tan inseparables y tan risueños como siempre, pero lo que sucedía en la intimidad de las cuatro paredes de la habitación de Gerard, cuando se encontraban solos, era totalmente desconocido para todos quienes les rodeaban, y así debía mantenerse.

El término del año escolar estaba a sólo una semana de distancia, las vacaciones de verano estaban excitantemente cerca y el tiempo libre abundaba más por esos días. Frank tenía obligaciones con su familia sólo los días sábado, pero el resto de su tiempo le pertenecía, por lo que gozaba de la libertad de utilizarlo en lo que quisiera. Y lo pasaban juntos, siempre que podían, claro.

Su relación actual era, en realidad, algo extraña, ya que ninguno de los dos estaba muy seguro de en qué consistía, pero la verdad es que no les resultaba necesario. No eran más que un par de buenos amigos, muy buenos amigos. Amigos con algunos beneficios, claro, pero amigos, al fin y al cabo, y eso parecía bastarles a los dos.

Nada había pasado, hasta el momento, entre ellos realmente, más allá de unos besos inocentes y unas cuantas caricias furtivas de vez en cuando, cuando se hallaban solos, encuentros relativamente escasos, pero que comenzaban a aumentar de frecuencia según el paso del tiempo. Aunque ambos lo desearan, ninguno se había atrevido a tomar la iniciativa y pasar a la siguiente base, en parte porque no se encontraban en posición, aún, de tener una relación como tal. Pero no era realmente una necesidad entre ellos, cuando la temperatura comenzaba a subir, simplemente se limitaban a mirarse a los ojos, sonriendo, y abrazarse el uno al otro hasta que las hormonas se calmaran. Y usualmente les daba resultado, pero no aquel día.

Era viernes por la tarde, y, como siempre, ambos estaban encerrados en la habitación de Gerard, simplemente conversando de temas triviales y riendo sin motivo aparente. Se encontraban solos en casa de los Way, pero se habían asegurado de mantener toda situación peligrosa a raya.

La tarde transcurrió tranquila, la familia de Gerard no llegaría a casa hasta ya entrada la noche, y los Iero se encontraban en el templo al que asistían, por lo que no habían tenido mayor control parental. Estaban jugando una improvisada partida de ajedrez, juego del cual ninguno de los dos conocía realmente las reglas, y se divertían a lo grande inventando jugadas y movimientos inexistentes. Iban por la tercera partida cuando, sólo por molestarlo, Gerard levantó un alfil y, sin respetar nada, lo utilizó para golpear con fuerza al rey de Frank fuera del tablero.

- Gané – sentenció, en medio de risas ahogadas.

- ¡Gerard, así no se juega! – se carcajeó el menor, ya cansado de intentar enseñarle lo poco que sabía sobre el juego – Ya deja de hacer trampas.

- No importa, ya gané – se cruzó de brazos, con las mejillas infladas aguantando la risa ante la expresión de fingida seriedad de su acompañante.

- Ah, ¿sí?

- ¡SÍ!

- Yo te voy a enseñar a jugar, vas a ver – gruñó Frank, poniéndose de pie rápidamente y provocando risotadas histéricas en el mayor, quien se levantó de su lugar en el piso para escapar de su amigo.

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