33.- Charlie

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El viento arreciaba con fuerza, cubriéndolo todo de tierra ya arenilla. Eso no hacía más que dificultar la pelea.

Christian empuñaba una espada y era por lo menos diez centímetros más alto que yo. Le aseste un golpe con la daga en la axila. Christian lanzo un grito de agonía y dejo caer su arma, mientras un río de sangre manaba de la herida. Él presiono la herida con la otra mano y retrocedió con una intensa mirada de odio.

Después llegaron los rayos. Caían del cielo en líneas irregulares y al chocar contra el suelo, arrojaban cantidades enormes de tierra calcinada. El ruido era tan insoportable que los oídos fueron perdiendo sensibilidad y mientras me iba quedando sordo, ese sonido estruendoso se fue apagando hasta transmutarse en un zumbido distante.

El suelo tembló bajo mis pies, trastabille, solté mi daga y me estrelle contra el pecho de Christian. Ambos nos desplomamos en el suelo. Utilice una mano para quitarme de Christian mientras revoloteaba la otra con todas mis fuerzas. El puño cerrado se estampo en la mejilla de mi oponente: su cabeza se sacudió bruscamente hacia un costado y la sangre salió de su boca.

Levante el brazo para asestar otro golpe pero el chico se retorció con violencia y me lanzo lejos. Caí de espaldas contra el suelo.

Antes de que lograra moverme, Christian salto sobre mí, rodeó mi torso con las piernas e inmovilizo mis brazos con sus rodillas. Forcejeé para librarme mientras soportaba la lluvia de puñetazos que el chico descargaba en mi cara desprotegida. El dolor me invadió el cuerpo. No pensaba morir aquí; no tan fácil. Apoye los pies en el suelo e impulse mi torso hacia arriba.

Le di un rápido vistazo a Kike: Su fuerza le ayudaba bastante y golpeaba a puñetazos a Juan que estaba bañado en sangre.

Me levante apenas unos centímetros, pero fueron lo suficientes para liberar mis brazos de las rodillas de Christian. Con los dos brazos bloquee el siguiente golpe; luego lance los dos puños hacia la cara de mi contrincante y di en el blanco. Christian perdió el equilibrio; lo empuje y después enrosque las piernas y descargue mis pies en el costado del chico una y otra vez. Con cada patada, el cuerpo de Christian se alejaba. Pero cuando intente retirar mis pies, de un descuido él chico me sujeto los pies y me arrojo a un costado. Luego Christian se trepo sobre mi otra vez.

Me volví loco y perdí el control. Pateé, golpeé, me retorcía y manoteaba para poder salir de debajo del enemigo. Rodamos por el suelo. Cada uno lograba mantener la ventaja por una milésima de segundo antes de volver a caer. El dolor acribillaba mi cuerpo mientras volaban los puñetazos y las patadas: Christian rasguñaba y mordía. Seguimos rodando sin dejar de pegarnos hasta casi casi perder el sentido.

Finalmente, encontré un buen ángulo para asestar un codazo en la nariz de Christian, que quedo aturdido. Una corriente de energía recorrió mi cuerpo: me puse encima del chico, coloque mis dedos alrededor de su cuello y comencé a presionar.

Christian lanzaba patadas y sacudía los brazos, pero me aferre a él con furia salvaje y fui cerrando mis manos con fuerza mientras me inclinaba hacia adelante con todo mi peso para aplastarlo. Los ojos de Christian se abrieron desmesuradamente y la lengua salió de su boca.

Alguien me golpeó la cabeza con la palma de su mano; sabía que me hablaban pero no escuchaba qué me decían. El rostro de Kike surgió ante el mío. Me gritaba algo. La sed de venganza se había apoderado de mí. Me seque los ojos con la manga y volví a observar con más atención la cara de Christian. Inmóvil, pálido y apaleado, el chico ya se había ido desde hace rato. Desvié la mirada a Kike.

-¡Está muerto! -me gritaba- ¡Está muerto!-

Hice un esfuerzo por soltarlo y me aparte despacio. Kike me ayuda a ponerme en pie.

-¡Dejamos a los dos fuera de juego!- rugió Kike en mi oído- ¡Tenemos que irnos, la tormenta no ha pasado!-

Un arco de luz deslumbrante paso por encima de nosotros y se hundió a nuestras espaldas. Sin inmutarnos, emprendimos la marcha. Un destello de luz hacia la derecha. Otro hacia la izquierda. Uno adelante. Tuve que hacer una pausa y parpadee varias veces hasta que recupere la vista.

Arribe a la construcción más cercana. Alcance la puerta de vidrio y no me moleste en abrirla. Como la mayoría de los cristales estaban rotos, golpeé con cuidado los fragmentos restantes usando el codo. A continuación me desvanecí en el interior.

Exhausto y adolorido, me acurruque contra la pared mientras esperaba que regresara mi audición. Parecía dar resultado: la vibración silenciosa había disminuido la presión y el zumbido había desaparecido. Al toser, alcance a escuchar mi propia tos. Después de todo, tal vez no había quedado sordo.

La luz grisácea y débil que provenía de las ventanas no resultaba de gran ayuda para combatir la fría oscuridad del interior del edificio. Kike estaba hecho un ovillo en el suelo, inmóvil.

Aparte el malestar y me deje ganar por el agotamiento. Me moví hastaquedar acostado en el suelo y me dormí.

Los Juegos del Hambre (Primer Vasallaje)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora