No hay mayor castigo que el que te impones a ti mismo,
ni mayor soledad que rodeado de extraños.
La sangre de mis heridas se seca con los años
y de aquel niño que sangraba no queda ni un atisbo.
Lágrimas que no fluyen queman el corazón;
encerradas entre los gritos callados del alma.
Quien las libera, se gana su calma;
quien no, fuerza su rendición.
Todos debemos rendirnos algún día
y llorar y desmoronarnos y sufrirnos.
Esa elección nunca fue la mía.
Por más que lo intenté, no supe unirnos
y mientras tanto me mata todavía
el eterno deseo de vivirnos.
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Ensayos y Errores 2
RandomNueva vida, mismas reglas, mismo título; diferentes lecciones. Todo ha cambiado mucho, y lo agradezco; por eso ahora quiero curiosear y aprender de todo. Os contaré lo que encuentre por ahí.