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Cuando el taxi toma el puente, Sara le pide que se detenga y voltea hacia su maestra:

-¿Sabe?, al final del canal está el sol.

-¿El sol? -dice la maestra, sorprendida.

Sí, el sol. Y del otro lado de la ciudad, en el estudio del pintor, el retrato de la niña a la que estaban destruyendo se quedará sin terminar.

Los policías salen del departamento de la maestra. Han tomado nota de la denuncia. Sara también habló. Sus padres la escucharon sentados en el sofá. Su padre llora sin decir nada; su madre tiene los ojos rojos e hinchados y el rostro sucio por el maquillaje corrido. Abre los brazos  con la mirada implora perdón a su hija. Sara se refugia en ella. La maestra sale discretamente y va a descolgar la foto de la pared. La desliza en su diario íntimo, que está guardado en un cajón. Quizá algún día volverá a escribir. Quizás un día también ella hablará.

De nuevo en casa, Sara quiere ir a acostarse. Necesita descansar, necesita soñar. Saca a su muñeca de la mochila que su maestra le regresó pero su madre se la quita.

-No, querida... Esta Sara se acabó. Ahora hay que olvidar. 

Sin embargo, no sabe qué hacer con la muñeca desvestida, a la que sostiene con la punta de los dedos tratando de evitar las marcas de las quemaduras. Entonces abre la puerta del mueble bajo el fregadero y la pone junto al bote de basura.

Sara se ha quedado dormida cuando su padre entra a verla. Él se sienta en la cama y le toma la mano. Permanece largo rato así y luego, en un murmullo, dice:

-Te quiero mucho, hija.


La niña del canal (TERMINADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora