El aerodeslizador aparece sobre mí y de él cae una escalera. Pongo un pie en el primer travesaño. La corriente eléctrica me paraliza, de lo cual estoy segura porque dudo poner mantenerme mucho tiempo despierta.
Cuando se cierra la puerta y la corriente eléctrica se detiene, nadie me presta atención salvo una ayudante del Capitolio que me ofrece una bebida.
Me dejo caer en el suelo, con la cara contra la puerta, mirando el vaso de cristal que tengo en la mano sin entender nada. Está helado, lleno de zumo de naranja, con una pajita de borde decorado. Parece completamente fuera de lugar en mi mano sucia y ensangrentada, al lado de las cicatrices y las uñas llenas de tierra. Se me hace agua la boca con el olor, pero la dejo con cuidado en el suelo, sin confiar en nada tan limpio y bonito.
Lo siguiente que sé es que hemos aterrizado en el tejado del Centro de Entrenamiento y creo distinguir una mujer Anabeth (tiene que ser Anabeth, Anabeth viene al rescate), cuando alguien me pincha por detrás con una aguja.
Cuando despierto me da miedo moverme. Todo el techo brilla con una suave luz amarilla, lo que me permite ver que estoy en una habitación en la que sólo está mi cama; ni puertas, ni ventanas a la vista. El aire huele a algo fuerte y antiséptico. Del brazo derecho me salen varios tubos que se meten en la pared que tengo detrás. Estoy desnuda, pero la ropa de cama me reconforta. Saco con precaución la mano derecha de la colcha: no sólo está limpia, sino que han arreglado las uñas en óvalos perfectos y las cicatrices se notan menos. Me toco la mejilla, los labios, la cicatriz arrugada sobre la ceja y, cuando empiezo a pasarme los dedos por mi pelo de seda, descubro que me han quitado la pluma.
Intento sentarme, pero algún tipo de correa de sujeción me rodea la cintura y sólo me deja levantarme unos centímetros. La restricción física hace que me entre el pánico, y me pongo a tirar y a retorcer las caderas para librarme de la correa; entonces se desliza una parte de la pared, como si fuese una puerta, y por ella entra la chica avox pelirroja con una bandeja. Al verla me calmo y dejo de forcejear. Deja la bandeja sobre mis muslos y aprieta algo que me coloca en posición sentada.
Cuando me pone una cuchara en la mano, noto que me la aprieta como una amiga. Supongo que, al fin y al cabo, no quería verme muerta.
Cuando se va la chica, la puerta se cierra sin hacer ruido detrás de ella y yo me vuelvo, hambrienta, hacia la bandeja: un cuenco de caldo claro, una pequeña ración de compota de manzana y un vaso de agua. "¿Ya está?", pienso, enfurruñada. ¿No debería ser mi comida de bienvenida un poco más espectacular? Al final descubro que apenas soy capaz de terminar lo poco que me han puesto. Es como si el estómago se me hubiese reducido al tamaño de una castaña, y me pregunto cuánto tiempo llevo inconsciente.
Me duermo una y otra vez, entonces, por fin, llega un momento en que me despierto y no tengo nada clavado en el brazo derecho. También me han quitado la correa de la cintura y soy libre para moverme a mi gusto. Empiezo a levantarme, pero me detiene la visión de mis manos: la piel está perfecta, suave y reluciente.
Salgo a un pasillo amplio y vacío que no parece tener más puertas. Me vuelvo y los veo a todos esperando en una gran sala al final del pasillo: Desiree, Jefry y Anabeth. Salgo corriendo hacia ellos sin vacilar. Es posible que los vencedores deban ser más arrogantes, sobre todo cuando sabes que te están mirando, pero me da igual. Corro hacia ellos y me sorprendo a mí misma abrazando primero a Jefry. Cuando me susurra al oído "Buen trabajo, preciosa", no suena sarcástico. Desiree está algo llorosa y no deja de darme palmaditas en el pelo. Anabeth se limita a abrazarme con fuerza y no dice nada.
Las horas siguientes pasan deprisa. Anabeth vuelve mi cabello perfecto (En sus términos) exuberante, largo y trenzado en cintas de oro. Me maquillo la cara; los labios rojo cereza. Anabeth me hace usar un hermoso vestido blanco sin mangas tan bajo que me llegaba a los tobillos, con un escote en V muy bajo. Delicados brazaletes de oro enroscados en mis bíceps y un collar ámbar
Bajamos en el ascensor hasta la planta donde nos entrenamos. La costumbre es que el vencedor y su equipo de preparación salgan al escenario en una plataforma elevada. Primero el equipo de preparación, seguido por el acompañante, el estilista, el mentor y, finalmente, el vencedor.
Han instalado una nueva plataforma de metal para elevarme; todavía se ven pequeños montoncitos de aserrín y huele a pintura fresca. El olor a humedad y moho que hay debajo del escenario amenaza con ahogarme. Noto un sudor frío y pegajoso en la piel y no puedo evitar la sensación de que las tablas que tengo encima están a punto de derrumbarse, de enterrarme viva debajo de los escombros.
La plataforma empieza a elevarse.
El himno me retumba en los oídos y después oigo a Guill Flickerman
-Con ustedes nuestra ganadora: ¡Piper McLean!-
Me siento en un sillón de terciopelo rojo, desde el cual observare la película de los mejores momentos de los juegos. Durará exactamente tres horas y es de visión obligatoria para todo Panem. Cuando reducen la intensidad de las luces y aparece el sello en la pantalla, me doy cuenta de que no estoy preparada para esto, de que no quiero ver morir a mis veintitrés compañeros. Ya vi bastante la primer vez. Empieza a latirme el corazón con fuerza y siento el impulso de huir.
Durante los mejores momentos suelen mostrar la reacción del ganador en un cuadrito de una esquina de la pantalla. Pienso en los años anteriores... Algunos parecían encantados, alzaban los puños y se golpeaban el pecho. Casi todos parecían aturdidos...
Resumir varias semanas en tres horas es toda una hazaña, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de cámaras que funcionaban a la vez. El que monta esto debe tener claro qué historia desea contar. Este año por primera vez cuentan una historia muy especial por ser el primer Vasallaje.
La primera hora o así se centra en los sucesos anteriores al estadio: la cosecha, el paseo en carro por el Capitolio, las clasificaciones del entrenamiento y las entrevistas. Una banda sonora animada hace que parezca el doble de horrible porque, claro, casi todos los que aparecen en pantalla están muertos. Una vez en el campo de batalla se ofrece una detallada cobertura del baño de sangre y después, básicamente, los realizadores alternan imágenes de los tributos muriendo e imágenes mías.
Yo corriendo por el Laberinto, Charlie huyendo junto con Zabdi cuando el Laberinto se derrumba, mi reacción cuando se anuncia la Fase Dos, Lena muriendo, Abel desangrándose, las sonrisas sangrientas, Aruamy muriendo por culpa de la lanza de Charlie, Monse ahogando a Charlie... Es como ver a unos completos desconocidos en otros Juegos del Hambre. Cuando la proyección por fin termina, vuelve a sonar el himno y nos levantamos cuando la presidenta Crow en persona sale a escena, seguido de una niñita con el cojín que sostiene la corona.
La presidenta Crow me coloca la corona en la cabeza. Después hay muchas reverencias y vítores. Guill Flickerman despide a la multitud y a mí me llevan a la mansión de la Presidenta para el banquete de la victoria.
Al alba vuelvo a mi cuarto para recoger algunas cosas y descubro que lo único que quiero llevarme es la pluma que use durante los juegos, ahora descansa sobre una mesita y la trenzo en mi cabello.
Me pasean en un enorme carro negro por las calles del Capitolio hasta que llegamos a la estación del tren. Cuando el tren se pone en marcha, me dirijo a mi cuarto y me duermo.
Jefry me despierta cuando ya hemos entrado en el Distrito 12. Mi corazón está feliz porque volveré a ver a Jasón. Salgo corriendo del vagón y justo cuando estoy bajando recuerdo que vi el calendario ayer.
Hoy es su cumpleaños.
Hoy cumple diecisiete años...
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Los Juegos del Hambre (Primer Vasallaje)
FanficMi vida anterior ya no existe más, una nueva se ha iniciado: correr, pelear y sobrevivir. Sobrevivir no será tan sencillo. El pánico se comienza a adueñar de mí. No puedo estar aquí. Pelear es esencial. Pero las preguntas sin respuestas me atorme...