15 - La Ciudad Desierta de Agua

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Ciudad de agua es el océano y mi amada.

De olas su cabello, olas largas y estrechas.

Su aroma a libertad, agua salada besando mi alcázar de madera y velas.

No hay nadie más, cariño, que rompa nuestra página azul marina.

Ni una gris tormenta que con turbiedad nuble nuestras mentes.

Y ni echarse tu pesar con las estrellas en el vuelo de la mantarraya negra.

Mientras la veo, y la ves.

Debajo del barco, nadan a la vez los peces, rompiendo tu fino hilo de agua, tu cabellera.

Y tu alma de marfil, mi salada compañera. No se quiebra. Ni titubeante se altera.

Mi redención y una bala, y mi piel colorada al sol, mis prendas viejas, hace tanto que me hice a ti, y ni recuerdo mi ayer en la tierra.

El horizonte, una línea, y nada más.

Mi redención y una bala, y mi palma rodea la espada.

El frío acero que baila, con destello delante de mi cara.

Repiquetea, y repiquetea.

¿Dónde estás, mi mar? Que no veo mi ciudad.

Mi ciudad desierta de agua.

Y hace frío, amor mío, mucho frío, y el frío filo atraviesa lo que te pertenece. Mi corazón se rompe en un llanto carmesí, y brotan las gotas hasta tocar aquel suelo de madera.

No titubeo, ni extraño mi hogar, pues ahí, querida, voy a ir. A tu abrazo de agua y sal.

Y mi alcázar se rompe, en mil pedazos se parte la madera, y cruge feroz.

Dame un trago de ti que no me mate, pero suave, pues siento mis labios rotos y muertos.

Y me cierro, en mis párpados pesados siento el dolor de mis ojos resecos caer, finalmente, tercamente.

Preciosa, tengo frío, y la vida me deja.

Por favor tú no me dejes a mí.

Y abraza mi cuerpo, y haznos uno por siempre.

Ahora las estrellas están tan cerca en tu reflejo.

Y ya sé cómo volar en tu mar negro y estrellado de espejos.

Y me dejo, a merced de tus dedos.

Y muero.

Un Sol PoéticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora