4. Revuelo en el bar.

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El restaurante, o más bien bar al que me había llevado Owen era el lugar más extraño que había visto nunca. A primera vista daría un pelín de miedo, pero después si te fijabas bien se veía que el lugar no estaba del todo mal, era acogedor y bueno, las camareras con sus mini faldas negras y sus camisetas verdes enseñando el ombligo eran bastante agradables.

Ahora entiendo el interés de Owen por venir aquí, las camareras...

-¿Estás de broma no? En serio, no puedo comer teniendo esa cosa encima de tú cara. -Le dije a Owen muy seriamente.

A ver, reitero, el lugar estaba bien pero que tuvieran cabezas disecadas de animales salvajes colgando por todos los lados no me hacía mucha gracia. Encima eran esos animales que te miran con los ojos demasiado abiertos, de una forma casi irreal, que desde luego lo era.

-Pues mírame a mí. –Me contestó él.

-Lo dices como si fuera fácil, pero yo no tengo una familia de mapaches encima de mi cabeza. -Owen al oír eso soltó una carcajada y se giró para mirar lo que yo acababa de decirle, puso mala cara y frunció el ceño, después volvió a girarse para mirarme a mí.

-Vale, está claro que no es la cosa más agradable del mundo y da bastante repelús pero... -No pudo terminar la frase debido a la morena que nos acababa de interrumpir con el mayor descaro del mundo. Repito lo dicho anteriormente, todas las camareras eran bastante agradables, excepto ésta.

-¡Owen!

-Eee... Hola Ginger, ¿desde cuándo trabajas aquí?

Espera... ¿Estos dos se conocían? Esa tía con ojos saltones a la cual no conocía de nada ya me estaba empezando a caer mal, ¿por qué? Pues no lo sé, quizás su cara y que no me daba buena espina.

Tenía esa cara de chica interesada, con una sonrisa falsa puesta constantemente en la cara y que se creía tanto que no le importaba lo más mínimo el resto de la humanidad.

-Pues ya sabes... -Comenzó Ginger.

-No, no sé. -No pude evitar soltar una gran carcajada después de lo que había soltado Owen, lo que me hizo que me ganara una cara de desprecio increíble por parte de esa lechuza.

-Cállate Owen, no he terminado. -Le sonrió para que su comentario no le sentase mal y continuó. -Resulta que estoy trabajando aquí para ganarme un dinero este verano y así ahorrar para comprarme un coche nuevo, el mío ya está viejo y para ir a la universidad voy a necesitar renovarlo, además que mis padres me han dicho que si quería coche nuevo ellos no me lo iban a pagar. -Hizo un mohín con la boca y después sonrió a Owen.

-Ginger, hará medio año como mucho que tienes el Mercedes, asique no me extraña que tus padres no te quieran comprar uno nuevo. -Owen torció la boza y se tocó el pelo con un gesto de desesperación.

-Bueno, pues ya ves, estoy trabajando, que ya es un logro. -Le dio un golpecito a Owen en el hombro y Owen ni se inmutó ante ese gesto. -Por cierto, ¿cómo esta Ian?

-Bien. -Su respuesta escueta demostró que el nuevo rumbo que había tomado la conversación no le hacía mucha gracia.

-Ah, me alegro por él... ¿Y Layla? Quiero decir... Me parece raro que no estés con ella ahora, es decir, comiendo con ella. -Me miró a mí con una sonrisa demasiado fría para mi gusto y después a Owen otra vez.

-Ginger... Estamos bien ¿vale? -Su tono estaba empezando a subir y eso no me estaba gustando nada.

Esta tía era la persona más pesada y desesperante del mundo, asique decidí yo llegar al fin de la conversación.

-Oye guapita, creo que estás aquí para tomar nota, ¿o me equivoco de trabajo? -Sus ojos se dirigieron a mí y me miró con todo el asco del mundo, cosa que me dio igual, yo estaba sonriendo mientras le retaba con la mirada. Al final apartó la suya y se calmó.

Llévame hacia ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora