*Frank*
Tulsa, Oklahoma. Ese había sido el destino que mis padres eligieron para alejarme de las "perversiones" en las que me había visto envuelto.
Apenas si llegué a casa aquel día, mis padres me esperaban con las maletas apostadas en la puerta principal, no tuve tiempo de decir absolutamente nada antes de que mi madre me tomara por el brazo con fuerza, y me arrastrara hasta el auto, sin explicarme nada. Mientras papá subía las cosas al vehículo y yo miraba, atónito y sin comprender lo que sucedía, hacia todas las direcciones, mamá se sentó en el asiento del copiloto, sin voltearse a verme y tan inmóvil como una estatua.
- El camión de la mudanza vendrá luego por nuestras cosas – soltó de pronto, con voz calmada – llegará después que nosotros, pero tienes todo lo que necesitas hasta entonces en tu maleta.
- Mamá... – aventuré con miedo - ¿A dónde vamos?
- A casa, hijo – respondió, girándose en el asiento para dedicarme una sonrisa desquiciada – a casa.
- Pero esta es nuestra casa...
- ¡NO! – gritó de repente, mirándome furiosa, con ojos casi desorbitados, y yo sólo me encogí en el asiento, totalmente aterrado – Este lugar está lleno de personas perversas, Francis, ya no es nuestro hogar, nuestro hogar está donde se respete a nuestro señor Jesucristo, aquí sólo habitan demonios.
El viaje fue una tortura interminable, encerrado con ellos en un automóvil totalmente silencioso. Me sentía como si estuviese siendo secuestrado o algo así, sin poder replicar nada, sin siquiera saber hacia dónde me llevaban, y sin haber podido despedirme de mis seres más queridos. Dormité durante la segunda mitad del viaje, rindiéndome a la voluntad de mis secuestradores sin tener ánimos ya de oponer resistencia alguna, y desperté por completo una vez sentí las manos de mi madre sacudirme con fuerza.
Era de madrugada ya cuando salí del vehículo, aún adormilado. Habíamos viajado sin descanso durante todo un maldito día, y yo ni siquiera lo noté. Fijé la vista en el que sería mi nuevo hogar; una casa vieja y pequeña, en un barrio que no parecía la gran cosa. Evité concentrarme mucho en la visión del lugar, y entré en la casa, llevando conmigo mi maleta, detrás de mi padre. Observé con desprecio el lugar. Nada del otro mundo, la verdad, a la izquierda de la entrada, una pequeña sala de estar vacía, junto a una aún más pequeña cocina, con una puerta que debía conducir al patio trasero y, a la derecha, justo frente a la sala, un largo pasillo con solo tres puertas. Aburrido.
- ¿Dónde estamos? – me atreví por fin a preguntar.
- Estamos en Tulsa, Oklahoma – respondió mi padre con desinterés.
- ¡¿QUÉ?! – no pude evitar gritar, arrepintiéndome luego de ver la mirada de advertencia de mi padre – ¿Me trajeron hasta Oklahoma por un arranque de ira?
- ¿Arranque de ira? – mi padre me observó con una sonrisa burlona.
- No es ningún arranque de ira, hijo – interrumpió mi madre en un escalofriante susurro – te estabas envenenado con esa gente, y no podíamos permitirlo. En nombre de nuestro señor, quisimos alejarte lo más posible de las tentaciones de Lucifer.
Quise gritarles, a ambos, que estaban locos, que lo que hacían no era normal, que los odiaba. Pero no dije nada, me mantuve en completo silencio, por miedo a sus reacciones y porque sentí que era lo mejor. Y me mantengo en silencio hasta ahora, dos enormemente largos meses después.
Dos meses habían pasado ya desde que mis enloquecidos padres me arrastraran hasta esta jodida ciudad, demasiado grande para mi gusto, y, por dios, cómo la odiaba.
Extrañaba Jersey y su simpleza. Extrañaba Summit, mi casa, mis amigos, mi aburridísima escuela. Extrañaba a los Way, mi familia de acogida, como me gustaba llamarles, y, más que a todo, extrañaba a Gerard. Una intensa punzada de dolor se alojaba en mi pecho cada vez que pensaba en él, y en cuánto estaría él sufriendo en aquellos momentos, en cómo no había sido capaz siquiera de darle una explicación, o de despedirme al menos.
Pero después de tanto tiempo sin poder tener ningún tipo de contacto con mi antigua vida, había aprendido a resignarme. No era en absoluto feliz, pero fingía una sonrisa todos los días, tanto a mis padres, como a mis nuevos compañeros de clase, y no lo hacía por ellos, precisamente. No, fingía una sonrisa cada día desde que me levantaba por las mañanas hasta que me acostaba por las noches, con la simple intención de no dejarme caer en la depresión. A veces el dolor y la tristeza era tan grande que simplemente no quería seguir viviendo, o más bien, sobreviviendo. A veces, por las noches, las pesadillas eran tan aterradoras que me limitaba a pasarme la noche en vela, escuchando música. Era una completa tortura, pero si me dejara llevar por la tristeza y el miedo, no podría seguir aguantando, y quería hacerlo, quería seguir adelante hasta el día en que fuera completamente libre de la tutela de mis padres, para poder volver a mi feliz vida en Jersey. La vida que nunca debí haber dejado.
Mi única conexión con el verdadero Frank Iero, aquel que vivía en Summit, New Jersey, era el tesoro que guardaba con recelo en una pequeña cajita negra y metálica, que sólo se abría con un código numérico que sólo yo conocía. Cada vez que me sentía triste y solo, tomaba mi pequeña caja fuerte, y sacaba de ella mi tesoro; un pequeño dibujo en hoja de cuaderno, que mostraba la feliz imagen de Gerard y yo de espaldas, tomados de la mano y mirando hacia un hermoso lago junto a un bosquecito lluvioso. La tomaba en mis manos y la apretaba contra mi pecho, cerrando mis ojos con fuerza para imaginar cómo sería mi vida si hubiese tenido los cojones de enfrentarme a mi familia, y a mí mismo, para estar con él. Esa era mi rutina, soportar el intento de vida que tenía, imaginar la vida que quería y no podía tener, y ese, extrañamente, era mi mejor antidepresivo.
Aun cuando sabía, en el fondo de mi corazón, que mi pequeña fantasía jamás se haría realidad.
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Like a Friend | Frerard
Fanfiction"Like a car crash I can see, but I just can't avoid. Like a plane I've been told I never should board. Like a film that's so bad, but I've got to stay till the end. Let me tell you now: ¡It's lucky for you that we're friends!"