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La ciudad nunca había sufrido un invierno como éste. Parecía que iba a iniciarse una nueva era glacial. Si la temperatura descendiera unos grados más, todo el mundo se quedaría inmovilizado para siempre. Así, la historia de cada individuo se limitaría al breve momento d felicidad o de dolor que estuviera viviendo en ese preciso instante. Aunque transcurrieran las horas y los años, el tiempo a no les afectaría.

En su recámara, Sara se esfuerza por terminar su tarea pero no puede dejar de pensar en que, dentro de un rato, deberá ir al estudio del profesor de dibujo. Quisiera estar pegada a la silla y no levantarse nunca. Pero aunque así fuera, se desdoblaría y acudiría a la cita. ¿Qué otra cosa podría hacer? Su mirada, llena de desamparo, fija la imagen de la muñeca en el espejo del ropero. La toma y abre la ventana. El frío entra en el cuarto. Sara está a punto de tirar la muñeca, pero cambia de idea y la abraza contra sí.

-Le voy a decir -murmura-. Ya no te lastimará.

Mete a la muñeca en su mochila y se precipita por las escaleras sin ponerse el abrigo.

*****

La maestra saca su maleta al corredor; después escribe un plan de trabajo para la maestra que la sustituirá. Cuando termina de releerlo, añade: Sarita atraviesa un momento difícil. Gracias por tomarlo en cuenta; es una niña muy frágil. Se sobresalta cuando escucha el timbre de la puerta. En el corredor, descubre a su alumna sin aliento.

-¡Estas helada! ¡Pasa!

Sara se queda en el oscuro corredor mientras la maestra enciende la luz.

-Ya no quiero -jadea la niñita.

La maestra lucha contra la sensación de pánico que la invade y contra las imágenes que se agolpan en su cabeza. Sus manos se crispan, pero intentando dominar el temblor de su voz dice:

-¿Qué es lo que ya no quieres, Sara?

Los labios partidos de la niña se mueven, pero de su boca no sale ningún sonido. Se acuclilla y con sus dedos entumecidos trata de abrir su mochila. Mientras hace esto, ve la maleta.

-¿Se va? -farfulla.

La maestra quisiera decir que no, pero sólo responde:

-A orillas del mar...

Sara se tambalea.

-Si quieres decirme algo antes de que me vaya... -continúa con rapidez la maestra extendiendo su mano hacia la niña.

Sara se apoya contra el muro. Su cabeza descansa sobre el mosaico de fotos. Su rostro está cerca de la imagen que petrifica a la maestra desde hace veinte años, cuando era niña, a la orilla del canal. Las dos niñas nunca se han parecido tanto. Asustada, la maestra retira velozmente su mano. Retrocede y sin querer con el hombro apaga la luz. Sara tuvo tiempo de ver el miedo que se posesionó de la maestra. Entonces se precipita hacia la puerta y escapa. Después de algunos segundos, la maestra se recupera y corre tras ella llamándola con todas sus fuerzas. Su grito resuena en vano. Sara ya llegó a la calle. Corre. Algunos peatones se vuelven cuando ven a esa niña que pasa tan ligeramente vestida. Otros se encogen de hombros, pero nadie la detiene.


La niña del canal (TERMINADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora