El Banco

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Te presentaste en mi casa de improvisto,

con el seso enmarañado y el corazón caliente.

Yo tuve el valor de contenerte,

y tú el valor de asumirlo.

Nunca me dejaste quererte,

nunca me has dejado decirlo.


Se sentaron a hablar los dos tristes niños,

intentando mantener una imagen decente

con esfuerzo y disimulo, escondiendo el cariño,

pero dejándolo salir muy lentamente.

Nunca me dejaste quererte,

nunca me has dejado decirlo.



Nunca me dejaste quererte,

nunca me has dejado decirlo;

deja que más besos sellen

lo que en ese banco se dijo.

Quererse lleva tiempo,

el amor no tiene prisa,

se cuece a fuego lento

y se sirve con sonrisas.

Ensayos y Errores 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora