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Jueves 16 de enero. Estoy en un cursillo que terminará el lunes. Ayer me propusieron ocupar el lugar. No tuve tiempo de decirle a Sara que hoy no podría ayudarla a estudiar. Todo el día me obsesionó la idea de que me estaría esperando, de que no se iría sin verme. Esta tarde manejé sin precaución en la carretera nevada, yo, que normalmente soy tan prudente. Estaba segura de que Sara estaría todavía ahí, pero el patio estaba tan vacío como los salones. Cuando leí en la lista de asistencia que no se presentó, estuve a punto de subir de nuevo al coche para ir a su casa... Me estoy volviendo loca. Sara ya no es Sara. Yo la inventé y la niña que fui se escapó de mi memoria para tomar posesión de su cuerpo. Estoy tratando de remontar el tiempo. Quiero creer que Sara es víctima de una historia idéntica a la mía para esta vez inpedirlo. Quisiera borrar ese episodio de mi infancia, pero debo entender que lo sucedido es indeleble para siempre. Si por lo menos pudiera escribir esos minutos que marcaron mi vida al rojo vivo, no mezclaría a Sara en este caos; podría escuchar lo que quizás ella tiene que decir en lugar de fundir su historia con la mía. Pero las palabras no llegan. Me he quedado horas ante este cuaderno, rasguñándome la mano hasta hacerla sangrar sin poder escribir nada. He enterrado en el fondo de mí a una niñita que me avergüenza para protegerla del mundo que la hirió.

Es de noche. La maestra llena su diario en el salón, sentada en el pupitre de Sara.

La niña del canal (TERMINADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora