Te presentaste en mi casa de improvisto,
con el seso enmarañado y el corazón caliente.
Yo tuve el valor de contenerte,
y tú el valor de asumirlo.
Nunca me dejaste quererte,
nunca me has dejado decirlo.
Se sentaron a hablar los dos tristes niños,
intentando mantener una imagen decente
con esfuerzo y disimulo, escondiendo el cariño,
pero dejándolo salir muy lentamente.
Nunca me dejaste quererte,
nunca me has dejado decirlo.
Nunca me dejaste quererte,
nunca me has dejado decirlo;
deja que más besos sellen
lo que en ese banco se dijo.
Quererse lleva tiempo,
el amor no tiene prisa,
se cuece a fuego lento
y se sirve con sonrisas.
ESTÁS LEYENDO
Ensayos y Errores 2
RandomNueva vida, mismas reglas, mismo título; diferentes lecciones. Todo ha cambiado mucho, y lo agradezco; por eso ahora quiero curiosear y aprender de todo. Os contaré lo que encuentre por ahí.