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El timbre acaba de anunciar la salida de la escuela y algunos niños ya están haciendo bolas de nieve en el patio. Sara acomoda sus lápices de colores. Un marcador cae debajo de su banca. Se inclina y, de paso, inspecciona su bajo-pupitre. Todo está en orden, los libros y los almuerzos que almacena ahí desde hace varios días. Cuando se yergue, ve a su madre. Trae puesto un traje sastre perfecto y su peinado con fijador es impecable. Se dirige hacia la maestra con paso decidido.

- ¿Deseaba verme?

-Sí. Un momento por favor.

     Los últimos alumnos salen del salón. La madre de Sara se acerca a su hija, hojea su cuaderno y lee las anotaciones marcadas con rojo en el margen; entonces un tic le crispa la comisura de los labios. Sara reconoce en su madre el signo de la exasperación contenida. La niña siente con frecuencia que es una hija indigna, una hija no querida.

     La maestra se acerca y habla de los últimos resultados de Sara, de su falta de entusiasmo.

-Es algo frecuente a esta edad -admite-. Crecer cansa... ¿A menos que Sara atraviese por una situación difícil...?

     La madre de Sara frunce el ceño.

-¿Qué quiere usted decir?

-Un ambiente familiar algo difícil se refleja a veces en...

-Nuestro hogar es muy equilibrado, si eso es lo que usted está tratando de saber.

-No me malinterprete. Yo respeto la vida privada de todos mis...

-Eso espero. De cualquier forma, es inútil buscar tan lejos. Está en la naturaleza de Sara dejarse ir. Con frecuencia necesita que la sacudan. Yo me encargaré de hacerlo; dentro de poco le aseguro que ya no tendrá motivos de queja de mi hija.

     El tono glacial de la madre de Sara desarma a la maestra, quien farfulla:

-Pero si no me estoy quejando... Simplemente me parece que Sara está triste...

-Sara está cansada. ¡Come muy mal! La llevaré con el médico.

     Desde el inicio de la conversación, Sara tiene la nariz metida en un cuaderno que sacó de su mochila. Finge resolver unas operaciones, pero las cifras se confunden frente a sus ojos. La maestra le pone la mano sobre el hombro.

-¿Y tú qué piensas, Sara?

     La niña murmura:

-Voy a estudiar más...

-Qué bueno -la felicita la maestra-. Yo te ayudaré. Entre las dos, será más fácil.

     La madre de Sara se encoge de hombros y se despide mientras saca a su hija del salón de clase. Una vez sola, la maestra se masajea las sienes, primero para sentir un poco de alivio y luego con más fuerza, hasta que se lastima.

La cólera de la madre de Sara estalla durante la cena, cuando la niña hace a un lado su plato después de comer apenas unos cuantos bocado.

-¡No traje al mundo a una muñeca de trapo!

     Von arrebato le cuenta a su marido las palabras de la maestra. Sara la interrumpe varias veces, diciendo que no entiende las explicaciones de la maestra.

-¿Acaso eres más tonta que las otras? ¡Yo te voy a explicar y veremos si todavía te divierte no entender!

     Por primera vez en la tarde, Sara sostiene la mirada de su madre y responde:

-Siempre regresas a casa muy tarde y no sabes lo que hago. No me puedes ayudar.

     La madre de Sara se desconcierta un momento pero enseguida replica:

-No permito que me hables en ese tono. No te vas a escudar reprochándome que trabaje. Le pagaré a alguien para que te dé clases en la tarde.

-Tengo que ir a clase de dibujo.

-¡Pues a partir de hoy irás solo los miércoles!

     Con esta decisión de la madre de Sara se cierra la discusión. La niña desaparece en su recámara, se desviste y se acuesta con la muñeca entre sus brazos.

     Un poco más tarde, su padre va a verla. Sara duerme. Él siente alivio. No habría encontrado las palabras para expresar lo que quisiera decirle a su hija. Aprovechando su sueño, la contempla como un ladrón y le da un tímido beso en la mejilla. Piensa en el niño estudioso e introvertido que fue y se le forma un nudo en la garganta. ¡Cuánto sufría por el silencio asfixiante de sus padres y cómo maldijo ese silencio! Aún hoy es prisionero de él; nunca ha logrado romperlo; ni siquiera por esta niña a la que quiso tener; ni siquiera por esta niña a la que ama. Con frecuencia se odia por ello.

La niña del canal (TERMINADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora