Capítulo 15

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El camino desde el centro hacia la costa fue totalmente silencioso, a excepción de la música proveniente del equipo de sonido del vehículo, a un volumen casi imperceptible, a la que ninguno ponía verdadera atención. Gerard mantenía la vista fija en el paisaje, abstraído en los hermosos colores que bañaban el cielo a esa hora de la tarde. Frank, por su lado, concentraba parte de su atención en el camino, y el resto en su copiloto, dirigiéndole una que otra mirada de vez en cuando. A ratos sentía ganas de hablarle, de iniciar alguna conversación trivial para relajar un poco el ambiente tenso, pero la verdad era que las palabras resultaban innecesarias, hablar habría significado arruinar el momento.

- ¿A dónde se supone que vamos? – Gerard fue el primero en romper el silencio, sobresaltando levemente a su acompañante al volante – No nos pasaremos el resto de la tarde dando vueltas, ¿o sí?

- Supongo que no... - susurró quedo, pensando en lo mucho que le habría gustado conocer más los alrededores para saber hacia dónde dirigirse. Gerard se enderezó en el asiento del copiloto, incómodo, con el fin de dar un par de indicaciones, pero antes de que pudiese hablar una sonrisa se dibujó lentamente en los labios del menor y tuvo que sostenerse cuando éste hizo virar el automóvil rápidamente hacia las luces de unos pequeños locales comerciales, un poco más adelante, cercanos a la playa – Espera, sé de algo que podría gustarte.

El pelirrojo le observó intrigado, tratando de seguir la dirección de su mirada. Se enderezó en el asiento para mirar hacia el frente, buscando con la vista algún indicio de aquello que había cambiado repentinamente el humor de su amigo, y se sorprendió gratamente al descubrirlo en aquel conocido y luminoso letrero de color verde. Frank aparcó el automóvil justo frente a la entrada del pequeño local, y se bajó rápidamente, ansioso, sin esperar a Gerard, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón y aspirando la brisa marina que llegaba con fuerza desde la orilla de la playa, tan cercana a donde se encontraban.

- ¿Un Starbucks? – la pregunta sonó irónica, pero en cuanto Frank se volteó a mirarlo, le complació ver en su aniñado rostro una amplia sonrisa que dejaba ver sus diminutos dientes blancos, una sonrisa que no denotaba nada más que satisfacción.

- Pensé que querrías tomar un buen café, ya sabes, esta vez en un buen lugar – respondió el menor con un guiño coqueto – podríamos beberlo en la playa.

- Vaya, sí que me conoces... – susurró, con las mejillas tan rojas como el cabello – No sólo el lugar es mejor, sino también la compañía.

- Adulador – se burló, haciendo al pelirrojo soltar una alegre carcajada, y sonriendo a más no poder, le tomó del brazo para arrastrarlo hacia el interior del café.

Pidieron un par de frapuccinos, ya que aún hacía bastante calor para un café caliente, y caminaron lentamente y en silencio hacia la orilla del mar, disfrutando de la cercanía y la brisa cálida de la tarde.

- Esta es mi hora favorita del día – susurró Gerard, sentándose con cuidado en la arena aún caliente, tan cerca de la orilla como le fue posible.

- ¿Eh? – soltó con sorpresa, comenzando a ruborizarse.

- ¡El crepúsculo! – respondió, riendo ante la confusión en los rasgos de Frank – No hay nada que me guste más que el color del cielo antes de la puesta de sol.

- Ah... – musitó el castaño, sentándose a su lado levemente avergonzado, pero alzando la vista hacia el sol que empezaba a ocultarse en el mar – Pues sí que es hermoso.

- ¿Verdad?

El tono eufórico en la voz de Gerard le obligó a mirarlo. Sus ojos expresaban una fascinación infantil mientras observaba el cielo, absorto en la belleza del paisaje. Su perfil, pálido y perfecto, parecía absorber cada uno de los colores del ocaso, como una pintura a medio hacer, tiñéndose sutilmente con la mezcla de naranjo, rojo y amarillo proveniente del horizonte. Se veía hermoso.

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⏰ Última actualización: Nov 05, 2017 ⏰

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