Nygmobblepot Parte 3

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Estaba comenzando a anochecer y Ed aún no había despertado. Desde que llegó a la mansión y se desmalló no había dado signos de mejoría, era perfectamente normal si había caminado desde el bosque hasta la mansión bajo la fuerte lluvia torrencial. Oswald había estado todo el día a su cuidado, cambiando las gazas frías de su frente para que la fiebre le bajase y pendiente por si despertaba, aunque también estaba aterrado si lo hacía. ¿Cómo reaccionaría ante él? Tal vez todo se habría acabado, comenzando a tratarse como perfectos extraños, incluso la idea de Ed queriéndolo matar lo acechaba entre las sombras de su mente.

No había dado señales de despertar, pero sí mencionaba en susurros palabras sueltas de vez en cuando como Kristen, por qué, no quería, Isabella, asesinada y Oswald. Que dijese su nombre era lo más difícil de digerir, su estómago se contraía cada vez que lo llamaba. Aquello era peor que una tortura, lo sabía bien, ya que había sufrido de ellas en diferentes momentos de su vida, si no fuese así, no tendría la pierna dañada.

Tal vez, si lo llamaba en mitad de esa delirante fiebre era más bien por el hecho de haber ordenado matar a la bibliotecaria que por el hecho de que lo extrañara. Tenía que aguantar, porque por más que le doliera aquella situación, era una consecuencia de sus actos y no podía permitirse abandonar a Edward en aquellas condiciones.

Su estómago comenzó a protestar, con todo lo que había ocurrido no se había acordado ni siquiera de comer. Ignoró por completo el hambre y decidió mojar de nuevo la gaza en agua fresca. Tomó asiento en la silla cercana, esperando a que abriera los ojos o algo que le indicase que estaba mejorando.

No estaba seguro de en qué momento se había quedado dormido. Lo primero que hizo cuando despertó fue levantarse e ir hacía Ed quien, para su sorpresa, estaba despierto con la mirada fija en el oscuro techo de la habitación. No mostraba un atisbo de absolutamente nada en su rostro, sus ojos no reflejaban nada. Advirtió de que, la parte inferior de sus ojos, estaba completamente irritada, seguramente a causa del llanto de la noche anterior. Tragó en seco. Las palabras lo abandonaron por completo. Sabía lo que había descubierto, pero Ed no, aun así, no sabía cómo actuar delante de él.

− ¿Cómo he llegado hasta aquí? – Su voz era un tenue susurro.

− Llegaste y te desmallaste en la biblioteca. ¿No lo recuerdas?

− Apenas. ¿Tú me has traído hasta la habitación?

− Sí, cuando llegaste estabas empapado por la lluvia, así que te traje, te sequé y te cambié. También note que tenía fiebre, demasiado alta, y he estado poniéndote gazas para intentar bajarla.

No respondió a su explicación, se quedó en silencio, seguramente intentando hacer memoria, sin éxito. No era para menos después de haber estado en sus condiciones. Lo observó por un efímero instante, cómo si no quisiera mirarlo directamente a los ojos, luego su mirada volvió al techo.

− ¿Has estado aquí desde entonces?

− Sí. Me tenías preocupado, no sabía si esa maldita fiebre te iba a bajar o iba a empeorar.

− Ignoraba que pudiese preocuparte por alguien más que por ti mismo.

De nuevo quedaron en silencio, uno incómodo. Al igual que Ed no quería mirarlo directamente, Oswald tampoco. Odiaba toda aquella situación, aunque la hubiese causado el por culpa de sus estúpidos celos. ¿Cómo podría ganarse de nuevo su confianza? En ese momento la redención parecía algo imposible. No podía evitar sentir lástima por el estado en el que Ed se encontraba, no por la fiebre, sino por cómo se tenía que estar sintiendo. Él mejor que nadie sabía cómo era que alguien te arrebatara a una persona amada.

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